Estimada Vicky Dávila.
Me permito hacerle algunas observaciones en relación con el trino que usted hizó el día de ayer, 28 de julio, a propósito de la controversia alrededor del presidente Duque y su devoción por la Virgen de Chiquinquira Se refirió a ello como una tontería y como una ridiculez, entre otras.
#ProhibirLaVirgenADuqueEs negarle su propio derecho al culto... ¿no poder mencionar a la Virgen de Chiquinquirá? Nooooooooo!!!
— Vicky Dávila (@VickyDavilaH) July 28, 2020
Vamos a ver. Y para no caer en lugares comunes no me referiré a que somos un Estado laico, aunque de tradición católica y mariana. La verdad es mucho más grandiosa y usted, como conocedora de la realidad social (política e histórica), debería estar al tanto.
Hay dos textos indispensables para entender el pensamiento de occidente (hay muchos más, pero me referiré a dos de ellos): la carta de la tolerancia de Locke y el tratado de la tolerancia de Voltaire. En el primero, en la edición de Alianza Editorial y con traducción de Carlos Mellizo, existen afirmaciones del tipo: “El Estado es, a mi parecer, una sociedad de hombres constituida únicamente para promocionar y preservar sus bienes civiles” y, luego, en la misma página, “el magistrado se encuentra, por lo tanto, armado con esta fuerza: el apoyo de sus súbditos a fin de castigar a aquellos que violan los derechos de los demás”. Cuando habla del magistrado, se refiere a quien ostenta el poder. El magistrado debe ser condición de unión y, por ello, sus manifestaciones deben enviar el mensaje a los súbditos de que el poder estatal es neutral.
Locke reconoce que el magistrado tiene derecho a creer en una u otra religión, cosa que no se le ha desconocido a Duque, pero tiene un deber político y, llamémoslo así, ético superior, de respetar las creencias de todos, siendo su papel el de un colombiano a quien se le ha otorgado la función fundamental de dirigir a toda la nación.
Por su parte, Voltaire (edición de Crítica y con traducción de Carlos Chies) recuerda que incluso los cristianos han sido objeto de violencia por la intolerancia de algunas comunidades (aún hoy vemos hechos como el de la Hermana Gloria Cecilia Narváez). Por este motivo, uno de los grandes logros de las sociedades contemporáneas descansa en la tolerancia religiosa y el respeto a las diversidad de ideas. Para que ello sea así, el Estado debe mantenerse neutral en relación con las creencias personales o, contrario sensu, promocionarlas a todas por igual.
El presidente tiene un fuero especial y, por tanto, sus decisiones personales pueden tener repercusiones políticas. Recuerde la orden del Tribunal de Apelaciones de Nueva York al prohibir al Presidente Trump bloquear periodistas o críticos, aunque fueran groseros. La razón de fondo es la misma: él representa una idea y un Estado y es necesario para la democracia.
Que el Estado no deba involucrarse en el fuero religioso tiene matices, como lo evidenció la Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cuando afirmó que la prohibición del velo en las universidades turcas era compatible con los derechos humanos, por cuanto era el reflejo de la laicidad del Estado y de valores superiores que justificaban la medida.
A Duque no se le desconoce su derecho a confesar una religión, pues él podrá comulgar en su vida privada aquella que considere que se ajusta a su ideal de un mundo mejor y una vida más allá de la terrenal, tanto como usted y como yo. Pero, cuando él, que no puede quitarse su vestido de representante del Estado, de la nación y del país, excluye a quienes piensan diferente, discrimina. El Estado está hecho justamente para evitar todo tipo de discriminación.
Posdata 1. Es lamentable que usted se hubiera referido a una decisión judicial con palabras soeces, cuando semanas antes había criticado aquello mismo en una columna dominical.
Posdata 2. De acuerdo con el Decreto 2591 de 1991, el presidente, aunque en su derecho de defensa y contradicción recurra la decisión, debe acatarla.