Solidaridad de cuerpo, como en los falsos positivos. Fuego amigo de dirigentes, como en el caso de Ordóñez en la OEA y los PetroLeaks en la izquierda. Lealtades y traiciones que inhiben trabajar mirando el futuro en equipo.
Colombia se atasca con facilidad, sea para hacer un tunel en La Línea o para poner en marcha un acuerdo de paz que costó años de esfuerzos y, así, reconciliarse y construir el futuro con optimismo.
Una de las claves para entender esa incapacidad de trabajo en equipo radica en la manera como se practica la lealtad.
La lealtad en Colombia se suele aplicar como solidaridad de cuerpo. No se acusa a los amigos. Se los justifica, se los defiende, se guarda silencio y se agrede a los detractores, independiente de si hay o no buenas razones. Ha funcionado con los llamados falsos positivos, terrible expresión, ya que los bárbaros hechos ni son positivos ni falsos. Se aplica, en el otro extremo del espectro, al silencio de algunos sobre el modelo fallido, política y económicamente, de Maduro y su movimiento.
Tal cultura forma parte de la ceguera que nos impide trabajar mirando el futuro como cuerpo social, vale decir con quienes piensan diferente, para salir de un conflicto doloroso y afrontar los retos descomunales que nos deparan la verdad y la reconciliación, la globalización, el vertiginoso cambio tecnológico y el cambio climático.
Algunos de nuestros dirigentes políticos, llamados a ser los orientadores de sus seguidores, en solidaridad de cuerpo, prefieren ponerle zancadilla a sus opositores y también emitir fuego amigo en sus propias toldas. La marrullería descarada en el Congreso para impedir lo obvio, el rechazo a las objeciones presidenciales a la JEP, es ejemplo de lo primero. Los PetroLeaks y la intervención del embajador Ordóñez explicando las razones de la migración venezolana, ilustran el fuego amigo en las propias toldas.
Lamentablemente, tales hechos de miopía traen consecuencias graves.
Cualquiera que sea la decisión que la Corte Constitucional, no se sabe cuándo, acerca de la JEP, no será posible recuperar el tiempo perdido. Lo ocurrido con las semanas de marrullería, armada entre el gobierno y Macías y Cía, para posponer y embolatar la votación que, claramente, apabulla las objeciones, es tan solo una manifestación más de la incapacidad de movernos hacia adelante, de respetar las reglas de juego, de acatar los resultados y proseguir el camino. Es la solidaridad de cuerpo con los medios que estén al alcance.
Si pudiéramos vernos a distancia, estaríamos avergonzados como sociedad. Deberíamos estarlo: en un mundo cada vez más conectado somos observados en lo positivo, sea el camino recorrido hacia el acuerdo de paz o los triunfos de Ibargüen o de Quintana, así como en las pequeñeces y las zancadillas que nos infligimos nosotros mismos. Estas últimas van en alza. Nos estamos atascando.
Nos resulta imposible mirar, en conjunto, los grandes retos y preguntarnos cómo crear condiciones, por ejemplo, para que los jóvenes adultos del 2030 y 40 puedan tener empleo en el mundo de la inteligencia artificial, la biotecnología, la nanotecnología… O cómo parar la destrucción de bosques y selvas en el Guaviare y el Vaupés… Y, muy básico, en cómo les preservamos la vida, en cómo perdonamos.
Preferimos mantener vivo el rencor que el conflicto más reciente haya provocado
y estar al acecho de cualquier oportunidad
para castigar a algunos de quienes consideremos del otro bando
Preferimos dedicarle tiempo a construir enemigos, a mantener vivo el rencor que el conflicto más reciente haya provocado y estar al acecho de cualquier oportunidad para castigar a algunos de quienes consideremos del otro bando.
En cuanto al fuego amigo, en este país de caudillos y ausencia de partidos y movimientos sólidos, los PetroLeaks no dicen, en realidad nada nuevo, diferente al canibalismo en la izquierda. La inspiración de unos cuantos egos enceguece a muchos de sus seguidores que pretenden tapar el fuego amigo o negarlo.
Por su parte, el embajador ante la OEA, Alejandro Ordóñez, se vino lanza en ristre contra los migrantes venezolanos. Son, nos ilustró, agentes difusores del castrochavismo. Qué estupidez: mucha más gente de la que cabe en el Centro Democrático estamos de acuerdo en comprender y apoyar a quienes, por el colapso del modelo Chávez-Maduro, se ven obligados a emigrar, aunque diferimos en la forma en que se pretende que Maduro salga.
Tibias las reacciones del gobierno ante la propuesta, directa, de Ordóñez, de considerar la migración venezolana como un grave problema de seguridad y que contradice la línea oficial. De nuevo, torpe solidaridad de cuerpo.
La forma de lealtad que se aplica es como pedalear en una bicicleta estática. Todos salimos agotados, sin avanzar. El que gana es el que vende las bicicletas…