Este 14 de diciembre Otto Bula no fue el invitado especial a las fiestas patronales de Sahagún, su pueblo. En otras ocasiones, antes de verse envuelto en el escándalo de Odebrecht, su caballo Cuarto de Milla encabezaba una cuadra de alazanes y galopaba al ritmo de un fandango mientras su jinete saludaba orgulloso y brindaba con un trago de whisky en la mano.
Aunque está libre y ha vuelto por esos confines de la hermosa sabana cordobesa, Bula ha perdido entre su gente la credibilidad que tenía. No solo porque confesó haber cobrado sobornos para conseguirle contratos en Colombia a la multinacional brasileña, sino porque la justicia penal acaba de descalificarlo como testigo.
El viernes 16, día que comenzó la Novena de Navidad, se conoció la noticia de que el Tribunal Superior de Bogotá se abstuvo de ordenar la detención del fiscal Daniel Hernández -el mismo que impulsó la condena contra Bula- y consideró que el excongresista cordobés mentía al decir que Hernández lo tenía amenazado para obligarlo a declarar contra otros personajes, incluido el hoy presidente de la República.
“Yo no juzgo a nadie, pero a don Otto ya no se le quiere igual que se le apreciaba cuando nos dio trabajo en su lechería del barrio Pocheche o cuando donó la iglesia y un comedor para niños y personas de la tercera edad”, le dijo telefónicamente a Las2Orillas Isabel Naranjo, una antigua empleada de Bula.
El sociólogo Raúl Otero, que en sus tiempos de líder liberal llevó a su tierra al entonces senador Mario Uribe, que terminó convertido en el mentor de Bula, dice que quizá ese ambiente ha hecho que al caballista y exsenador se le vea solo esporádicamente por Sahagún.
Entre sus paisanos sí hay interés por saber si el hecho de que Bula haya podido caer en un falso testimonio al declarar contra el fiscal Hernández cosas, que según el Tribunal Superior no son ciertas, puede poner el riesgo en la libertad de la que hoy disfruta tras haber cumplido la mayor parte de la pena que le fue impuesta. Después de su captura en enero de 2017, purgó cinco años de cárcel.
El mismo tribunal le reprocha que solo ahora, casi seis años después de lo ocurrido, haya decidido “colaborar” con la justicia ofreciendo información sobre otros posibles implicados en la trama de Odebrecht, cuando pudo haberlo hecho desde el comienzo.
Varios de sus paisanos creen que por causa de sus mentiras Bula cayó tan rápido como creció. Sus paisanos recuerdan que antes de entrar a las lides de la política y de ocupar en el Senado la curul que era de su mentor Mario Uribe, cuando éste fue condenado y capturado por cuenta del proceso de la parapolítica, el caballista solo tenía una pequeña fábrica de queso artesanal en su lechería de Pocheche.
Varios de sus paisanos de Sahagún creen que por causa de sus mentiras Bula cayó tan rápido como creció
Después, con mejores y oscuros contactos, su nombre comenzó a ser mencionado como el de un presunto despojador de tierras en la región de los Montes de María. Resultó dueño de una industria agropecuaria y como titular de una hacienda colindante con el aeropuerto Los Garzones, de Montería, entre otras propiedades en Córdoba y Antioquia, principalmente. Sin embargo, aún no está claro que pasó con su fortuna y no se sabe con certeza si fue utilizada parcial o totalmente para resarcir daños causados por su injerencia en los contratos de Odebrecht, hechos con dineros públicos.
Mientras prosigue la audiencia, Daniel Hernández, que durante la administración de Néstor Humberto Martínez Neira trabajó como fiscal de apoyo en el caso Odebrecht, podrá seguir en libertad y desempeñándose como delegado ante el tribunal. Bula parece haber fallado en su intento por convertirlo en blanco vulnerable.
Otto Bula fue descubierto como intermediario en los negocios turbios de Odebrecht cuando Yesid Augusto Arocha Alarcón, representante de la firma en Colombia, le contó a la justicia que el cordobés se vinculó a esta en 2013 mediante lun contrato suscrito bajo la modalidad de succes fee o primas de éxito. Por cada contrato, adición y otrosí a cada contrato en beneficio de los brasileños cobraba el uno por ciento.
De su antiguo patrimonio solo parece quedar su descrédito.
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