El papa venía cansado de un viaje de 12 horas desde Italia. Por protocolo tuvo que aguantarse los comentarios frívolos de Tutina y la insipidez de Santos. Francisco se subió al papa móvil acompañado de la comitiva y salieron a la 26. Habían recorrido 25 minutos, todo estaba controlado cuando en el sector de la Universidad Nacional se presentó el zafarrancho. La gente, que se contaba en miles, sin vallas que la contuvieran, estrechó la vía hasta el punto de que su santidad quedó atrapado entre el gentío. Impresionante. No solo era fervor católico, era desorganización.
En algún momento, el papa no se veía cansado sino aterrorizado. La gente quería tocarlo, abrazarlo, eso asustaba a cualquiera. La caravana detenida durante cinco minutos solo tuvo una solución: que los escoltas y los policías dieran espacio. Afortunadamente todo terminó bien pero podría ser mejor. El papa llegó sano y salvo a la Nunciatura Apostólica, con su rostro sonriente, impertérrito, fresco a sus 80 años. Una juventud entera.
Viendo los videos de sus visitas a Brasil o a Estados Unidos, Colombia volvió a dar visos de improvisación. Ojalá el papa se sienta como en casa. Viendo lo horrible que está Argentina seguro que se sentirá así.