Pachita, la poderosa bruja mexicana que curaba con las manos

Pachita, la poderosa bruja mexicana que curaba con las manos

Más de 300 personas atestiguaron la capacidad sanadora de esta mujer que vivía en un suburbio mexicano. Científicos y sacerdotes intentaron sin éxito descifrar el truco

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enero 30, 2021
Pachita, la poderosa bruja mexicana que curaba con las manos

Cuando Alejandro Jodorowsky quiso conocer a Pachita se cambió el nombre, se bañó el cuerpo con limón para no oler a él, se puso una barba falsa y un sombrero. Se borró. Pachita podía curar pero también podía matar. Él le conocía el cuento a muchos chamanes que hablaron de su ferocidad. Lanzaba maldiciones sin importar la distancia y al cabo de seis meses de mal de ojo, el enemigo se secaba y se moría por dentro.

Cuando entró a su consultorio, en una casa que uno de sus fieles le había prestado para atender a sus pacientes en Coyoacán, el escritor vio en el piso, envueltos en plástico, los cuerpos inermes de los que habían ido a verla buscando que le extirpara sus males. A Jodorowsky le impresionó su fealdad. Media 1.30, era rechoncha como una bola, la frente abombada y un ojo caído. “Ven hijito” le dijo Pachita apenas lo vio, Le extendió su mano. Con miedo, Alejandro se sentó a su lado. La repulsión inicial le dio paso a algo cercano a la atracción cuando le vio sus manos. Inmaculadas, blancas, como si hubieran sido limpiadas por un ángel. Manos de virgen.

En ese momento Pachita tenía 80 años. Había nacido en 1900 en Parral, Chihuahua y nunca cobró un peso por sus curaciones. Afuera, un frasco de mayonesa estaba abierto para que hicieran las donaciones. Aunque salvó a cerca del 90% de los que la fueron a buscar, los más ricos eran los que menos dejaban billetes. Pachita vivía sola en una casa de bahareque, derruida, donde vivía con tres perros y un águila. Jodorowsky, quien conoció a los chamanes más duros, entre los que se contaban el boliviano Óscar Ichazo y Carlos Castaneda, con quien iba a adaptar las Enseñanzas de Don Juan, pero quien desapareció  de su rastro misteriosamente, quedó sobrecogido con la mujer.

Ese día, el sicomago,  vio como operaba la bruja. Todo el tiempo estuvo pendiente del truco. Tenía el ojo de un águila. Desde que era un niño en su Tocopilla natal veía a los magos buscando la trampa. Pachita tenía contactos en la morgue municipal y recibía órganos en buen estado, los mismos que les transplantaba a sus pacientes. Abría la piel de ellos con el mismo cuchillo viejo de cocina que usaba desde que era niña y con la ayuda del hermano Cuauthemoc no necesitaba ni anestesia. Jodo no encontró el truco por ninguna parte “o es muy rápida de manos o es magia pura”.

El escritor y cineasta chileno no ha sido el único que la ha estudiado. Fueron a su consultorio a probar la veracidad de sus curaciones investigadores como el sicólogo Stanley Krippner, el antropologo Alberto Villoldo, el neurofísico Jacobo Grinberg-Zylberbaum y todos salieron asombrados. Lo que más los impresionaba era la humildad de la hechicera, era como si hubiera ahorcado su propio ego y solo estuviera ahí para ayudar a los demás, como si se sintiera culpable de tener un don que le pertenecía a los demás.

A veces llegaban personalidades del mundo de la cultura. Una vez llegó un pintor y un escritor francés. Ambos tenían cáncer terminal. La bruja les hizo un caldo de hongos. Doce parejas. Machos y hembras revueltas en una sopa sicodélica. Rieron, vieron, vomitaron, cagaron, tuvieron paz. “Ahora lo que tienen que hacer es no pedir consejo de un médico durante seis meses. Una vez cumplan el plazo háganse revisar. El éxito del milagro radica en que crean”.

El pintor llegó a Paris y a los 15 días llamó a una junta médica. Lo revisaron. El cáncer se había extendido. Murió dos semanas después. El escritor hizo caso. A los seis meses su médico le dijo que no sabía cómo, pero se había curado. El éxito del milagro es creer.

Pachita no era ninguna traficante de órganos. La policía estuvo encima de ella, la investigó y no encontró nada. A veces se los daban en una de las morgues de México, al menos eso decían los que la odiaban. Otros afirman haberla visto materializar hígados en un cuarto oscuro. Vaya usted a saber.

La bruja no trataba a todo el mundo igual, su método cambiaba dependiendo de quien era el paciente. Si era un indígena le recetaba hierbas, si era un europeo por lo general le daba bebedizos. Al que no podía curar simplemente lo ayudaba a morir en paz.

En 1980 Pachita dejó este mundo. Este documental resume su vida:

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