El papa Francisco debe exigir que lo lleven a conocer la miseria en la que viven miles de niños y adultos de la Guajira.
Si Francisco de Asís consideraba que las piedras y los árboles eran sus hermanos, con mayor razón los ninguneados y violentados por la pobreza que habitan en el departamento de la Guajira.
En nuestra península guajira viven muchas personas hundidas en la miseria más indignante del mundo. Recogen alimentos en la basura. Comen basura. Es un hecho que nadie me lo ha contado. Lo conozco de primera mano, porque los he visto.
La mayor parte de mi infancia la pasé en Manaure, La Guajira, a orillas del mar Caribe colombiano. Conviví entre miembros de la nación Wayuú y desde aquel tiempo hasta ahora, las cosas han cambiado para mal. Ahora todo es peor en la Guajira en todos aspectos.
Desde el económico, social, político hasta el climático.
Los tentáculos de la corrupción en la Guajira son más inclementes que los rayos del sol.
Yo pido que el papa Francisco le exija al Gobierno Nacional que lo lleven a conocer la verdadera Colombia, la de la mayoría, la sumida en la pobreza más humillante.
Al papa hay que llevarlo a conocer el barrio Siloé de Cali, Ciudad Bolívar de Bogotá, Moravia y el barrio la Sierra y la Comuna 13 de Medellín, la Chinita y Revolo de Barranquilla, el Pozón y Olaya Herrera de Cartagena, el Pescaíto y el Boro de Santa Marta, entre otros.
El Sumo Pontífice no debe alcahuetear cualquier asomo de hipocresía. Visitar los sitios limpios y exclusivos de Colombia sin visitar a los empobrecidos tiene un nombre propio y es gazmoña, una hipocresía del tamaño de una catedral.
El papa Francisco, como máximo representante de Dios en las tierras conocidas y por conocer, tiene obligación de exigirles a los Santos Calderón y a Dios que saquen a los colombianos de la pobreza.
