El miércoles el papa Francisco nos hará el honor de visitar nuestro país. Para católicos practicantes será una oportunidad de oro de acercarse un poco más a Dios. Para otros, como yo, se trata de la visita de un jefe de Estado, tal vez el más popular del mundo.
No está claro aún en qué condición vendrá a Colombia el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio. Es decir, si lo hará en calidad de representante de Cristo en la tierra o de estadísta.
Si el escenario es el segundo, no sobra advertirle a su santidad que van a tratar confundirlo y que evite dar papaya reuniéndose con individuos que aún no han pagado cárcel por crímenes sentenciados y crímenes aún no investigados, que han estremecido nuestro continente. El daño y credibilidad de la Iglesia en esta parte del mundo podría ser irreparable.
Es evidente que Timochenko y sus secuaces querrán reunirse con el Papa. Para ellos sería una maravilla que el sumo pontífice diera su bendición al espurio proceso de paz que a las malas nos impuso el actual gobierno, y muy a pesar del No rotundo a la impunidad en unos comicios caracterizados por el engaño desde su inicio.
Para ellos sería una maravilla que el sumo pontífice diera su bendición
al espurio proceso de paz que a las malas nos impuso el gobierno
a pesar del No en unos comicios caracterizados por el engaño
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Suponemos, eso sí, que los altos jerarcas de la Iglesia colombiana le informaran detalladamente a Francisco de quiénes se trata.
Le recordarán por ejemplo que durante más de medio siglo los señores de las Farc sembraron el terror en Colombia. Que en febrero de 2003 hicieron explotar una carga explosiva en el Club El Nogal de Bogotá con un saldo de 36 muertos y casi 200 heridos.
Le contarán que en mayo de 2002 lanzaron un cilindro bomba contra la iglesia del remoto poblado chocoano de Bojayá y que les causaron la muerte a por lo menos un centenar de personas.
También Francisco será puesto al tanto de los centenares de secuestros que las Farc perpetraron en los últimos 50 años. Y no sobrará recordarle al papa que en su momento la justicia sindicó a esa guerrilla del asesinato en 2002 del arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte Cancino. Es importante que el pontífice sepa qué dócilmente se entregó un sector de la Iglesia colombiana a sus verdugos.
No estaría por demás que al obispo de Roma le cuenten que las Farc es una organización narcotraficante y depredadora del medio ambiente. Que esa organización es el paraguas bajo el cual se protegen unos tipos que apuñalaron el planeta exterminando preciosos ecosistemas sin que todavía nadie les haya hecho pagar por ello; y una gente que durante décadas se ensañó contra la infraestructura de oleoductos.
Qué bueno sería que el cardenal Rubén Salazar, tan amigo y cercano de las negociaciones entre el gobierno y la guerrilla, le informe al Papa que el 2 de octubre del año pasado se celebró en Colombia un plebiscito y que la mayoría de colombianos rechazaron los llamados acuerdos de La Habana.
En cabeza de nadie cabría que al sumo pontífice le oculten estas cosas que son de la mayor gravedad. Muchos menos que le agenden entrevista con los herederos de Tirofijo. El cardenal Bergoglio es latinoamericano y es de presumir que sabe bien qué son las Farc y qué han hecho a lo largo de su impune historial.
Bienvenido pues Su Santidad a Colombia. Millones de colombianos estaremos pendientes de su mensajes pastoral y político.
P.D. Maravilloso por el ciclismo colombiano que ya tengamos el reemplazo de nuestro gran Nairo Quintana. Se trata de un jovencito llamado Miguel Ángel López. A él le dicen Supermán y la verdad que lo es. En la edición de este año de la Vuelta a España, el boyacense López ya se embolsilló dos etapas. Y lo que viene.