Pandemia, reforma tributaria, guerra de clases y lo que hay que hacer

Pandemia, reforma tributaria, guerra de clases y lo que hay que hacer

El pueblo colombiano ha sido dócil y sumiso, y ha aceptado de forma obediente y sin protestar cuanto atropello se ha cometido. Pero ya no más

Por: Andres Felipe Giraldo Madrid
mayo 03, 2021
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Pandemia, reforma tributaria, guerra de clases y lo que hay que hacer
Foto: Las2orillas / Leonel Cordero

El fuerte estallido social, ese que era fácil de prever que ocurriría tarde o temprano con este gobierno, se ha desencadenado irremediablemente a pesar de las múltiples voces que lo anunciaron, dándole a este la oportunidad de poder corregir el rumbo que llevaba hasta hora, pero no, este gobierno, terco y miope ante las condiciones socioeconómicas que desde hace algunos años, incluso anteriores al inicio de es este periodo presidencial se habían venido presentando no hizo absolutamente nada para paliarlo y todo lo contrario si ha hecho mucho más para azuzarlo.

Lo primero que este gobierno y cualquier otro debe de entender es que el internet ha llegado para quedarse, por lo menos unos años más, y que la hegemonía cultural e informativa que en las épocas de los periodos presidenciales del expresidente Álvaro Uribe tuvieron los pulpos informativos Caracol, RCN, El Tiempo, El Colombiano y otros grandes medios ha sido rota por las redes sociales. Manipular a las masas, ni si quiera apareciendo todos los días en televisión ya no es tan fácil como en los ocho años de gobierno del líder del uribismo.

Un hombre procedente del campo antioqueño con cierta habilidad para la demagogia fue elevado a las alturas de las estrellas del firmamento y proclamado cuasi mesías de la nación a punta de titulares en pantalla y medios impresos. Si estos medios se hubiesen dedicado a informar la realidad y no a inflar la imagen del mandatario del momento muy probablemente no tendríamos hoy tantos problemas como nación.

Afortunada pero irónicamente a la vez con tristeza y amargura el país ha tenido que descubrir que esos ocho años de gobierno fueron en realidad una trituradera de carne humana y de saqueo de la nación sin parangón en la historia moderna de la humanidad.

Las viejas estrategias que se usaron durante estos dos periodos y que nos engañaron haciéndonos pensar que estábamos siendo bien gobernados ya no están funcionando y el poco hábil actual presidente tampoco es que esté ayudando mucho.

Estamos acudiendo al desmoronamiento del uribismo como ideología política y esta colectividad está evidenciándose como lo que es: un grupo de marrulleros con fuertes vínculos con la delincuencia, sin vergüenza, que solo ha buscado el poder para enriquecerse y posicionarse por encima de los demás. Lo normalito de los políticos colombianos.

Esto queda demostrado de una forma muy patente cuando recordamos esa publicidad de "menos impuestos, mejores salarios" que ni habiendo pasado un mes de posicionar a su presidente, anunciaron sin sonrojarse la primera reforma tributaria en la que se le quitarían responsabilidades fiscales a las grandes fortunas mientras que algunas de ellas se le trasladaban a los ciudadanos de a pie. Luego siguió otra con la misma receta y por última la tercera contra la que el pueblo estalló.

El pueblo colombiano ha sido desde hace muchos años dócil y sumiso, y ha aceptado de forma obediente y sin protestar cuanto atropello se ha cometido: que se le dejan de pagar las horas nocturnas a los empleados: lo aceptaron; que les dejaron entrar al país productos agrícolas en contra de los intereses de los campesinos locales: lo aceptaron; que los congresistas se suban el sueldo en una razón de más de 1 a 30 con respecto al salario mínimo: lo aceptaron; que se le puso un impuesto a los movimientos bancarios de 4 por mil: lo aceptaron, que se le ha puesto un impuesto a la gasolina haciendo de esta una de las más caras del mundo: lo aceptaron. Y así, es posible citar un largo etcétera. El pueblo colombiano es de los más sumisos de la tierra, el pueblo colombiano no quiere protestar; la detestable acción de las guerrillas ha introducido de una u otra forma la idea de que estar en contra del Estado en Colombia es algo que está mal.

La tan negada y temida guerra de clases en Colombia se librado sin cuartel y tal y como dijo uno de los hombres más ricos del mundo, Warren Buffet: "la guerra de clases existe, solo que la estamos ganando", y en Colombia la van ganando por goleada, no por nada estamos en el ranking de los países más desiguales del globo.

Aún con esto y con una pandemia en la que el gobierno Colombia no ha tenido sino desaciertos, el pueblo Colombiano ha estallado. Tiene que ser un gobernante muy malo para que un pueblo tan sumiso y en medio del pico de una pandemia mortal la gente esté motivada salir a las calles a protestar. El hartazgo de la gente contra este gobierno y contra el Estado en general ha llegado a puntos nunca antes vistos en la historia reciente de Colombia. El vandalismo ha estado a la orden del día, algunos solo por la rabia contra toda esta situación, otros solo se han dedicado a robar.

Es de saberse que el pueblo colombiano es en general sumiso pero no todo este es noble. A la gente se le ha vuelto mezquina, en cierta forma el gobierno sabe que entre más mezquino es el pueblo más fácil es de dominarle. No por nada el expresidente declaró hace no mucho que prefería a alguien dentro de un grupo armado que contradiciéndolo desde el senado.

