Ahora que te quitaste la túnica te lo puedo decir querido Alberto: desde que te vi dando misas a las seis de la mañana sabía que eras mucho más que un padre. Ese sabor que tienes, esa manera de decir las cosas. No eres alguien blandengue, casi asexuado como el Padre Chucho, no Alberto, tu eres candela. ¿Te acuerdas una entrevista que diste en TeleCaribe? Ese día me enamoré de ti aún más. Ese día hablaste del sentido teológico de las canciones de Diomedes Díaz. Hablaste de Sin medir distancia. La lectura que le diste justifica la obra de Diomedes. Hablaste del perdón y me di cuenta de que eras la cosa más sexy del mundo. Es que no hay nada más sexual que el amor.
Alberto, te diste cuenta de que estabas inmensamente solo en ese desierto que era tu vida. Tuviste la clase y encontraste la frase lo suficientemente poética para explicar por qué cuelgas la sotana. Padre, sueño con el día en que pueda encontrarte en Tinder. Se que eres más que líbido, que contrario a lo que dicen las redes sociales te volviste mortal porque te cansaste de la iglesia y la mordaza, porque eres un tipo inquieto, inteligente, sensible. Eres casi un artista. Serás grande sin el yugo de la iglesia. Sé que no lo hiciste por sexo, aunque admiradoras no te van a faltar. Si acaso ocurre el milagro y el desierto se empeña en aparecer en tu vida no dudes en buscarme en Tinder, tengo 50 años, mis mejores días han pasado pero sé consolar las soledades de los hombres. Sé que eres más que carne Alberto Linero, sé que eres de los que folla mentes. Ojalá algún día me busques.
No es solo sexo, querido Alberto, es hablar contigo, escucharte, comprenderte. No es solo sexo, con un abrazo bastaría.