Padre estoy muy preocupada, por mi hijo. Antes le gustaba rezar, me acompañaba a misa y desde que cumplió los 13 años, empezó a cambiar, ya no le gusta las cosas de la Iglesia y dice que no cree en Dios. ¿Qué hago lo obligo a ir a misa?
¿Y esos son los únicos cambios que ha tenido el muchacho?
No padre si viera, se volvió perezoso, no quiere hacer nada, sino pegado a su celular. Es contestón y todo lo cuestiona.
Eso se llama “adolescencia pura” y es el dolor de cabeza de todos los papás y mamás.
Si padre, pero es que antes era más fácil de arreglar el asunto de la adolescencia. Nuestros papás nos cascaban y con una o dos muendas y se arreglaba el asunto de la adolescencia, ¡caminábamos porque caminábamos padre!
Bueno era otros tiempos y no siempre el mal trato ayudó a que las personas fueran mejores, también generó mucho resentimiento y cuestionamiento permanente a la autoridad. Sin embargo, nunca la violencia es buen método para que alguien crezca y madure.
Pero entonces, ¿qué hace uno con un muchacho así?
Creo que es importante precisamente en la etapa en que está su hijo, recordar la tarea principal que como Madre tiene usted en este momento, acompañar el crecimiento de su hijo y ayudarlo a transitar de la niñez a la juventud, por ese “carrera de obstáculos” o esa “montaña rusa” que es la adolescencia. Acompañar no significa hostigar.
¿Cómo así hostigar? Soy la mamá, quiero lo mejor para mi hijo, padre
No lo pongo en duda. Pero lo que pasa es que algunas veces, con buena intención, pero sin mucha experiencia. Se ejerce muy fuerte la autoridad sobre los hijos, acosándolos con insistencia pensando que un grito, una amenaza o una presión permanente se les va a ayudar. A corto plazo, a la fuerza se logra el resultado, pero a largo plazo no sirve de nada, no se logra que vivan de convicciones profundas.
¡Muy complicado, todo lo que hace uno por ellos y cómo le pagan!
Ese es el otro gran error, de los papás. Tampoco sirve de mucho victimizarse, si se pasa de la agresión al llanto y al papá o mamá mártir, se pierde la autoridad sobre los muchachos, por que los jóvenes de hoy, todo, pero bobitos no son. Al contrario, se dan cuenta que al desesperar a sus padres los llevan de la ira, al llanto en un segundo. Haciendo que, así como lleno de ira se dicen cosas ofensivas, luego por el cargo de conciencia se seda y se les permita hacer lo que les plazca. Aprenden los muchachos fácilmente a ser manipuladores.
Pues cuando usted dice eso padre Ramón, me veo reflejada en estás situaciones con mi hijo adolescente. Entonces, ni modo a aguantarnos el pelado hasta que le pase la vaina esa de la adolescencia.
No tampoco, ciertamente pasara la adolescencia, pero nadie esta diciendo que en la adolescencia no se pueda seguir construyendo la personalidad. Lo que hay que hacer es darse cuenta de la realidad de la persona en dicha etapa, darle gracias a Dios por la vida de su hijo tomando conciencia de que su amor hacia el no cambia por ningún comportamiento adecuado o inadecuado del muchacho. Dejarle claro algunas tareas y compromisos que como miembro de la familia ha de cumplir, así no le guste de a mucho, aprender a transar y a negociar ciertas cosas. ¡No todas las deben ganar los papás!
A caramba padre, voy a intentarlo. ¿Pero entonces qué del asunto de la misa?
Charladito con él, charladito.
