Soy agnóstico y no creo sino en el milagro de una lotería multimillonaria. Lo demás es trabajo, sudor y lágrimas. Así se hizo la acumulación originaria del capital, chorreando sangre por todos los poros de la piel.
No obstante, la inquisición de la Iglesia católica en la edad media, y en esta modernidad de la posverdad, la visita del papa Francisco a Colombia trae cuatro noticias de esperanza que no se pueden dejar pasar desapercibidas.
La primera y la más importante, es la dejación de las armas por parte de las Farc y la constitución de su partido político legal, un hecho histórico en sí mismo, al margen de los pronósticos de las aves agoreras que sueñan con su fracaso total, o de los ilusos que no se bajan de la utopía de la bondad y del progreso del género humano.
Qué tal que no tuviéramos utopías. Qué tal que no pudiéramos soñar. A eso viene el papa Francisco. A pregonar el mensaje de paz y reconciliación. Algo parecido a las normas de urbanidad del catecismo Astete que el capitalismo en su fase neoliberal niega con insolencia para defender su modelo de acumulación.
Pero ante los hechos de la realidad no tenemos otro camino que buscarle la comba al palo. La conformación del nuevo partido de las farc , en medio de la neblina del páramo que no deja ver a un metro de distancia, espera confiado a que salga el sol para que ilumine todos los elementos del paisaje. Mucha gente todavía no lo cree, pero en la medida en que se vaya despejando el camino, vendrán las multitudes a caminar porque sencillamente no tienen otra alternativa que la de tirarse a morir en el mar.
Ahora estamos en la bruma, desorientados y confundidos por los vientos contradictorios que van y vienen como si no tuvieran orientación. Pero si miramos desde lo alto podemos entender el fenómeno. Que Francisco el jesuita maneje un lenguaje diplomático contra los horrores del neoliberalismo, lo hace acreedor del odio de la caverna reaccionaria.
Por lo menos el primero en escribirle una carta, no propiamente de amor, fue el senador Uribe Vélez. Una carta de recibimiento cargada con todo el odio del mundo contra los acuerdos de paz. Entonces salen a decir que “mucho cuidado”, que la visita del papa no se debe politizar, que Francisco no se puede dejar manipular por el Gobierno del presidente Santos, y toda una serie de argumentos chimbos y banales que desorientan a la opinión utilizando el establecimiento mediático.
Cómo que la visita del papa no trae un mensaje de esperanza; cómo que su mensaje no es político en el mejor sentido que tiene esta categoría filosófica. Pero claro que sí. Si hemos escuchado sus mensajes a los medios de comunicación reclamando su responsabilidad con la verdad en la información, y pidiendo humildemente que le ayuden en esta tarea; si hemos escuchado su mensaje de solidaridad con los desplazados y las víctimas de la guerra; si hemos escuchado su mensaje sobre la defensa de la “Pacha mama”, nuestra casa común, contra la depredación insostenible del medio ambiente por parte del neoliberalismo salvaje que pone en peligro la supervivencia del género humano; cómo se atreven a disfrazar con eufemismos y cortinas de humo lo que en la realidad es política de alto turmequé.
Y, como si fuera poco el desarme de las Farc y la creación de su partido político, Francisco trae la buena noticia del cese bilateral del fuego entre el Gobierno y “los Elenos” por cuatro meses, prorrogable si los comandantes de la confederación de frentes de ésta guerrilla aceptan las condiciones de los negociadores en la mesa de Quito.
Esta nota quedaría inconclusa si no agregamos la otra noticia que trae el papa en su visita a Colombia: las “Autodefensas Gaitanistas”, “el clan Úsuga” “Los Urabeños”, es decir, los paramilitares, mandan un mensaje de paz al Gobierno y éste nombra sus voceros para las conversaciones.
No hay que ponerle tanta música a la partitura. El lenguaje del papa Francisco se está abriendo camino en esta época de crisis, contra el discurso de la violencia, la exclusión y la depredación. Pueda ser que esta semilla caiga en tierra fértil para que los conflictos naturales de toda sociedad se resuelvan por la vía de la justicia, la democracia y de la paz.
Tenemos que “Dar el primer paso”, como dice Francisco, y lo estamos dando contra todas las premoniciones fatalistas de los pregoneros de la guerra. Parece como si fuera un milagro.
