¿Padre, cómo está? Los vi muy activos a los curas en la semana por la paz. Pero quiero decirle que ese tipo de paz que ustedes promueven, no me gusta mucho
Claro, la semana por la paz es algo muy serio que toda la Iglesia en Colombia, a través de las jurisdicciones eclesiásticas promueve para que todos seamos artesanos de paz. Pero cuénteme ¿qué no le gusta de la paz que promovemos?
Yo no sé. Los veo muy “proguerrillos”. Empezando por el papa y bajando por los obispos. Unos pastores medio marxistas. Deberían quedarse en las iglesias hablando de Dios y no metiéndose en esos temas que le corresponden a la sociedad civil.
Entiendo que, al hablar de paz y reconciliación, cada uno entienda el tema de acuerdo a sus intereses y sus puntos de vista. Pero precisamente realizar procesos de paz en nuestro país requiere empezar a respetar las diferencias, a sanar heridas y a vernos de nuevo como hermanos.
Uy, padrecito, no me hable de procesos de paz y menos de que yo vea a esos bandidos como hermanos. A todos esos lo que hay que darles es plomo, reducirlos a su mínima expresión y así habrá paz. Usted padrecito, me está saliendo también marxista y guerrillo.
Hombre, la Iglesia y sus pastores ni somos marxistas, ni somos guerrillos. Somos hombres y mujeres que le apostamos toda nuestra vida y todas nuestras fuerzas al proyecto de Jesús. Este es el proyecto de Dios, que todos vivamos de manera fraterna, que no seamos depredadores de los vienes de la casa común, que todos podamos caber en la sociedad. De una manera especial los pobres, los que sufren y los pequeños. ¿Acaso usted no cree que a los más débiles hay que ayudarlos?
Por supuesto hay que ayudar a los que no tienen las mismas oportunidades que nosotros, pero sin asesinar, violar y matar a los menores de edad, campesinos, y menos fortaleciendo el narcotráfico.
Mire usted, estamos de acuerdo en eso. Ningún cambio en la sociedad puede hacerse a través de las armas, de la guerra y menos matándose los hermanos.
Me cuesta mucho aceptar que esa gente sea hermanos nuestros.
Y yo estoy seguro que a esa gente, como usted los llama, también les cuesta entender que los que piensan distinto a ellos son sus hermanos. Y ese es el papel de la Iglesia, de los Obispos, los sacerdotes y los agentes de pastoral que peregrinan en la extensa geografía de nuestro país, como lo hizo Jesucristo acercarse a todos sin excepción, hombres y mujeres de toda clase, para mostrarles que hay otro camino para construir su vida, el camino del perdón, de la reconciliación y de la justicia que nace del corazón y la reparación.
Padre y a ustedes no les da temor de meterse con todo tipo de gente, mire que de pronto los embolatan y terminan manipulándolos, ¡casos se han dado!
Claro que si, es un riesgo, si le pasó a nuestro Señor con Judas, cualquier cosa nos puede pasar a nosotros. Pero, el proyecto salvador de Dios no depende de nosotros, es del Señor que con su Espíritu lo va llevando y va asistiendo a su Iglesia, dotándola de profetismo, testimonio y si es necesario martirio. La tarea de los discípulos del Señor, llamados a ser artesanos de paz, requiere desinstalarse de sus propias seguridades e intereses y salir al encuentro de la oveja perdida, del alejado y del otro, sea del partido político que sea, de la condición social que sea y del sector de la sociedad que sea. Todos merecen saber que Dio los ama y espera que vuelvan a Él, para que todos nos veamos como hermanos.
Ay, padre, voy a orar por ustedes.
Gracias, oremos unos por otros. ¡La paz esté con usted!