Acá tiene que venir alguien con el pulso firme, que les haga recordar a esta chusma que el orden establecido no se puede tocar. ¿De cuándo acá tanta sofisticación? ¿Cómo es eso de que no hay ricos ni pobres?, en tiempos de mi abuelo, en donde todo era más sano y nadie se moría de cáncer, al patrón se le respetaba y por eso las cosas marchaban, las mujeres no salían solas, al que robaba se linchaba y las iglesias estaban llenas.
Nos dormimos hermanos, y llegó la plebe a San Carlos y Bogotá se acabó. Sacan pecho que porque en el centro ya no se ven gamines, que porque en el sur florecen los parques y la gente anda en máquinas que no echan humo. Mientras tanto se les olvidó que el problema grande acá es que los de la 100 con 7. ª ya no nos sentimos seguros. No nos metamos mentiras, los que hemos educado a esa indiamenta hemos sido nosotros. En mi casa a la muchacha del servicio se le pagaba el mínimo y hasta a veces podía traer a la hija a jugar con nosotros. Mi mamá era tan buena que ni siquiera la echó cuando nos dio piojos. Y ahora, porque le hemos dado la mano, nos quieren tomar el codo.
12 años le han bastado a estos igualados para tutearnos. Ahora se organizan y hacen comités, como los cerdos de Rebelión en la granja, y hacen paros y piden y se sienten reprimidos y hasta tienen derechos. Dentro de poco nos desalojarán de nuestros apartamentos y construirán urbanizaciones grises, socialistas, sobre las ceibas que sembramos un día. Dentro de poco podrán violar a nuestras mujeres amparados por unas leyes absurdas que desconocen el más básico de los principios darwinianos: que el rico no se mezcla con el pobre.
Por eso, por el compromiso que tengo por mi clase, votaré por Francisco Santos Calderón como el próximo alcalde de Bogotá. Lo vi hace poco en un taller de seguridad ciudadana. Uno se queda aterrado de la claridad mental, de la inteligencia de Pachito. Y de la sencillez que tiene, dicen que hay días que hasta conversa con sus escoltas. Hay gente incluso que ha jurado haberlo visto comiendo obleas con arequipe y hasta ha pasado por el lado de una estación de Transmilenio. Un tipo que conoce Bogotá tan profundamente es el que necesitamos para recuperarla.
Pacho la tiene clara, es que con un maestro como Uribe es muy verraco no aprender. El hombre sabe que lo primero que tenemos que recuperar es la seguridad. La seguridad nos garantiza que se acaben de una vez por todas eso de la lucha de clases. Mijos, ustedes en este lado y nosotros para este. Por eso es que no me parecería descabellado, conociendo el don de gentes del doctor Santos, que ponga un muro detrás del palacio de San Carlos, cercado y electrificado, que lo único que pueda entrar y salir sean los camiones que le lleven la comida una vez al mes y las cuadrillas de agentes de la ley dispuestos a domesticarlos. Tampoco los vamos a matar de hambre, ni vamos a dejar que se atraquen entre ellos, ni malos que fuéramos.
Los sureños, al ser los inventores del atraco, deberían quedarse encerrados con sus hampones y resolver el problema en su territorio. Nosotros, para garantizar que no nos vayan a asaltar mientras paseamos nuestros perros, estaremos vigilados por policías y androides policías y sistemas electrónicos diseñados para detectar un pobre o un posible atracador a veinte cuadras a la redonda.
Yo quiero morir de viejo viendo una Bogotá limpia y segura, ojalá sin centro. Igual yo tengo años de no ir por ahí y por mí se puede quemar mañana e igual no la extrañaré, al contrario, creería que la ciudad quedaría con menos hippies y artistas callejeros.
Santos ha prometido consentir al policía, apretujarlo, amacizarlo, amarlo, apechicharlo. Le diremos cositas lindas al policía y con nuestros mimos ellos olvidarán todas esas cosas feas que la plebe le ha gritado durante estos doce años: represor, violador, asesino, torturador. Con Pacho recuperarán la autoestima que creían perdido y, bien alimentado y pagados, nos evitaremos el experimento fallido del paramilitarismo.
La seguridad será nuestra máxima obsesión, nuestro bien supremo. Con seguridad y con orden recuperaremos el país y nos mantendremos en guerra. En el monte y jóvenes morirán los bandidos sanguinarios que intentan mover el statu quo.