Estofado de mico, consomé de culebras, amuletos hechos de cola de jirafa, jaguares y leopardos disecados como adornos hogareños, grasa de hígado de Cachalotes del caribe para productos cosméticos, ardillas amaestradas y tortugas con dos cabezas son algunas de las mercancías que se vendían en el mercado central de Wuhan en China, donde nació el Coronavirus, una de las epidemias de mayor trasmisión y contagio con efectos letales, que se conozca en los últimos tiempos.
Este mercado, de mediano tamaño con relación a los demás mercados de China, era reconocido por su pabellón de venta de animales, uno de los más grandes, densos y visitados de todo el país. Pero entre los chinos, la verdadera importancia de este lugar se concentraba en un preciado, codiciado y escaso producto: escamas de Pangolines para hacer sopas curativas.
Los Pangolines, una extraña clase de mamíferos parecidos a un oso hormiguero y oriundos de África y Asia, son considerados como un delicatesen para los chinos de todas las regiones del país. Su carne se sirve en los mejores restaurantes de Shanghái, Beijing y Hong Kong y sus escamas son consideradas como un elixir en la medicina tradicional china: se venden por gramo a cientos de dólares cada uno y eso lo ha convertido en un campeón del tráfico ilegal de especies. De hecho, entre 2016 y 2019, se confiscaron 206,4 toneladas de escamas de Pangolín de 52 incautaciones solamente en China, avaluadas en 26 mil millones de dólares. Esto ha llevado a que este animal, muy común alrededor de África y Asia, esté a punto de extinguirse.
Y, como si se tratara de un plan revanchista por décadas de intensa cacería y comercialización de este animal alrededor del mundo, el Pangolin fue el puente perfecto entre los murciélagos y los seres humanos para la transmisión del Covid-19 o Coronavirus según lo confirmó un equipo de investigadores de la Universidad Agrícola del Sur de China (SCAU).
Pocos días después del estallido del coronavirus, Beijing prohibió el comercio de animales salvajes y su venta tanto en mercados físicos como por internet por cuestiones sanitarias para impedir la propagación de lo que sería una pandemia. Y no es la primera vez que, debido a las sospechas sanitarias que rodean a los Pangolines, miles de comerciantes alrededor de China, Vietnam e Indonesia hayan sido obligados a desechar cualquier insumo que tuvieran de estos animales enterrándolos en enormes fosas comunes vigiladas por las autoridades.