Justa indignación ha causado en la ciudadanía que mientras pequeños y medianos empresarios, trabajadores y consumidores somos asfixiados por una desproporcionada carga tributaria, grandes capitales y vedettes políticas evadan en paraísos fiscales. Mayor indignación cuando la lista de evasores incluye a la vicepresidenta, a una ministra en funciones y al mismísimo encargado de la recaudación de impuestos, Lisandro Junco Riveira. De los expresidentes Gaviria y Pastrana nada sorprende porque ya nadie espera nada. No es un secreto que cualquier trabajador o simple consumidor en nuestro país aporta más porcentaje de sus ingresos al erario, que grandes banqueros, rentistas o plutócratas. Más y más indignación se genera, cuando una cabeza de familia ve que la gran tajada de su trabajo que se le esquilma termina derrochada en corrupción, represión y pago de deuda, que son las grandes arterias rotas del presupuesto nacional. Dicha percepción se ratifica cuando se compara el índice de desigualdad, llamado coeficiente de Gini, ya que en los países que hacen parte de la Ocde, el Gini de la distribución del ingreso antes y después de impuestos y transferencias pasa de 0,47 a 0,30, cayendo un 26%, mientras en Colombia permanece estático en 0,51. Acá los de abajo pagamos impuestos para que todo siga igual que antes de pagarlos.
El punto de partida es que un Estado de cara a las necesidades de su ciudadanía requiere recursos. Defiendo la renta básica y la inversión social. Pero insistir en los impuestos indirectos como el IVA es como sacarle sangre a un anémico, máxime cuando se es cómplice de la evasión de los más poderosos. Si nos comparamos con los países de la OCDE, Colombia de lejos ocupa el último puesto en recaudación, pero hay que decirlo con claridad, por la decisión política durante estos treinta años de neoliberalismo de generar exenciones y descuentos a los grandes capitales, mientras se direcciona toda la carga tributaria hacia PYMES, MPYMES, asalariados y usuarios. En el Macondo tributario de nuestro país, pagan más impuestos las empresas, que los ricos que atesoran sus ganancias improductivamente, y tributan más los que generan empleo o viven de él, que quienes especulan en la bolsa sin producir ningún valor agregado. En 2018 el IVA recaudó el 5.7% del PIB, mientras el impuesto de renta y utilidades a personas naturales no superó el 1.25%
El mismo Minhacienda del Centro Democrático afirma que este año cerraremos con déficit fiscal de 8,6 % del PIB, que corresponden a más de 957 billones. Sin embargo, como lo devela el más reciente escándalo de los Pandora Papers, se permite con complicidad que dueños de grandes grupos económicos como Gillinski, Sarmiento Angulo, Santo Domingo, Barberi-Blum, entre otros refugien sus riquezas generadas en Colombia, gracias a políticas favorables del gobierno colombiano y al empobrecimiento de muchas familias colombianas. El desfase y la inequidad tributaria son palmarios al comparar las cifras. El impuesto a la renta que es por antonomasia el más progresivo –es decir que el que más tiene más paga- en Colombia llega apenas a la mitad del promedio de países de la OCDE ( 6.2% del PIB/ 11.3% del PIB), pero con una desproporción aun mayor, porque el 80 % de este recaudo en nuestro país no proviene de las personas adineradas, si no de las empresas, mientras que en los países de la OCDE el 75 % de la recaudación del impuesto de renta proviene es de las personas, no de las firmas. Es decir que a diferencia del resto del mundo aquí tributa más el que emprende, y no el que acumula improductivamente rentas o tierras.
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Los Pandora Papers, develaron que dueños de grupos como Gillinski, Sarmiento, Santo Domingo, Barberi-Blum, pueden refugiar sus riquezas generadas en Colombia, gracias a políticas favorables y el empobrecimiento de muchas familias colombianas
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Una perversa comprensión de la apertura económica llevó a un régimen ridículo de zonas francas para pagar favores políticos. No es un tema de integración económica. Comparémonos con fuertes economías de mercados latinoamericanas: mientras que México tiene 11 zonas francas, o Chile 3, Colombia tiene 111. Contrastando con estos regímenes de excepción tributaria, la economía de la clase media y baja vive entre la informalidad y la asfixia económica, en medio de la equivocada política de gravar al consumo, con las consecuencias obvias para un país que dice estar reactivando su economía.
Según la misma Dian la tarifa efectiva del 99 % de colombianos estaba en 2.4 %, con promedios de más del 3,5 % para el 20 % más pobre, pero paradójicamente en menos del 0,5 % para el 20 % más rico. Por sectores económicos es igualmente inicua y ventajosa la estructura tributaria. Mientras generadores de empleo como la agricultura, el comercio o la manufactura tienen tasas de tributación efectiva por encima del 20 %, el sector financiero apenas llega al 12%. En fin, ya es hora de repensar esta estructura tributaria desigual e ineficiente, heredada de tres décadas de sucesivas reformas que han buscado beneficios puntuales para ciertas minorías y soliviar emergencias, pero no han logrado estabilizar las finanzas públicas, ni mucho menos permitirnos dar un paso adelante como sociedad en la satisfacción de las necesidades de la población.
Un nuevo gobierno debe pensar en reformas de fondo. Hay que gravar a los Pandora Papers, los Panamá Papers, y a los Sarmiento Angulo Papers, que aún no aparecen, al tiempo que se libera a asalariados y consumidores del peso de la financiación del Estado. Más salarios y más consumo para la reactivación económica, como se ha hecho desde los tiempos de Keynes. Nueva estructura del gasto público para que se note la redistribución del ingreso, y régimen especial tributario para pymes, ry economía solidaria con base en garantías laborales y política de inclusión laboral con enfoque diferencial, pero con plenitud de derechos. Impuesto a los megarricos y a los grandes capitales, control al sector financiero con estímulo tributario para la resurrección de la desaparecida banca de fomento. El IVA y el 4Xmil deberían desmontarse progresivamente. La discusión está abierta. Hay que construir un pacto fiscal y tributario.
PDTA: En lugar de esconder su patrimonio, Lisandro Junco, director de la Dian debería presentarse en la frontera y reunirse con los gremios, y el Seniat venezolano para que la reapertura del paso fronterizo legal ordenada desde Caracas, posibilite el intercambio comercial como lo espera desde hace más de 5 años el pueblo binacional. Lo invito a Cúcuta, Arauca o a Paraguachón, porque la crisis económica, social y humanitaria no soporta tramitomanía burocrática.