Pamplona es una ciudad fría, pero de una calidez que enamora. Si otras ciudades del país gozan de un clima acogedor y hospitalario, Pamplona, además de su temperatura "europea", cuenta con gente pujante, talentosa, creativa y sagaz. Eso la hace única.
Pamplona de Indias es pequeña, bella y tranquila. La ciudad ideal para aquellos que buscan los atributos de la paz y el sosiego. La ciudad apropiada para un recién pensionado. No es grande, no es congestionada, no es ruidosa, tampoco insegura.
Con apenas 60.000 habitantes, Pamplona ha sido llamada de muchas maneras: "Ciudad Mitrada", "La Atenas del Norte", "Ciudad de las Neblinas", "Pamplonilla la Loca", "Ciudad Estudiantil", "Ciudad Patriota", "Muy noble y muy hidalga ciudad", "Ciudad de Ursúa", entre muchas otras.
Simón Bolívar la llamó "Ciudad Patriota", por haber sido pionera del grito de independencia gracias a la voz rebelde y portentosa de Águeda Gallardo de Villamizar, quien al lado de Policarpa Salavarrieta son las únicas mujeres próceres de la Independencia de nuestro país.
De su suelo han brotado seres excepcionales: gente combativa, reflexiva, sensible, empoderada, rebelde. Aquí nacieron Águeda Gallardo de Villamizar (patriota y prócer de la gesta libertadora), Camilo Daza (piloto y pionero de la aviación en Colombia), Eduardo Ramírez Villamizar (pintor y escultor), Jorge Gaitán Durán (poeta y escritor), Eduardo Cote Lamus (poeta, escritor y exgobernador de Norte de Santander), Oriol Rangel (pianista y compositor), Beatriz Daza (escultora) Candy Selenne Barbosa Monsalve (abogada y artista, directora de la fundación Luz Marina y defensora de los derechos de la mujer).
De los municipios de Norte de Santander, Pamplona es la "ciudad fundadora de ciudades". Su belleza es superior a Chinácota (una de las más bellas), Cácota (llama la atención su arquitectura), Pamplonita, Silos, Mutiscua (destacan su paisaje y su naturaleza). Pamplona descuella por su pasado colonial, sus museos, sus iglesias, sus festividades y celebraciones.
La Universidad de Pamplona, fundada en 1960, es una de las más prestigiosas del país. En su campus universitario convergen la diversidad y la multiculturalidad de más de treinta mil estudiantes.
La "ciudad fundadora de ciudades" tiene una temperatura fría y humedad, y un centro histórico (declarado como Bien de Interés Cultural de carácter Nacional) que invita a la exploración de su arquitectura, sus calles, sus balcones, sus casas con inmensos solares y sus terrazas. Sus habitantes son amantes de la naturaleza y de los animales, a tal punto que podría afirmar que hay uno o dos caninos por familia. Son famosas sus colaciones, sus cafeterías, sus iglesias y la plaza de mercado. Doña Águeda Gallardo, además del grito de la independencia que aún retumba en la ciudad, dejó en las nuevas generaciones el sabor y la consistencia del pan de agua, colación hecha en hornos de leña y piso de piedra. Aún gravitan por la Calle Real los sonidos de los cascos de los caballos de la gesta libertadora. Quizás ese eco, negado a irse o a desaparecer, les recuerda a los pamploneses que la lucha por la libertad y la resistencia contra las injusticias siguen vigentes.
Adenda. Sin embargo, y pese a todas estas bondades arriba señaladas, Pamplona debe revisar muchos aspectos de su cotidianidad: la falta de planeación y el crecimiento desordenado de la ciudad; el manejo de las basuras y los residuos sólidos; el deterioro de la malla vial en muchas de sus zonas y áreas urbanas; la protección de sus costumbres y tradiciones frente a la amenaza del "progreso" y la modernización urbanística; el cuidado, rescate y conservación de su casco histórico y sus edificaciones coloniales (ojalá emulen algunas acciones de la Alcaldía de Cácota en la conservación del patrimonio).