En diciembre pasado concurrí a una novena de aguinaldos, de esas que tradicionalmente convocan niños y familias. Todo fue normal hasta que entrados en jolgorio y con la idea siempre en mente de que esas fiestas son por los niños, alguien comenzó a hacer sonar música. La bofetada la sentí cuando empezó a escucharse reguetón y se visualizaron los respectivos videos en una pantalla. Todos estos estaban llenos de sugestiones sexuales, imágenes morbosas e irrespetuosas con las mujeres; contenidos de por sí ya eran completamente inapropiados para cualquier persona decente. Ahora, imagínenselos para un grupo de niños, ninguno mayor de 12 añitos.
Me acerqué al improvisado Dj, un papá a quién le sugerí cambiar el repertorio ante lo inapropiado de los contenidos para los niños, sin mencionar lo igualmente inapropiado con la persona que inspira la Navidad. Pues este papá de marras se justificó diciendo: “Eso es lo que piden los niños”. A lo que yo le contesté: “¿Y no será que nosotros como padres tenemos el deber de esforzarnos para proveerles algo mejor?”
Yo sé que los niños llegan cargados de ideas fruto de la cantidad de influencias que reciben por todos los medios. Ahora mismo en los colegios y bajo amenaza oficial les presentan cartillas con “nuevos” modelos de sexualidad y también, abusivas encuestas agresoras del natural desarrollo de sus vidas; también sé que, por esto mismo, los niños en su inquietud averiguan y entre amigos reales y virtuales se van haciendo a informaciones casi siempre muy distorsionada y mal orientada. Sin embargo, que esta sea la realidad no es una excusa sino la evidencia de lo desconectados que andan los padres de sus hijos; que los dejaron rezagados y estos han claudicado sin esforzarse mucho, quedando los menores en manos de quién sabe qué y quién.
Ante las famosas cartillas millones de colombianos salimos a marchar; también protestamos por las encuestas del Dane y eso notifica que en los padres existe un celo por sus hijos. Qué bien. Pero también es cierto que los niños andan huérfanos con padres vivos; muchos porque no viven con ellos, o solo con uno, o porque los cuidadores creen que con dejarlos en la puerta del colegio para que los eduquen han cumplido su deber, cuando los mismos maestros se quejan de la falta de acompañamiento paternal en los procesos formativos fundamentales y por supuesto, tampoco creen que tengan que asumir esa tácita delegación que les hacen los padres a ellos como maestros. Así los menores, pasan en medio de padres y maestros y terminan solos, como tirados en medio de la calle, expuestos a lo que les llegue. Esta también es una terrible forma de abandono.
Octubre, el llamado mes de los niños, nos pone a repensar nuestro compromiso con ellos. Los entretenemos con cualquier aparato para no esforzarnos por divertirlos nosotros; los informamos en los colegios, pero no los formamos; les exigimos comportamiento, pero no les damos ejemplo, y así, queremos que de todas formas mañana sean ciudadanos de bien, por los que podamos sacar pecho. ¿Por qué me hace esto? Reclaman las mamás y papás cuando la niña les llega embarazada o descubren consumo de drogas en algún hijo, o tienen fracasos escolares. Nos impresionan los actuales “Millennials” por su descortesía, falta de interés en el prójimo, frialdad emocional, irrespeto a mayores, insensibilidad con sus padres, utilitarismo sentimental y sexual; no valoran nada, aprecian solo lo que les produce un beneficio personal, sus modales son pobrísimos, su espiritualidad es lamentable; se mutilan el cuerpo, lo marcan sin discreción y terminan despreciándose ellos mismos, así como desprecian a los demás y lo demás. Puede que así sean y no gusta, pero nos preguntamos ¿Por qué son así? ¿Fruto de qué? O ¿de quiénes? Aunque hay hijos maravillosos de padres lamentables e igualmente hay padres maravillosos con hijos vergonzosos, la generalidad nos dice que casi todo lo malo que podamos decir de los jóvenes de hoy, es el reflejo de todo lo malos que fueron sus padres ayer.
El reconocido autor Best Seller, Josh Mcdowell, record con ya casi 30 millones de jóvenes asistentes a sus conferencias en todo el mundo, concluyó dolorosamente que hemos perdido esta generación de muchachos. Pero no claudica, y a sus sesenta y tantos, sigue recorriendo el planeta conversando en colegios y universidades con la juventud y hay qué verlos cómo la pasan de bien con él. Entre risas e impactantes historias reales, Josh se esfuerza por comunicarles que la vida tiene un sentido, un valor y un futuro con esperanza por el que vale la pena ser mejores. A todas sus camisas le ha cambiado un botón por uno de color completamente diferente al resto, para recordarse él mismo cada mañana al ponérsela, que Dios lo envió a este mundo para hacer la diferencia entre los jóvenes. Los niños no conocen a Dios, pero nos conocen a nosotros para que se lo mostremos; en nuestras conversaciones, tareas y juegos de la vida diaria, al mirarnos y oírnos, ellos lo van descubriendo. Nuestros hijos necesitan padres emocionantes, tú y yo debemos y queremos serlo, y Dios nos va ayudar. Feliz mes de los niños.
“Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”