Pandemia en tiempos de neoliberalismo

Pandemia en tiempos de neoliberalismo

En donde reina el capital y el consumo, la salud es un negocio. Y aunque el coronavirus afecta a ricos y pobres, quienes tienen recursos se llevan la ventaja

Por: Silvio E. Avendaño C.
marzo 26, 2020
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Pandemia en tiempos de neoliberalismo
Foto: Pixabay

A distancia de la peste bubónica del siglo XIV, el coronavirus se expande por la aldea global, gracias a la movilidad del transporte moderno: terrestre, marítimo o aéreo. Al mismo tiempo, por los media, verbi gratia, el celular no solo globaliza la noticia, sino que extiende el miedo, el egoísmo y el pánico.

La pandemia ocurre en tiempos de neoliberalismo, en otras palabras, en la economía de mercado y la democracia del voto. En la atmósfera contaminada por el capital, el consumo, los incendios de bosques, la salud se ha convertido en un negocio: solo puede beneficiarse quien pueda pagarla. Como la salud se ha convertido en un servicio, no un derecho, se crea el sistema que hace de la salud una mercancía más. De ahí las dificultades cuando se presentan casos que no son contemplados en la lógica del capital. Por otra parte, mientras en las bolsas hay desplomes, pues las acciones de las empresas caen, el pánico se apodera de la multitud que corre a comprar papel higiénico, mientras los pulpos económicos adquieren empresas y oro. A lo anterior se añade la burocracia estatal, la cual ha sido elegida por la democracia del voto, o bien por la compra del voto, desconoce la ciencia. Una vez más, los políticos que se hallan en la dirección de la ciudad, ignoran el conocimiento científico y, plantean las conveniencias económicas.

Y entonces vienen las prevenciones: “Hay que lavarse las manos”, pues, supuestamente el agua que desciende por el grifo, lo resbaloso del jabón y el gel tienen el poder de desinfectar las manos sucias. Hay que limpiarse, dado que existe la mala conciencia que dice: “No tengo rabo de paja”. “Todo lo hicieron a mis espaldas”. Lo mejor es resguardarse para evitar que se sepa el contacto con la nieve (snow). Y hay que pertrecharse de tapabocas, es necesario para que nadie hable y, no se aclare cómo ni con quién son los tratos y contratos. De boca cerrada no salen infidencias. “Limpie, desinfecte y brille la imagen infectada”. Hágase la prueba para demostrar que se es transparente en un mundo peculiar poblado por hombres y mujeres inocentes, donde es más grave el robo de celulares que los asesinatos de las conciencias críticas.

Y la pregunta: ¿por qué el COVID-19 suscita tanta prevención? Quizá porque afecta a todos, es decir, a ricos y pobres, mientras hay epidemias como es el caso del dengue, agua contaminada, o hambre, que no llaman la atención ni encienden el pánico, y no se erigen las prevenciones, tampoco se suscita el pánico. Y vale preguntarse el origen de la pandemia. La destrucción de la naturaleza —que no es vista como el cuerpo inorgánico sino como ajeno a la humanidad que se puede explotar, destruir— y la indiferencia ante la contaminación de la atmósfera, negación del cambio climático, despreocupación por la destrucción de ecosistemas y la elevación de la temperatura del planeta.

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