El idioma se queda corto para calificar los ataques terroristas que Hamás llevó a cabo contra Israel. Las masacres cometidas por los militantes de dicho grupo son simplemente atroces e injustificables. Si bien la historia reciente (y no tan reciente) nos puede ayudar a entender por qué ocurrió lo que ocurrió, dicha explicación no debe ser usada como una justificación de lo ocurrido. En pocas palabras, podemos explicar lo injustificable pero no podemos justificar lo injustificable.
En esta trampa no solo caen aquellos que pretenden justificar lo ocurrido en Israel con argumentos basados en la histórica opresión que sufre el pueblo palestino, sino también todos aquellos que justifican el salvaje bloqueo y la masacre de civiles que Israel está llevando a cabo en Gaza bajo el pretexto de legítima defensa. Lo uno y lo otro son simplemente lo mismo: una barbarie.
Si lo que se busca es coherencia moral, se debería sentir indignación tanto por lo uno como por lo otro. En lugar de esto, muchas personas han caído en la trampa de dejar que su indignación sea limitada confinándola al horror de lo ocurrido en los kibutz israelíes. A partir de ahí, todo hace parte de una reacción justificada.
Esta es, precisamente, la trampa de Occidente. Una trampa de doble moral que por un lado condena actos terroristas contrarios a cualquier sentido de civilización y por otro aprueba las acciones de un estado que bombardea indiscriminadamente a un pueblo atrapado en una pequeña franja de terreno que ya ni siquiera cuenta con los servicios más básicos.
Este incondicional apoyo hace que la hipocresía de Occidente sea cada vez más evidente y más pútrida. Estados Unidos lidera tal apoyo con una grotesca ayuda militar y voces que, desde el otro lado del Atlántico, hacen un llamado para que su histórico aliado aniquile de una vez por todas a las más de dos millones de personas que viven en Gaza. Al final de cuentas para este grupo de siniestros personajes los habitantes de Gaza no son nada más que un grupo de animales tal y como lo dijera el ministro de defensa israelí cuando decidió dejarlos sin alimentos, combustible, electricidad y agua.
Estamos de frente a una prueba histórica en donde la doble moral ha llegado a su ápice más pronunciado. Si Occidente no detiene la masacre anunciada que está por venir, el Abu Ghraib anunciado que está por venir y (¡qué irónico!) el holocausto anunciado que está por venir, el mundo terminará cayendo de nuevo en esa siniestra trampa en la cual la indignación se congela y se repite la infamia.