La comunidad católica celebró ayer el tradicional domingo de ramos, una fiesta en la que el fervor religioso es más grande que el deber de cumplir la ley que nos cobija a todos los ciudadanos con derechos y deberes en el país.
Por un lado, están los casos de destrucción del ecosistema natural, muy comunes en esta fecha por la comercialización de la palma de cera del Quindío para elaborar ramos que son usados en el ritual religioso del primer día de la Semana Santa, una acción que pone en peligro no solo a la planta considerada como el árbol nacional en Colombia sino que también atenta contra la fauna que necesita dicha planta para sobrevivir.
Por otro lado, tenemos a quienes se creen dueños de los parques públicos con sus vías aledañas. Hoy nuevamente quiero denunciar al icono nacional de esta práctica, conocido popularmente como el padre Chucho, un reflejo fiel de la inoperancia de las entidades competentes que son incapaces de evitar que se incumplan las normas más elementales como es el caso del parqueo ilegal en vías públicas.
Un compañero estuvo de incógnito en el lugar y registró cómo las vías aledañas son convertidas en zonas de parqueo de los feligreses mientras la policía presta seguridad el evento multitudinario. Ningún feligrés regresó a casa con un comparendo por estacionar el carro en zona prohibida, lo cual hace que nos preguntemos: ¿acaso hay una omisión intencional de la policía de tránsito cuando se trata de feligreses de una iglesia?, ¿el permiso que el padre Chucho siempre manifiesta tener permite que sus feligreses usen las calles como parqueadero gratuito con el descaro de estacionar justo al lado de las señales de prohibición?
El padre Chucho ya ha demostrado en varias ocasiones que es capaz de retar la ley frente a las cámaras sin sonrojarse y por lo tanto es muy ambicioso esperar de él respeto por la autoridad. Sin embargo, anhelo que algún día las autoridades competentes, en este caso especial, la policía de tránsito, tengan el valor de frenar este abuso denunciado durante muchos años.
Hago un llamado especial a los vecinos del sector, cansados de esta situación que sabemos que no solo ocurre en Semana Santa, a que no sientan temor de hacer sentir su voz de protesta. Usen los derechos que tenemos como ciudadanos: presenten derechos de petición a las entidades correspondientes exigiendo claridad con los respectivos permisos para la realización de eventos masivos, pongan las respectivas quejas formalmente ante la autoridad de tránsito, acudan a los jueces para que tutelen el derecho a la privacidad y la tranquilidad y, si quieren ser más claros con el mensaje, programen con anticipación eventos lúdicos en el parque en las fechas en las que ocurren las invasiones que generan caos en el sector. Los parques son para jugar y las iglesias, para rezar.
Las imágenes hablan por sí solas.
