Pandemia, corrupción y desobediencia civil

Pandemia, corrupción y desobediencia civil

"Los eventuales desarrollos políticos abren la posibilidad para la conformación de un frente amplio democrático, con expectativas reales de un nuevo poder en 2022"

Por: Tiberio Gutiérrez Echeverri
julio 13, 2020
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Pandemia, corrupción y desobediencia civil
Foto: Pixabay

Hoy en día la situación política tiene un dinamismo nunca antes visto en la historia reciente. No solo en la realidad nacional sino sobre todo en la realidad internacional. No es sino ver lo que ha pasado en estos primeros seis meses del 2020 para quedarse atónito con los cambios producidos por la pandemia del coronavirus y las consecuencias políticas, económicas y sociales que han golpeado fuertemente las economías capitalistas más desarrolladas, como son los casos de Italia, España, Francia, Inglaterra y Brasil. Lo mismo que el impacto producido en la meca del imperialismo mundial, Estados Unidos, de tal magnitud que ahora es el campeón de las cifras de los contaminados, de los muertos y de todos los asintomáticos que siguen engrosando la cadena interminable del COVID-19.

El impacto ha sido tan demoledor que ha despertado instintos atávicos, odios guardados y venganzas alimentadas con la expectativa de una oportunidad para poder pasar la factura de cobro por los desagravios de tanta ignominia, inequidad, pobreza y desigualdad. Las pestes llevan a las sociedades a despertar sus conflictos más profundos, a cobrar las deudas sociales sin pagar, el olvido y la marginación en que han mantenido a comunidades vulnerables durante tantos años de desempleo, pobreza, miseria y marginamiento.

Es lo que estamos viendo ahora con las manifestaciones multitudinarias en Estados Unidos y en todas las capitales europeas con motivo del asesinato de George Floyd, que ha despertado la indignación y el repudio de la conciencia democrática del mundo entero contra la arbitrariedad y el autoritarismo en el manejo fascista del poder, repitiendo en forma insolente y desvergonzada el esclavismo que ya creíamos superado desde hacía mucho tiempo.

Algo inaudito de proporciones alarmantes está pasando en Estados Unidos, la sociedad que nos vendieron los medios de comunicación como la máxima expresión de los valores democráticos, el paradigma de los derechos humanos y de las libertades públicas. El modo de vida americano. El paraíso terrenal. Ahora estamos presenciando el declive inexorable de la más grande civilización del mundo, ahogada en sus propias contradicciones internas, que empieza a derrumbarse inexorablemente como le ha pasado a todos los imperios que en el mundo han sido.

La rodilla del policía americano en el cuello de George Floyd hasta matarlo por falta de respiración está marcando el fin del mandato del presidente Trump para noviembre de este año. Su reelección parece estar en entredicho, como lo están mostrando las encuestas y manifestaciones en Estados Unidos y en el mundo entero.

No es raro que dentro de tres meses, el 3 noviembre de este año, en Estados Unidos y en todos los continentes desaparezca la figura bipolar, esquizofrénica y extravagante del presidente Trump en las pantallas de televisión, reemplazado por la figura de Joe Biden, candidato demócrata que asumirá la primera magistratura de la Casa Blanca si persiste la tendencia a favor del nuevo presidente virtual de los Estados Unidos.

Un hecho que sería histórico en las elecciones del país del norte, donde todos los presidentes repiten su mandato, lo que constituiría un duro revés no solo para el gobierno de Uribe-Duque, sino también para los países del Grupo de Lima, y por supuesto para Guaidó, el tristemente lacayo autonombrado presidente de Venezuela que ya no produce ni risa con sus invasiones frustradas para tumbar al presidente Maduro.

Ahora se comenta la posibilidad de conversaciones entre el presidente de Venezuela y el de Estados Unidos, impensable en el desarrollo de la política del coloso del norte, pero que puede suceder si tenemos en cuenta los cálculos electorales para la eventual reelección de Trump el 3 de noviembre, un acontecimiento que dejaría a Uribe-Duque en el máximo del ridículo, con su poderoso amigo dándoles la espalda al final de la película.

De cualquier manera que se le mire, la pandemia en Estados Unidos y en Colombia ha causado estragos no solo en la economía, sino también en las perspectivas políticas que tienen estos personajes frente a las elecciones que vienen en los países mencionados.

