A propósito de peleas cazadas ente petristas y peñalosistas, santistas y uribistas, cabe resaltar que muchas veces lo peor de personajes influyentes en la política nacional (independiente de su ideologia), tales como Gustavo Petro, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, Enrique Peñalosa, Jorge Robledo, entre otros, no radica en ellos. Lo peor, y a veces detestable de cada uno, es la gente que los sigue. Sí, esos mismos que lo hacen a ojo cerrado, sesgados ante cualquier idea por más absurda que sea. Sin cuestionamientos, cuan ovejas que siguen su rebaño y obedecen al pastor que presume guiarlas pero que en realidad no hace más que llevarlas al matadero.
Es paradójico que entre izquierdas y derechas con matices distintos han caído en el mismo vicio que se cayó cuando aun existía el bipartidismo en Colombia. Siendo así, entonces el caudillismo no es nada nuevo y los políticos con ínfulas mesiánicas y creyentes de que son salvadores de la patria, mucho menos. Pero también se puede evidenciar y aceptar que ese es el resultado de un país que apremia estas conductas, en el cual el populismo y el arribismo son las principales herramientas en el debate. Sea cual sea ¿Cómo olvidar esta famosa frase de reconocido político colombiano? ''Si lo veo, le voy a dar en el cara, marica''.
Desde la época de Laureano Gómez y Jorge Eliécer Gaitán, pasando por los tiempos de Álvaro Gómez y Luis Carlos Galán hasta el día de hoy, el pan de cada día para los colombianos ha consistido en eso: en la alabanza y la venia hacia la clase política tradicional. Frases que se hicieron comunes y citando a Jaime Garzón: ''hay hágame un favor, Concejal. A ver si yo le consigo unos voticos y usted me hace el favor y me...''. A ver, cómo es posible que si el pueblo es el supuesto constituyente primario y si la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, entonces ¿Por qué se sigue alabando a esa clase alta dueña del poder? Y lo digo así no por generar un debate entre lucha de clases o algo parecido, lo digo porque cómo va a cambiar el panorama político nacional si seguimos viendo y escuchando los mismos rostros y los mismos apellidos pero con ''distinto discurso''; los hijos de los hijos de los hijos.
Difícil que así se logre un cambio y se rompa el paradigma de lo que para la persona de a pie es la política. Ahora saltarán unos diciendo: "es que no hay quien cambie el país" ¿Ah? ¿Perdón? Entonces ¿Qué queremos? ¿Que llegue alguien y haga el trabajo que nosotros no nos hemos propuesto y ademas seguir obedeciendo a esa cultura facilista que padece el colombiano común? Pues entonces sigamos como vamos, si más de 40 millones de personas no son capaces de asumir su responsabilidad y empezar a cambiar costumbres, pues entonces sigamos así, con la gente muriéndose de hambre, reforestando y vendiendo nuestras riquezas naturales y dejándole un país a futuras generaciones que no tendrán más que pobreza y desabastecimiento pero que seguirá, ademas, con políticos ególatras que no les importa más que vanagloriarse cuan divas fashion del mundo moderno.
No más caudillos, abajo los "ismos". No más "políticos" con delirios mesiánicos y con papeles casi actorales de próceres de la patria. Qué gran tarea tiene esta nueva generación; no en vano es llamada "generación de la paz", llamada a construir y romper viejos parámetros de la política tradicional que parece no haber salido del siglo XX. Qué gran deber es la dignificación de la política como herramienta para la construcción de una nueva sociedad.
''Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvarselo, ¡NADIE!''. Jaime Garzón.
