Pachito historiador
Opinión

Pachito historiador

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mayo 28, 2014
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Con mucho orgullo, Pacho Santos afirmaba esta semana que, a diferencia del gobierno de Santos, en el de Uribe jamás hubo un paro de maestros. Y hay que reconocer que la historia le da la razón.

Al presidente Uribe los maestros jamás le hicieron un paro nacional. Y no precisamente porque recibieran en esos ocho años beneficios salariales; más oportunidades de formación inicial, en el aula o posgradual; o mejoras en el servicio de salud. No. De hecho, la situación de los docentes al finalizar el gobierno de Uribe distaba mucho de su estado actual. Y, pese a ello, los maestros no salían en masa a reclamar mayor bienestar, ni reivindicaban a través de huelgas nacionales sus derechos.

Pacho, comoprotagonista de esta historia, recuerda que en esa época el “diálogo social” era una prioridad del gobierno y por eso nadie necesitaba expresarse por las vías de hecho. Los maestros, los sindicatos y todos los movimientos sociales tenían en frente a un gobierno con una capacidad de escucha generosa y sin límites, un gobierno vigilante y siempre atento a garantizar los derechos de todos los colombianos.

Pacho nos recordó que los maestros no le protestaban a Uribe, ni los estudiantes, ni los campesinos. Es cierto que surgían algunos brotes de indignación indígena que rápidamente perdían oxígeno y que nunca faltaron las ya aburridas explosiones de rabia que hacen parte del paisaje de algunas universidades, pero las masivas protestas sociales que hemos visto con Santos, nunca hicieron parte de la era gloriosa del hoy tuitero y senador Uribe.

Y es que con Santos, nos recuerda Pachito el historiador, se acabó la era de la justicia social y la gente se echó a la calle, los sindicatos tomaron un nuevo aire, se fortalecieron las comunidades campesinas e indígenas y hasta las víctimas se organizaron para exigir y reclamar. Con la “debilidad” mostrada por Santos, revivió la indignación popular.

Pero con Uribe no era así, los colombianos eran felices y las únicas protestas masivas que veíamos en las calles eran las de un pueblo unido por el desprecio por las Farc. Mientras Pacho nos recuerda que hoy Colombia se une para protestar contra Santos, también evoca con melancolía esos días preclaros del uribismo en los que todos se unían para gritar contra el terrorismo.

Pese a la indudable belleza de la historia de Pacho, hay un episodio que tal vez él no recuerda y me gustaría traer a la memoria.

En algún día de 2004, en medio de ese paraíso perdido de Pachito, el profesor Alfredo Correa de Andréis de la Universidad del Magdalena, le escribió al presidente Uribe:“Confío en que usted no solamente leerá esta carta sino que orientará rumbos justos para que nadie más en este país sufra y de qué manera, como mi adorada y ejemplar familia”. Correa se refería, en ese texto, al acoso que sufría por parte de organismos de seguridad del Estado que lo señalaban injustamente como guerrillero.

La carta se quedó sin respuesta. El faro ético de Pachito no tuvo tiempo de contestarle al profesor, tal vez porque se encontraba en medio de algún diálogo amable, cálido y racional con un grupo de jóvenes estudiantes, o porque estaba reunido con alguna organización de víctimas del conflicto armado escuchando sus reclamos. El caso es que el doctor Uribe guardó silencio mientras uno de sus nobles hijos adoptivos, Jorge Noguera, se hacía a cargo desde el DAS del profesor Correa.

Poco tiempo después de enviar su carta al presidente Uribe, el profesor fue asesinado por paramilitares gracias a la información suministrada por el DAS. Hoy, Noguera, el buen muchacho del patrón de Pachito, paga condena por ese homicidio.

No seamos injustos con el Pacho historiador. Por fin él dice una verdad, aunque se le escapen algunos detalles: los maestros jamás le hicieron paros a Uribe, pero porque los mataban.

Hoy, a muchas personas les puede parecer que el fracaso del gobierno Santos se expresa en laexacerbación de la protesta social. Yo, en cambio, veo las protestas y todos los procesos de negociación y diálogo a los que han conducido, como su mayor logro político. Prefiero ver al pueblo protestando en la calle y no agazapado en sus casas por el miedo. Y celebro que líderes como Aída Avella ahora puedan hacer política en Colombia y no tengan que huir del país para poder vivir e imaginar su proyecto político.

Sé que Pachito, Juan Lozano, Mafe Cabal y Óscar Iván Zuluaga, ven la protesta social como una debilidad de Santos, pero yo prefiero vivir en el país del diálogo y no en el de la masacre.  Por eso, salgo el 15 de junio a reelegir la protesta popular y mi sagrado derecho a quejarme sin sentir terror.

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