La prueba clara y repetida en triple dosis la da la senadora Paola Holguín, que desde hace cinco años tomó la decisión de tener un plan B ante el inminente y natural desgaste del expresidente.
Tres acciones le han generado fuertes roces dentro del partido, pero en ninguna se ha retractado. Por el contrario, ha salido airosa y hasta fortalecida.
El primer desacato se dio en la campaña a la Alcaldía de Medellín en el año 2015, cuando decidió apoyar a su amigo Federico Gutiérrez. En ese entonces puso a los líderes y a su candidato al concejo Simón Molina a trabajar en contra del elegido oficial por el partido: Juan Carlos Vélez. Al final de la contienda, Fico ganó la alcaldía por 10.000 votos, y Paola Holguín y Simón Molina recibieron cuatro años de burocracia a manos llenas, mientras que el ala que hizo caso a Uribe fue relegada de las mieles del poder.
El segundo sismo provocado por la mujer más poderosa del Centro Democrático, respaldada en estructura y votos, fue la creación de un movimiento dentro del partido: una facción muy fuerte con denominación propia, logo, recursos, burocracia regional y nombre. Los llamados Paolos hacen campañas comunicacionales independientes, se reúnen en torno a la figura de su líder y, antes de responder al mismo presidente Uribe dentro del Centro Democrático, deben recibir la orden de la matrona mayor, la senadora.
De hecho, el crecimiento del poder de los Paolos es tal que el tercer pulso de desacato de la baronesa de Itagüí la llevó a enfrentarse al mismo Luis Alfredo Ramos y a su hijo en la campaña de 2019 a la Alcaldía de Medellín. Allí ella volvió a jugársela por el candidato de Fico, pues seguramente sabía que Alfredo Ramos ya tenía su círculo de confianza para repartir la torta burocrática. Además, sería la estocada final a su competencia directa en el corazón del uribismo: dejaría fuera del juego a Valencia Cossío y al ramismo.
El desenlace no pudo ser peor. Los votos de la derecha se dividieron en la proporción necesaria para que al candidato de la izquierda, Daniel Quintero, ganara. Alfredo Ramos y Santiago Gómez sumaban juntos los votos de la victoria. La senadora Paola Holguín fue juzgada por la opinión partidaria dentro del Centro Democrático, pero su estructura y poder, con la mayor cantidad de votos de una mujer en el partido al Senado, un congresista y un concejal en Medellín, más otros tantos en municipios del sur del área metropolitana, lograron que el mismo Uribe saliera en su defensa, pues el león herido sabe que sin los Paolos el bastión antioqueño del uribismo tambalea.
La dirigencia departamental del Centro Democrático sabe que ponerse frente a la aplanadora de los Paolos es por ahora imposible. Igualmente, tiene claro que los terribles resultados de su gestión (como perder la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia después de las victorias del plebiscito y la presidencia) están relacionados en gran parte con la división y autonomía de la senadora en Antioquia.
Paola Holguín, como se dice coloquialmente, ya le midió el aceite a su partido y se erige como la líder natural a suceder al presidente, pues demostró que se puede ser uribista sin hacerle caso a Uribe.