Hoy desperté con mi Whatsapp lleno de bellos y alentadores mensajes, todos con motivo del Día del periodista. habría que ser muy Olafo -amargado- para no sentirse bien al ver que la gente valora tu trabajo; sin embargo, un sinsabor me queda en medio de todo, al preguntarme si realmente como periodistas, estamos a la altura de los males que aquejan a nuestra región y a nuestro país, muy en especial el tema de la corrupción.
Ludwig Von Mises, filósofo, economista y escritor austriaco, dijo alguna vez, -y con sobrados argumentos- una frase que se me quedó para siempre en el subconsciente desde que la leí en mis tiempos de estudiante: "La corrupción es un mal inherente a todo gobierno que no está controlado por la opinión pública."
Nunca como hoy cobra tanto sentido esta vieja frase, y no hay que ir muy lejos para darse cuenta que la corrupción en Colombia permeó desde hace años a todas las esferas de nuestra sociedad. Somos el país que aún no dimensiona las masacres de las caucheras ocurridas hace 100 años, hechos abominables que pasaron a los anaqueles de la historia, y que solo aparecen discretamente dibujados en la biblioteca del algún perdido libro de un tal Germán Castro Caicedo, y digo "un tal" porque ningún estudiante de comunicaciones, o muy pocos, en nuestros tiempos es capaz de de saber quien es este escritor.
Ni qué decir de la nefasta época del narcotráfico, donde periodista que se atrevía a denunciar a un 'traqueto' firmaba con su propia pluma esa lápida que a la postre quedaría como mudo testigo de una consigna maldita del narcoterrorismo: "Te callas o te mueres", un lastre que hizo que algunos grandes del periodismo dieran su vida por la libertad de prensa, mientras que otros colegas, atemorizados o ambiciosos, terminaron engrosando la lista de "ricos levantados" de este país.
Claro que hoy hay más libertad de prensa en Colombia, incluso, cualquier aparecido -como yo- hace periodismo desde la radio- los portales noticiosos y hasta en redes sociales. Pero ojo, no todo ha cambiado. Hoy hay un enemigo más poderoso y silencioso que las balas del terrorismo; y es el amor al dinero en un país que habla de justicia social pero que a decir verdad es uno de los más desiguales del planeta.
Ese enemigo es el dinero, tan necesario para subsistir. Hoy político que se respete tiene al culo su séquito de periodistas; es más, esos periodistas se pelean entre colegas, en un acto de ego estúpido, para demostrarse entre sí que tienen el favor y la bendición del senador X o el gobernador tal, o incluso, hay periodistas regionales que se jactan de su amistad con políticos de peso tales como ministros, vicepresidentes etc, y uno se pregunta:
¿Somos periodistas para ser amigos del poder, o para vigilarlo?
¿Representamos realmente a la opinión pública, o a nuestros propios intereses?
El que esté libre de pecado, -me incluyo- que muestre con creces cuánto ha investigado, cuánto ha denunciado, y en qué forma ha ayudado desde los micrófonos, las cámaras o las redes sociales, a la construcción de un país que reitero, está permeado hasta los tuétanos por el maldito fantasma de la corrupción política.
Me consuela saber que son más los periodistas buenos en Colombia, pero ojo, este país está infectado de una especie de silencio cómplice que solo favorece a los corruptos, y en este sentido, los periodistas tenemos una enorme responsabilidad. Solo piénsenlo colegas. ¡He dicho!
¡Feliz día, apreciados colegas periodistas.!
