Pan y circo, la eterna realidad de Colombia

Pan y circo, la eterna realidad de Colombia

Somos un país donde la tragedia, la corrupción y la impunidad legitiman cada vez más los adagios populares que nos ridiculizan y nos vulgarizan como sociedad

Por: JUAN PABLO CARDONA ROJAS
mayo 11, 2020
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Pan y circo, la eterna realidad de Colombia

Nos ufanamos de ser “la democracia más antigua de Latinoamérica”, pero no entendemos qué es la democracia. Nos ufanamos de ser “el país más feliz del mundo”, pero nunca antes en ningún otro lado la felicidad ha sido el placebo eterno para nuestra nula cultura política, quietud y pasividad ante el saqueo abrasivo de ese espíritu narcoparamilitar ocultado bajo el velo de ese “berraquismo” que autoproclamamos a cualquier costo y que alabamos sin importar que suframos la desgracia de su dañino distintivo: la corrupción, la corruptela, el CVY, la tajada, el papayaso, la torta, etc.

Somos el país de la censura de corrillo, de la indignación de corto plazo, del olvido del pasado y de la impunidad del futuro. A esto le llamo, el circo moderno, la pantomima corrupta; donde, al final del día, el escenario se desmonta y se preparan para un nuevo día de un nuevo acto, eso sí, tan vulgar, indolente, corrupto y salvaje como sea posible.

Vivimos una emergencia sin precedentes, y aun así, no hay esperanzas para esta sociedad. No hay esperanzas de corregir el pasado, de aliviar el presente y mucho menos de aprender para el futuro.

El escándalo de ayer, es eso, solo el escándalo de ayer. La indignación fue expresada ayer, la promesa de castigos fue dada ayer, la rasgadura de vestiduras fue ayer, y las consecuencias solo se quedaron en el imaginario “utópico” de la justicia y el resarcimiento social expresado el día de ayer.

Somos el circo de la corrupción, donde los organismos de control operan en dos actos. El acto inicial es el de la promesa de investigaciones o alerta de fugas del erario; y el segundo acto, es el acto de la inoperancia; la carencia de resultados efectivos, cuyo cierre es la publicación de un informe, un libro o un artículo donde solo vemos el rastro del despojo, las consecuencias y los dolientes del saqueo.

Es tan rica la gama de calificativos despreciables y lamentables para esta sociedad que, siendo un circo, somos el peor circo.

Y esto no es una referencia encaminada a despotricar de los circos, ni más faltaba. Se trata de una alegoría al espectáculo; pero al espectáculo vulgar, corriente, sangriento y dañado que recreamos como sociedad; no a ese espectáculo maravilloso y poco valorado como es el del mundo circense; otro de los gremios olvidados no solo durante la emergencia, sino siempre.

Esta emergencia nos evidencia lo predispuestos, casi que biológicamente, que estamos como sociedad a la corrupción, y la falta de criterio e ignorancia que redunda y hace eco en todos los sectores sociales y que nos condena día a día a permanecer pasivos ante el saqueo y pasivos ante la consigna clara inmersa en la constitución y en la democracia, exigir nuestros derechos.

La emergencia con ocasión de este virus nos despliega por parte del Estado un espectáculo cundido de corrupción, repleto de señalamientos contra un pueblo que permanece apacible día a día ante la corrupción y que ahora tiene más tiempo para observarla desde casa como todos somos víctimas y victimarios de este flagelo emprendido día a día, con formas cada vez más peculiares y frenteras, por parte de la clase política y de los enanos políticos que una y otra vez se encumbran en el poder con la ignorancia electorera del pueblo.

Hoy el Gobierno nos llama atenidos, hoy sufrimos y padecemos informes diarios del presidente de la republica que pareciera como si estuviera en un concurso de popularidad; y aun, ante una pésima, nefasta, ineficiente e ínfima gestión, aseguran los medios, cuenta con una popularidad absurdamente inflamada, lo tienen “en su mejor momento”.

No nos proporcionan salud de calidad, no nos proporcionan educación de calidad y nos la quieren quitar, saquean sin medida con la complicidad de los órganos de control, inoperantes por demás; pareciera que sufrimos algo a lo que llamo la suerte del siervo, podemos tener una vaga idea de lo mal que esta el sistema, pero llevamos tanto en él que, ante un pésimo sistema educativo que funciona con los dientes, un sistema de salud completamente nulo y saqueado, un conjunto de valores tendido sobre el lodo, si nos dan un subsidio de $160.000 lo agradecemos, lo vemos como un regalo y seguimos, víctimas de nuestra ceguera auto-inducida. Así lo entiende la gente.

Claro, es muy fácil obtener legitimidad y obtener popularidad cuando los ciudadanos no son conscientes de sus derechos y los mecanismos que tiene para hacer valer su poder.

Como lo ven, cada vez hay menos pan y el circo lo ponemos nosotros. Todos cumplimos papeles duales, todos somos actores y expectantes al mismo tiempo.

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