Mientras estábamos ahí lo vimos. Un hombre de gorra francesa y evidentemente acomodado compró unos zapatos usados en 300 mil pesos. No lo pensó dos veces y desembolsó la plata. Tal vez la primera persona en esta ciudad que empezó a llevar con orgullo ropa usada fue Andrea Echeverry. Ahora se volvió una tendencia de hípsters, de hippies acomodados o, simplemente, de personas que no tienen más recursos que comprarse una camiseta que alguna vez perteneció a otra persona.
Nos metimos con una cámara a esta tienda y mostramos como se mueve uno de los mercados más hípsters de Bogotá: