La injusticia indigna y mueve las fibras más profundas de cualquiera. Por ejemplo, ver la pobreza, la muerte de niños por desnutrición o a los ancianos pidiendo limosna para vivir son algunas de las situaciones que sin duda generan un llamado a la acción.
Sin embargo, echarle la culpa de las desgracias que vive la humanidad al capitalismo es una visión totalmente incorrecta.
Eso fue exactamente lo que hizo el papa Francisco en su última encíclica de más de 70 páginas, llamada Fratelli Tutti o Hermanos todos, donde hizo afirmaciones más de un seguidor del Che Guevara o Marx que de un real discípulo de Jesús.
Y es que gracias a Dios existe la biblia para desmentir propagandas de esta naturaleza, sobre todo de alguien que por su dignidad se supondría tendría el llamado a defender las tesis de Jesús, no las del comunismo.
Si alguien busca el evangelio de Mateo en el capítulo 25, Jesús habla sobre la famosa parábola de los talentos y de cómo el dueño de estos talentos (dinero) entregó a tres empleados un monto diferente, y al regresar cada uno obtuvo resultados diferentes.
Los dos primeros empleados trabajaron, negociaron y generaron ganancias, por lo cual como recompensa obtuvieron mayores responsabilidades, mientras que el tercero muerto de miedo no hizo nada y escondió el dinero y fue recriminado con esta afirmación: “Eres un empleado malo y perezoso. Si sabías que soy muy exigente, ¿por qué no llevaste el dinero al banco? Así, al volver, yo recibiría el dinero que te di, más los intereses”.
Esta parábola da claridad sobre las bases que le dio el cristianismo al sistema capitalista (modelo responsable del progreso de la humanidad y la reducción de la pobreza); habla que el dinero no es malo, que el trabajo paga, que invertir y ahorrar genera ganancias, que todos tenemos la capacidad y el talento para surgir en la vida, que se premia el esfuerzo, que la pereza limita, que lo que se obtiene en la vida es fruto de las decisiones individuales.
Y, sobre todo, que no existe algo como la desigualdad, porque Jesús nunca dijo que el dueño del dinero al ver que el tercer empleado no había obtenido ninguna ganancia se sintió indignado por la riqueza de los otros dos, entonces tomó del dinero de ellos, expropiándolos y lo repartió equitativamente
Por eso como dirían los argentinos, no más pavadas papa Francisco, déjate de leer al Che y a Marx. ¡Léete a Jesús!