Asistimos sin duda alguna a un evento de proporciones históricas, el tangible triunfo electoral de los sectores alternativos en Colombia por primera vez en su historia.
200 años han tenido que pasar para considerar esta notable oportunidad, precedida del asesinato de Gaitán que desató la Violencia, un cruento conflicto armado con las guerrillas insurrectas, el exterminio de la Unión Patriótica y A Luchar, los asesinatos de los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, José “Pepe” Antequera, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán y una feroz persecución a la izquierda durante décadas; 30 años de Neoliberalismo agenciado por el neoliberal disfrazado de liberal, César Gaviria y la imposición del modelo paramilitar bajo la égida de Álvaro Uribe Vélez en los últimos 20 años.
En estos 200 años la izquierda no ha tenido oportunidad para gobernar el país, salvo distintas entidades territoriales como alcaldías y gobernaciones, en donde logró hacerse notar de forma positiva con políticas sociales de transformación y la construcción de una agenda social incluyente para los más desfavorecidos —caso Petro con la Bogotá Humana—, pero también condenada al ostracismo por crasos errores que hoy por hoy dieron pie a la consolidación de uno de los grupos económicos y políticos más poderosos del país y la región caribe –caso Barranquilla con una fracción del Movimiento Ciudadano, llamada Acuerdo Caribe-, al entregarle su apoyo a Alex Char en su primera aspiración gracias a lo que obtuvo el triunfo, dejando de lado las banderas programáticas por la cual los ciudadanos los llevaron a conducir los destinos de la ciudad de Barranquilla por 4 períodos casi ininterrumpidos.
Esos errores históricos que bajo ninguna circunstancia se pueden volver a repetir, le pasan factura a los barranquilleros de a pie, a la cada vez más mermada clase media y una clase alta que ven impávidos cómo los empréstitos son usados en nombre de la ciudad, pero en favor de un solo grupo político que domina la ciudad desde hace 4 períodos consecutivos.
Sin duda alguna, la pandemia ha hecho perceptible a los ojos de todos los barranquilleros la esencia de ese modelo entre comillas exitoso liderado por Alex Char, de construcciones a tutiplén, pero de una precaria política de inversión social, cultural y educativa.
La pandemia cogió con los calzones abajo a un alcalde puesto a dedo por la casa Char, acostumbrado a imponer comparendos y multas a los barranquilleros cuando fue secretario de Movilidad, pero que a la hora del té quedó como todo un incapaz cuando tocaba sacar la casta.
La ciudad está completamente sumida en una pesada estela delincuencial, en la que no hay señal de autoridad ni civil ni policial. Los ladrones y sicarios se pasean como pedro por su casa tanto por el norte como por el sur y el área metropolitana, da la impresión de que hubiera un pacto silencioso para dejar hacer y dejar pasar el crimen.
Por otro lado, está la dramática situación de hambruna que padecen los barranquilleros durante la pandemia, a los que no les ha caído la mano amiga de la administración distrital que controla los recursos públicos -4.3 billones de pesos al año-, es decir, los recursos de todos los ciudadanos.
La reciente encuesta de Barranquilla Cómo Vamos refleja un panorama desgarrador en materia social, pues, arroja que:
1. El 39% de los barranquilleros pasó hambre por falta de dinero.
2. El 54% considera que no le alcanzan sus ingresos para cubrir sus gastos mínimos, siendo las localidades metropolitana y suroccidente las más afectadas con un 60% y suroriente con un 57%.
3. El 53% de los ciudadanos se consideran pobres, es decir, más de 800.000 personas se consideran pobres en nuestra ciudad.
4. El 78% de los ciudadanos encuestados consideran que ellos o alguien de su familia perdió el empleo por cuenta de la pandemia.
Y todo esto ocurre bajo la pasmosa mirada de una administración distrital que no tiene como prioridad la inversión social para el apoyo a las familias venidas a menos y las pequeñas y medianas empresas quebradas por la pandemia y por falta de ayuda del distrito.
La ciudad se hace agua en las manos de Pumarejo y unos concejales —los encargados de hacer el control político— se van de vacaciones a Cancún, sin embargo, aparece con una de las popularidades más altas del país, que en honor a la verdad pareciera que la hubieran consultado a sus amigos más cercanos.
Es hora de convocar a un Pacto Histórico para la recuperación y reconstrucción del tejido social de la ciudad de Barranquilla, con una agenda pública de apoyo a las cientos de miles de familias empobrecidas por la pandemia y desactivación del aparato productivo, es hora de sentar al alcalde a discutir acerca de la inversión del presupuesto de la ciudad y reorientar el gasto público hacia la creación de nuevos puestos de empleo, es hora de reformar el modelo de salud privado que tiene la ciudad y que privilegia los bolsillos de unos cuantos en detrimento de las vidas de miles de ciudadanos que ven morir a sus seres queridos en las clínicas, o peor y más dramáticamente aún, en la soledad y encierro de sus hogares en donde el llanto por la partida de su padre, hermano, hijo o esposa se ahoga entre las cuatro paredes de un hogar consumido por la tristeza y el desespero no poder hacer nada.
El Pacto Histórico para alcanzar la Presidencia de la República en 2022 empieza porque podamos dar la batalla en nuestra ciudad para devolverle la esperanza, la dignidad y la seguridad a nuestros barranquilleros, la mejor campaña presidencial pasa porque todos los sectores alternativos cierren filas en torno a una agenda pública colectiva que empiece a poner orden en nuestra casa: Barranquilla.