La semana anterior cuando el mar Caribe recibía el embate de tres potentes huracanes, el papa exhortaba en Colombia a proteger el medio ambiente. Las palabras del pontífice siguieron los lineamientos de su encíclica Laudato Si, en la cual denunció al consumismo y al capitalismo salvajes como responsables de la degradación del planeta. En el mismo texto Francisco clamó por que asumamos una responsabilidad personal frente a la destrucción de nuestra casa común.
Yendo más allá, en las entrevistas concedidas durante su viaje de regreso a Roma, el pontífice llegó a afirmar que quien niega el cambio climático debe acudir a los científicos y preguntar directamente a ellos sobre el camino a seguir para evitarlo. También agregó una frase dura, dirigida contra quienes niegan el cambio climático entre los que se cuentan sin duda el insensible presidente gringo: “El hombre es un estúpido, es un testarudo que no ve. El único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”.
El asunto de fondo es que dos días antes del pronunciamiento papal, y como si fuera una retaliación contra Trump por sus políticas que destruyen ecosistemas, las aguas del Caribe se había convertido en un siniestro circo de tres pistas, con los ciclones Katia, Irma y José causando en simultánea toda suerte de desastres. La triple concurrencia de perturbaciones atmosféricas no se había presentado desde décadas atrás y el tamaño y ferocidad de tormentas como Irma carecían de antecedentes. Además de las innumerables pérdidas humanas se supo después que los fenómenos mencionados dejaron daños materiales por valor cercano a los trecientos mil millones de dólares.
El contraste entre el papa y Donald Trump en lo relacionado con el cuidado del medio ambiente no puede ser más dramático. Francisco sensato y realista llama a la responsabilidad; convoca el esfuerzo de los seres humanos para preservar el planeta; va a la raíz del problema y condena las conductas productivas y los hábitos de consumo que generan polución; sabe que Dios le dice al hombre “ayúdate que Yo te ayudaré”.
Frente a las desgracias que sus políticas medioambientales
están ayudando a producir,
Trump acude de primera mano a la religión
El presidente norteamericano por su parte, se plantea desde el otro extremo. Frente a las desgracias que sus políticas medioambientales están ayudando a producir, acude de primera mano a la religión. En este orden de ideas tras el paso del huracán Harvey por Houston se reunió con un grupo de pastores pertenecientes a distintas denominaciones cristianas de su país, y a pesar de que en Estados Unidos ha existido una separación rigurosa entre religión y Estado, aprovechó la ocasión para firmar una orden ejecutiva encaminada a establecer un día de oración por quienes sufrieron como consecuencia del desastre natural.
Si se profundiza en la razón de ser de la escena no se sabe si calificarla de comedia o de drama. El presidente de la nación más poderosa de la tierra y uno de las que más produce gases con efecto invernadero, viene desconociendo el origen humano del cambio climático; se rodea de funcionarios que niegan esa realidad; se resiste a adelantar acciones para contrarrestar el creciente daño a los ecosistemas; y como un autista, se niega a reconocer la relación causa efecto entre sus actitudes de gobierno y el sufrimiento de la gente. Pero eso si, corre a rogarle a Dios que sus conciudadanos queden libres de los males que su propio gobierno fomenta. Parece que su razonamiento expresara una lógica peculiar: que Dios se haga cargo de velar por la gente, de solucionar su sufrimiento. Yo por mi parte me ocuparé de cuidar los intereses de las grandes corporaciones contaminantes.
Hacia el final de la reunión con los pastores uno de ellos tomó la palabra para emitir unas expresiones similares a las de Trump, depositando en manos del Creador la responsabilidad completa de superar la tragedia: “Padre gracias porque tenemos un presidente que cree en el poder de la oración… gracias porque tenemos un Presidente que tuvo la sabiduría de llamar a la nación a orar. Oramos por la sanación de la Nación, por la sanción para aquellos que han sufrido la devastación del huracán Harvey, se con ellos, provee lo necesario para la atención de sus necesidades…”
El sainete concluyó cuando el mismo oficiante se dirigió a Dios con expresiones que aluden a un presidente Trump que une, sana y busca el bien universal, en fin alguien muy diferente a la persona que los habitantes de este mundo estamos viendo actuar. Pero como mis apreciaciones pueden ser equivocadas pongo las palabras de aquel pastor a consideración de mis lectores, para que cada uno saque sus propias conclusiones: “Este país (Estados Unidos) ha estado literalmente dividido por décadas y ahora nos has dado como regalo al presidente Trump quien quiere traer la sanación para este país y está sanando a este país. Te pido que le des a él y al Vicepresidente Pence la sabiduría necesaria para hacer de este el país que Tú deseas. Queremos ser de nuevo una gran nación y solo podrá serlo si es buena, y sabemos que el presidente quiere que sea buena”.