Roma muestra su pasado a través de las ruinas arquitectónicas del imperio degradado y cruel, en el que la corrupción hizo parte de su sistema social de clientelismo, abuso de poder y enriquecimiento personal de la clase gobernante avara y déspota, que basada sus prácticas en la lógica de que todo podía venderse y ser comprado, sentencias judiciales, cargos, obras públicas.
Afirmaba su poder comprando votos para añadir o favorecer a sus candidatos o sobornando al “rogator” (funcionario electoral como el registrador), para que multiplicara en las urnas el nombre de un candidato en detrimento de los demás.
Al pueblo le ofrecían la “annona”, que era el reparto gratuito de trigo que hacía el Estado (formula homologable a familias en acción, mercados, sisben, gratuidades), que constituyó un foco de corrupción, ya que el derecho de todos los ciudadanos era cambiado por “ayudas” presentadas como “generosas dadivas” del gobernante, con el propósito de mantener aplacada a la multitud de pobres que formaba el grueso de la sociedad abiertamente desigual y no escapaban de la “mordida” a estas ayudas algunos patricios (como “gente” de bien) que reclamaban “la parte que les tocaba” en la distribución y lo acumulaban para especular y enriquecerse, el resto eran espectáculos, circo con fieras, sangre en la arena y festejos con niños encadenados a carros de combate (como festejan el asesinato de niños tratados como “máquinas de guerra”).
La corrupción solo dejó de existir cuando el imperio fue derrumbado y la clase corrupta en el poder destronada, inclusive se afirma que de tanto beber y festejar sus “ruinosos triunfos” se degradó, perdió capacidad mental y el pueblo no aguantó más la depravada fascinación que tenían por la maldad y la astucia para el engaño y se deshizo de ellos, se los comió a dentelladas dijeron los biógrafos.
Como en el imperio Romano los corruptos aquí son minoría, se degeneran, embrutecen, pierden su tinte aristocrático, se mezclan, se traicionan, se destruyen.
Aquí el gobernante, sus ministros, el líder del partido en el poder y el “elegido por él” para la sucesión, crearon su propio imperio, difícil de desatarlo de la corrupción e infunden temor y miedo, como los tiranos de Roma, que henchidos de poder vendían la falsa idea de que Roma era el faro moral y cultural que iluminaba a los pueblos, cuando en la realidad lo que había era una ruina por la sucesión de hombres decadentes, crueles, malvados en el poder.
“Calígula” el dulce niño déspota, sádico y megalómano que planeó convertir a su caballo en el más alto magistrado y “Nerón”, obsesionado con las conspiraciones y la crueldad, terminaron despreciados, odiados y sus reinados borrados de los registros oficiales romanos.
La tasa de corruptos aferrados al poder es mínima, las élites son minoría, pero el sistema de corrupción del que participan muchos (no todos) es sólido. Solo 6 personas son multimillonarias según Forbes y reciben contratos del Estado, son consultados, influencian decisiones. 39.676 tienen fortunas superiores a 1 millón de dólares y 5.200 personas poseen patrimonios superiores a 5 millones de dólares. El total de élite no supera 10.000 familias y 18 clanes que aparecen reiteradamente presentes con un modus operandi que los delata controlan riquezas y elecciones.
La conducta se repite en escándalos por repartición del erario, contratos, cargos y ataduras al poder político, como señalan miles de acusaciones que reposan en despachos de justicia.
Los “escándalos” descubren cuatro tipos de alianzas: con mafias y narcotraficantes (Escobar, Rodríguez O, Otoniel, Ñeñe, Memo Fantasma, Matamba); con paramilitares (Castaño, Mancuso, Báez, Jorge 40, Cuco Vanoy); con redes y oficinas del crimen (de don Berna, Job) y; con “fábricas de falsificación” (Panamá Papers, Agro Ingreso Seguro, Odebrecht, Invercolsa, desmovilizaciones, Tesis de grado).
Los métodos y estrategias de corrupción revelan una competencia entre las elites por mejorar el sistema de corrupción, inclusive por legalizarlo. La operación perfecta del sistema de corrupción se condensa en el número 6402.
El crimen de guerra y lesa humanidad mejor ejecutado en la seguridad democrática, cuando el propio líder del partido en el poder era jefe del estado y comandante en jefe de las fuerzas militares que atendieron la orden, hicieron ver que el gobierno ganaba una guerra que todos perdían y desangraba al pais.
Hubo protocolos, escenas del crimen, informes oficiales, comunicados de prensa, reconocimientos, recompensas, exaltaciones de gobiernos ajenos, dineros del pentágono para continuar “su lucha” (del führer “Mi Lucha”), condecoraciones y ascensos, los soldados, subalternos, sometidos e hijos de campesinos por disparar y matar recibieron pollos asados y domingos de descanso, les bastaba sumar asesinados y guardar eterno silencio.
El país está en ruinas a consecuencia del ejercicio degradado del poder de élites que desconoce los límites que les imponen los derechos, incumple los mandatos de la constitución y desprecia la soberanía que reside en el pueblo.
Con arrogancia y despotismo reciben las sentencias de la ONU, CIDH y miles de organizaciones de derechos y demócratas del país y del mundo, que condenan prácticas indignantes como engañar, mentir, mutilar los ojos de los jóvenes o violentar sexualmente a mujeres víctimas de acorazados, a la usanza de las fiestas de Calígula.
Con astucia ocultan entre metodologías, encuestas manipuladas y retoricas sin contenido las ruinas de un país saqueado. Las élites sin embargo padecen el stress y la angustia que les produce el sistema de corrupción puesto al descubierto que tiende a derrumbarles su imperio y ponerle fin a su maestría para distorsionar la realidad y dejar en evidencia que ni son el faro moral, ni representan a la inteligencia, y son un riesgo para la salvaguarda de lo público, la paz pactada y la vida para vivirla con dignidad.