Hola padre Ramón, soy una persona creyente y me gusta mucho orar, de por si con esta situación actual extraño mucho la misa. Pero tengo un asunto que nunca he podido superar, soy una persona rencorosa, si me hacen daño, no perdono.
El rencor tiene rostro y nombre propio, no anda por ahí, aquí… ¿quién motiva ese rencor?
Mi papá nunca me quiso. Nos abandonó a mi madre y a mi cuando yo era aún un niño. Se consiguió otra mujer e hizo familia con ella, luego se separó y vivió con otra. Siempre que mi madre o yo le pedíamos algo nos trataba mal y nos humillaba. Nunca recibí cariño, ni apoyo por parte de él. Ahora que, a Dios gracias salí adelante y ha pasado tantos años, volvió a acercarse a nosotros para pedir perdón por sus errores cometidos.
Las heridas que dejan este tipo de padres en los hijos y en las familias, son muy profundas y dolorosas, no hay duda. Pero creo que hay que reconocer que el gesto de acercarse y reconocer su equivocación es muy importante ¿No le parece?
Pues padre, la verdad yo no le creo, ya tan viejo, que venga a pedir perdón después de tanto tiempo y tanta irresponsabilidad, pienso que no sirve de nada. Cuando está en la ruina y se dio cuenta que ahora con mi mamá estamos mejor, me parece que ese perdón es falso.
¿Y qué piensa su mamá?
Ella me dice que deje atrás ese rencor, que gracias a Dios no nos faltó nada, que lo mejor es que lo perdone. Pero yo no puedo, vienen a mi mente imágenes dolorosas de mi infancia, donde él llegaba tomado, maltrataba a mi mamá, nos echaba en cara cualquier cosa que nos daba. No, padre, realmente recuerdo lo que nos hizo y aun después de tantos años sigo herido, no quiero ni verlo.
Entiendo lo que está viviendo, pero en este momento de su vida no solo su padre necesita su perdón, también usted necesita el don precioso de perdonar.
¿Cómo así padre?
Algo que es tan difícil como conceder al otro la gracia, el favor de perdonar, no viene de nuestras propias fuerzas sino de Dios mismo. También nosotros pecadores, sin merecerlo, Dios nos concedió su perdón y nos restauró como sus hijos, a través de su Hijo Jesucristo que, sin tener pecado alguno, experimentó por nosotros toda clase de vejámenes, hasta la muerte misma, para que volviéramos a la casa del Padre misericordioso. Amigo, el perdón no solo es algo beneficioso para los que nos piden que los perdonemos, es algo vital para quien tiene que perdonar. El rencor y el odio, de verdad nos hacen mucho daño.
Sí lo sé, no me siento bien, no duermo recordando el pasado, sobrepasa mis fuerzas este rencor. ¿Qué hago?
Mire ya dijimos que el Perdón es un don de Dios que se da a través de un camino y de una decisión. Hay que iniciar el camino hacia el perdón, nadie dice que debemos justificar al que nos hizo daño, pero si tenemos que meternos en sus zapatos, en su historia personal, cuáles fueron las raíces que llevaron a un hombre a estar tan atrapado por sus pasiones, para que haya hecho tanto daño. A Dios gracias aún con este tipo de papá que usted tuvo, no repitió la historia, sino que salió adelante. Pero Perdonar también depende de usted, tiene que decidir conceder el perdón para que usted esté más tranquilo y no lo destrocen los recuerdos. Los recuerdos siempre estarán ahí, a no ser que tengamos la dicha de una mala memoria, lo que pasa es que al perdonar, los recuerdos no estarán en el centro de nuestro corazón alimentando fantasías y odios sino en un rincón, patalearán de vez en cuando, pero ya no nos dominarán.
Gracias padre, voy a intentarlo