En Colombia ya no es solo de dominio público el escándalo de la corrupción en todas las instituciones del Estado, sino que ha salido la luz la ilegitimidad del presidente por la presunta compra de votos para su elección a través de la Ñeñepolítica, en hechos acaecidos durante la campaña presidencial del 2018, cuando le robaron las elecciones a Gustavo Petro en La Guajira, Santanderes, Antioquia, Córdoba y Cesar, como lo dijo Petro en Desobediencia civil, respuesta al editorial de El Espectador titulado El llamado a la rebelión de Gustavo Petro.

Así pues, veamos lo que señala allí el excandidato presidencial de Colombia Humana:

¿Por qué el gobierno de Duque es ilegítimo? Porque se hizo elegir con el voto comprado por el dinero del narcotráfico. De acuerdo a las sentencias del Consejo de Estado, basta que un solo voto haya sido fraudulento para anular una elección. Aquí estamos ante la presencia de centenares de miles de votos comprados y los autores son los narcotraficantes amigos del presidente, aparte de las amistades narcotraficantes de la vicepresidenta.

¿Qué sucede cuando un gobierno es ilegítimo? Si la sociedad no reacciona, un gobierno ilegítimo mancha toda la institucionalidad y conduce a la sociedad a los abismos, a la muerte, a la desintegración social y nacional.

No soy yo el que pone la institucionalidad en peligro, como dice su editorial, solo por llamar a la emancipación ciudadana; al contrario, son Duque y Marta Lucía los que arriesgan toda la institucionalidad para perpetuarse en el poder ilegítimo y por eso compran el Congreso, por eso cooptan la Fiscalía, por eso tratan de cooptar las cortes judiciales, por eso degradan el Ejército y la Policía. La ilegitimidad lleva a la dictadura y a la degradación. Las instituciones sin ciudadanía son instituciones débiles e ilegítimas. Cuando compran a la ciudadanía la evaporan, y sin ciudadanía no hay institucionalidad democrática.

En cambio, y contrario a lo que dice su editorial, Colombia Humana llama a fortalecer la ciudadanía y, por tanto, las instituciones; es con una ciudadanía actuante y emancipada como se relegitiman las instituciones dentro de un proyecto democrático de nación. La desobediencia civil no es una simple rebelión, es la aparición y la construcción de una ciudadanía emancipada en medio de una tiranía.

La emancipación es lo contrario de la esclavitud. Implica una liberación republicana, una ruptura con el estado de servidumbre al que conduce el voto comprado y con el control violento de las mafias de la corrupción y del narco. La desobediencia civil implica una ciudadanía empoderada y libre que se siente dueña de su Estado y de su patria y decidida a barrer con la ilegitimidad y el crimen vuelto poder. La desobediencia civil implica una decisión individual libre y consciente: no dejar ir a los niños a la escuela en tiempo de pandemia, no salir a trabajar un día convocado, no pagar servicios públicos que se elevan aprovechando la debilidad ciudadana, no pagar deudas ante la codicia del banquero. Al ser una decisión individual, implica no sólo conciencia sino un riesgo que solo disminuye si esa decisión individual está al lado de millones de decisiones iguales, si se convoca colectivamente a la desobediencia civil.

Dirán que el pueblo colombiano no está listo para estas jornadas civiles, algunos dirigentes políticos dirán que es muy prematuro o difícil, mientras suplican contratos en los gobiernos. Los acontecimientos que desencadena el gobierno ilegítimo, llevando a las gentes a las calles para producir ganancias para otros, violentándolas con la muerte de líderes sociales mientras conduce el erario al bolsillo de los dueños de los bancos, mientras concentra pavorosamente la riqueza en medio de la pandemia y el empobrecimiento generalizado de la población, mientras mata con torpeza y rápidamente la economía y el sustento, implican una respuesta social si no queremos que la sociedad sea llevada pasivamente al matadero.

La respuesta social acorde con la necesidad de no juntarnos físicamente es la desobediencia civil. Es una acción eficaz de cara a salvar la vida y a legitimar las instituciones, debilitando a los ilegítimos y los corruptos.

Así las cosas, ha sonado la campana para arrancar la campaña de las próximas elecciones presidenciales del 2022 con la anterior denuncia y con el llamado a la desobediencia civil que, sumada a la eventual pérdida de las elecciones del presidente Trump, y sin la presidencia de Guaidó en Venezuela, constituirían un fracaso rotundo de la política de Uribe-Duque, no solo a nivel nacional sino también internacional.

De tal manera que estos eventuales desarrollos políticos abren la posibilidad para la conformación de un frente amplio democrático en Colombia, con expectativas reales de un nuevo poder en las próximas elecciones del 2022, para darle una salida democrática a la profunda crisis nacional.

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