Pandemia y economía, una complicada relación

Pandemia y economía, una complicada relación

Que el COVID-19, además de traer caos, también sea una oportunidad para repensar la economía con otros paradigmas y metas

Por: Luis Guillermo Peña Restrepo
mayo 08, 2020
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Pandemia y economía, una complicada relación
Foto: Pixabay

Desde 1918, cuando la gripe española dejó cerca de 30 millones de víctimas en todo el mundo, este planeta no se había visto obligado a resolver la dicotomía entre salvar la vida o la economía. Y no se trata solo de la vida humana, sino también la del planeta. En la actualidad la economía crece a costa de los recursos naturales y el desgaste permanente del ser humano. Esta es una realidad incontrovertible. Por eso la economía requiere de un replanteamiento y de una reingeniería, que muy en mora está de hacerse. La verdad es que la economía, como ha venido funcionando, no está para el servicio del hombre y del planeta, sino todo lo contrario, el ser humano y los recursos naturales están para el servicio de la economía, ya que se han hecho factores fundamentales para su crecimiento.

Ante esta nueva realidad de la pandemia del COVID-19, se hace necesario darle un vuelco a los principios y paradigmas de los economistas ortodoxos. Ellos están en los ministerios de finanzas, instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros organismos multilaterales que regulan la economía mundial.

Para que haya crecimiento económico, según la economía ortodoxa, se requiere que aumente el Producto Interno Bruto. Es decir, que todas las industrias eleven su producción, aunque haya más polución. De esta manera, cada día se destruye más el planeta con más extracción minera, petrolera, de carbón y de todo lo que del suelo y el subsuelo se pueda sacar. A lo anterior, se le suma el constante desgaste del recurso humano con su fuerza de trabajo física y mental. Se hace así un modelo económico autodestructivo. La economía sí crece, pero a costa de la vida del ser humano y del planeta.

De todo el andamiaje de la economía tradicional, lo más perverso está representado en las llamadas calificadoras de riesgos. Estas consideran que solo a través de más impuestos los países pueden pagar sus deudas. Esto ejerce una presión que hace más difícil y costosa la vida del pueblo.

También estas calificadoras, como aves de carroña, mantienen los ojos puestos sobre los países en desarrollo para evitar a toda costa que amplíen su margen de déficit fiscal o que utilicen sus reservas internacionales. Si alguna nación se atreve a contrariarlas, inmediatamente comienza la descalificación. Pero, como gallinas ciegas, no ven que sus imposiciones generan menos oportunidades para los ciudadanos y más pobreza para el pueblo. Parece no darse que a causa de su manera de calificar se suscitan marchas, rebeliones y luchas sociales que resultan mucho más costosas que lo que se pretendían recaudar con sus desalmadas imposiciones.

Debe haber una nueva estirpe de economistas que replanteen una economía no autodestructiva, sino basada en las necesidades, talentos y posibilidades del ser humano para producir sin destruir, donde no sólo valga lo contante y sonante. Debe haber una economía que crezca mediante la industria creativa y la tecnología sostenible. El conocimiento debe tener el mismo valor de los metales preciosos para el respaldo del dinero. El oro, otros metales y commodities que se producen a costa de la salud del hombre y del planeta, deberían valer cada día menos.

Esta nueva economía debe permitir que cada nación, a través de políticas monetarias no convencionales, pueda contar con los recursos necesarios para satisfacer las necesidades de su población. Esta pandemia es una oportunidad para repensar la economía con otros paradigmas y otras metas.

Bienvenidas nuevas propuestas, pero alejadas de la economía tradicional, que solo ha permitido el desgaste del ser humano y del planeta, así como el surgimiento de traumáticas luchas sociales. Pareciera que la economía ortodoxa ya cumplió su ciclo, dejando un legado de pobreza y sufrimiento. Los nuevos economistas tienen la palabra para hacer que quienes habitamos este planeta tengamos más oportunidades para hacer que la vida sea más un placer que un sufrimiento.

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