Pandemia y experimento social (I)

Pandemia y experimento social (I)

Hambrunas, guerras y epidemias funcionan como solución a las crisis de subsistencia. Estos fenómenos disminuyen la población, equilibrando nuevamente el balance inicial

Por: omar orlando tovar troches
abril 15, 2020
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Pandemia y experimento social (I)
Foto: Leonel Cordero

Pandemia

Es tarea bien difícil, tratar de emitir una opinión sensata sobre la crisis sanitaria y económica por la que atraviesa la humanidad actualmente sin dejarse arrastrar por ejercicios agoreros o caer en la trampa de predicciones apocalípticas, fundamentadas en estrambóticas teorías de conspiración internacional o de la constatación de las profecías de extraterrestres ancestrales.

Lo cierto, lo constatable por la experiencia objetiva de todos y cada uno de nosotros, es que existe un estado de cosas, que no corresponde a esa llamada normalidad a la que estábamos acostumbrados, hasta hace poco. En mayor o menor grado, el modelo de vida, mayoritariamente adoptado en la mal llamada civilización occidental, ha sufrido trastornos, dentro de ellos y quizás el que ha causado más debates, el concerniente al modelo económico que aún rige las vidas de millones de seres humanos, hoy llenos de desasosiego, al observar el no tan paulatino, pero si aterrador, avance de la pandemia causada por el coronavirus.

Sin embargo, con el profundo respeto que merecen los dolientes de los fallecidos por causa de la pandemia y las demás víctimas de esta crisis, que entre otras somos todos, con el fin de aportar un poco al entendimiento de este caótico panorama mundial, es ineludible brindar algunos elementos de juicio necesarios, para que el escenario económico y social no se torne más confuso y se convierta en caldo de cultivo de la especulación fantasiosa, de la manipulación, del abuso o del terror.

A estas alturas de la avalancha informativa mundial, ya es conocido que esta pandemia no es la primera y que, según científicos expertos, de seguir la acelerada tasa de intervención humana en el ecosistema planetario tampoco será la última. A este respecto, desde el punto de vista de la racionalidad científica, vale la pena echar mano de los postulados de Malthus, para ir comprendiendo, la naturalidad de estos eventos biológicos y la proclividad a la manipulación de los mismos, por parte de los detentores de poder de turno.

Por allá en 1798, sostenía don Malthus que el crecimiento demográfico es mayor que el de los medios de subsistencia. Hasta aquí, es fácilmente verificable lo dicho por Malthus, basta con mirar los informes de la FAO sobre la preocupante baja en la producción mundial de alimentos y el consecuente riesgo de hambruna en las sociedades rezagadas. Siguiendo con las tesis de don Thomas, así se llamaba Malthus, un resultado lógico de esta relación inversa es que, en los momentos de crisis de subsistencia, la solución se podría encontrar en las hambrunas, las guerras y las epidemias, ya que estos fenómenos disminuirían la población, sobre todo los grupos más desfavorecidos, equilibrando nuevamente el balance inicial. Eso dijo Malthus.

Reiterando que no es la intención sembrar la zozobra, es evidente que, efectivamente, al hacer un somero análisis de la historia de las pandemias que han azotado a la humanidad, fácilmente se puede confirmar, que el mayor número de víctimas, correspondió a personas pertenecientes a las capas más bajas de la estratificación social de cada época en particular. Sin embargo, también es necesario aclarar que el planteamiento malthusiano, de ninguna manera puede constituir un modelo inmutable, ni mucho menos, llevar al ciudadano del común al absoluto derrotismo existencial, enmarcado por una especie de determinismo ilustrado, tal como si lo han hecho, más de quinientos años de moldeamiento social, vía contra reforma católica.

Vale la pena tener en cuenta que, dentro de los elementos que determinan los resultados de la tesis Malthusiana, se encuentra el de la migración. Más allá de las supuestas bondades de la globalización, fenómenos sociales como el de los éxodos masivos, se han vuelto, por llamarlos de alguna manera, disparadores de crisis. Sin justificar los brotes xenofóbicos, promovidos por los populismos nacionalistas de derecha en todo el mundo, es indudable que el constante tránsito de personas sin mayor control, en aras de abaratar la mano de obra o como consecuencias de conflictos armados, se ha convertido en una circunstancia que tiene importante incidencia en aspectos claves de las sociedades afectadas por la migración como, el empleo, la vivienda, la educación, la seguridad y la salud, tal como se ha comprobado recientemente, durante el análisis de la propagación del COVID-19.

También es claro que, aunque la ocurrencia de los brotes de las enfermedades, está considerada por los científicos como un suceso biológico propio de la naturaleza, así mismo es innegable, el gran impacto que sobre estos procesos, tienen las decisiones y las acciones de la especie humana. El progresivo deterioro de las barreras naturales que limitan los espacios naturales de los espacios humanos, el precio del también mal llamado progreso, pagado en toneladas de basura arrojada a todos los cuerpos de agua, entre otras decisiones y acciones, lo mismo que la intencionalidad, esa sí, restringida a las élites económicas y políticas, de sobre explotar a la casa-madre, a costas de la vida misma, podrían determinar la gravedad del impacto de estas eventualidades biológicas.

La humanidad superará, probablemente en un corto plazo, esta nueva crisis sanitaria y también en un corto tiempo las sociedades podrían volver a lo que se cree normal. No obstante, esta peste del siglo XXI también deja planteados cuestionamientos sociales, políticos, económicos y científicos y, dependiendo de las acciones que se tomen, podríamos seguir comprobando una y otra vez y de pandemia en pandemia la certeza de las tesis de don Thomas Robert Malthus.

Hasta aquí la pandemia, por razones de espacio y tiempo se les queda debiendo el experimento social

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