De niño me pregunto qué hice —o qué dejé de hacer— para merecer ver tanta sangre humana derramada. Ahora de adulto quiero pensar con el deseo de que la paz está en nuestras manos. No debemos desaprovechar esta alucinante oportunidad, porque con la paz alcanzaremos todos nuestros proyectos y deseos. Yo había abandonado la idea de tener hijos; deseaba evitarles el sufrimiento de padecer la violencia fratricida colombiana, porque he escuchado casos de hermanos peleando en bandos diferentes y que se buscaban, no para abrazarse, sino para matarse. ¡Así es la naturaleza de la degradación total del conflicto!
Son muchas décadas de violencia, más o menos cincuenta años de conflicto entre colombianos con el alma hecha trizas, los mismos rasgos físicos y las mismas características culturales, sociales y económicas. Se nos fue la mano. ¡Qué horror!
La paz es el camino seguro hacia la felicidad. La guerra es un mal negocio. La guerra genera desestabilidad económica y desconfianza inversionistas. Los empresarios extranjeros y propios huyen despavoridos por la violencia desbordada.
En una democracia fuerte cabemos todos. Usted, senadora Paloma Valencia, tiene todo el derecho del mundo a tener sus opiniones personales. Y está bien que las exprese. La invito cordialmente para que nos ayudemos a sacar a este país del fango podrido de la violencia, del subdesarrollo social, cultural, político y económico.
Corramos la cerca de la democracia para que quepamos todos. Saquemos las armas de las manos de los violentos, y el odio, de nuestro corazón, porque el rencor conduce a la autodestrucción. Las armas son abominables. Construyamos espacios de participación para que nadie esgrima ningún pretexto con el que pretenda justificar el uso de las despreciables armas.
Con el perdón de Mario Benedetti, yo creo que ya no podemos seguir en el intento de inventar paz a ponchazos. Usted es una mujer inteligente. Yo he seguido atentamente sus intervenciones en el Congreso y en los medios de comunicación. Y aunque discrepo con su postura, le reconozco la fuerza de sus argumentos y su capacidad de convencimiento.
Empleemos la energía creadora y el talento hacia la construcción de la paz duradera, definitiva y sin engaños. Convirtamos su nombre en el logotipo de la paz. Convirtamos su nombre en un eslogan hermoso y en hechos reales: Paloma Valencia, la paloma de la paz.
Piénselo, por favor.