En medio de este pulso que está servido en la mesa entre el pueblo y el gobierno que empieza a dar síntomas de debilidad y anuncia que corregirá el texto de la reforma tributaria, el pueblo debe tomar conciencia histórica de esta oportunidad.

Es el momento en que debe surgir un liderazgo popular que pueda echar para atrás todas las medidas absurdas y abusivas que hoy por hoy vapulean a las gentes en pro del enriquecimiento de una camarilla de indolentes apátridas que controlan todo desde las sombras. No es el policía al que hay que vencer, ni mucho menos a los soldados. Es a esa camarilla que se ha apoderado de nuestros destinos y que es la causante de nuestros males a la que debemos de tener como objetivo para derrotar.

Para vencer a esa camarilla el pueblo colombiano debe dejar de ser ingenuo y debe volverse letrado e inteligente, autodidacta y no solo depender de la educación que le da el mismo Estado. Un pueblo sin educación es el instrumento de su propia destrucción es algo que ya nos lo dijo el libertador.

También es necesario que el pueblo colombiano entre en un estado generalizado de sobriedad y abandone toda embriaguez que le nuble los sentidos pues mientras más enajenada esté la población más fácil será de dominar. Se debe abandonar el hedonismo y se debe virar hacia el estoicismo.

Además el pueblo colombiano debe dejar toda mezquindad y debe establecer comunidades de verdad dónde prime la ayuda mutua, esto fue lo que en el pasado en muchos lugares del mundo pudo permitir a los movimientos obreros sobrellevar huelgas de largos periodos de tiempo contra los patronos. Hoy con las familias destruidas los obreros y trabajadores no pueden logar mantener un paro por mucho tiempo.

Solo cuando las personas estén unidas en una auténtica cultura convivencial es que van a poder hacer frente a esta camarilla que ha tenido la habilidad de enfrentarnos a los unos contra los otros incluso por cuestiones de ninguna o poca importancia. Hoy la gente se detesta tanto la una a la otra como es detestada por esta camarilla que la domina. Nuestra desunión es la causa de su fortaleza frente a nosotros.

Todos estos cambios como se puede evidenciar los tendrá que desarrollar el mismo pueblo colombiano y no podrá esperar a que el Estado los desarrolle, pues este solo sabe dominar y destruir.

Se hace necesaria entonces una revolución integral y no solo revueltas que pronto serán olvidadas y que al final solo terminan afianzando más el poder del Estado.

No debe creer el pueblo colombiano que el alivio a sus males se trata simplemente de cambiar a los operadores del Estado. No. El Estado es solo un ente opresivo, un Leviatán cuya función es aplastar al ser humano común, su naturaleza es siempre dominante y es únicamente cuando las personas asumen una actitud alerta y de combate contra este es que el Estado retrocede en sus intenciones.

Por eso es que una revolución real debe partir más desde el sujeto que desde cualquier  otra cosa. El sujeto y la calidad del sujeto son en todo momento decisivas. Todo lo demás es secundario. La calidad del sujeto es lo principal, lo fundamental, lo sustancial, si lo que se quiere es plantear un cambio real y no solo una escaramuza que se pasa rapidito, con consecuencias a largo plazo negativas para las personas, que es lo que suele ocurrir.

Aun así este texto también plantea en caso fantástico e hipotético que es lo que debe hacer el actual o un futuro operador del Estado (gobierno) si es que quiere solucionar esta situación tan caótica en la que estamos. Lo primero es retirar la reforma tributaria que hay sobre la mesa. No modificarla, si retirarla. Si va a modificarla debe entonces plantear una reforma en la que todas la exenciones que se le han hecho a las grandes fortunas en las últimas reformas del pasado sean eliminadas y que sean estás grandes fortunas las que paguen el grueso de los impuestos.

Luego, debe hacer una expropiación a las grandes fortunas, a los mega ricos del país, a esos cuatro o cinco que son los dueños de Colombia y que si les quitan el 10% de su riqueza siguen siendo los más ricos de Colombia, para paliar la crisis sanitaria y de salud que hoy padece toda la nación. Y por último, debe reducir el salario de todos los funcionarios públicos de alto nivel impidiendo a toda costa que cualquier funcionario público reciba del dinero público más de diez salarios mínimos en la totalidad de sus ingresos por su trabajo dentro del Estado, situarse por encima de la persona del común en diez niveles es más que suficiente, de ahí para arriba es algo impúdico y más si se hace con dinero público. Quien quiera más dinero que trabaje y emprenda. Quien quiera hacerse rico a costillas del Estado es una roña que debe ser evitada a toda costa. Si el gobierno actúa rápido e impone estás medidas la gente sin duda lo aceptará y agradecerá.

Pero esto es solo una fantasía y es obvio que un gobierno como el actual nunca va a hacer algo así, por lo cual es necesario que el pueblo llano, la persona común,  tenga un proyecto integral de transformación social, pues es obvio que el Estado no es la representación del pueblo, eso es un cuento de un protonazi llamado Hegel que dijo que el Estado era la manifestación del pueblo, pues antes todo el mundo, hasta los romanos sabían diferenciar entre una cosa y la otra, senado y pueblo, Estado y pueblo. Por eso del Estado solo debemos tener desconfianza incluso si nos ofrecieran un ingreso básico, que aunque en esta crisis puede ser aceptable no debería ser aceptado para siempre, esto sería degradante para las personas que lo aceptan al reducirlos a entes a los que hay que proteger y no personas en todas sus capacidades.

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