Mientras terminaban de participar en una actividad escolar, dos docentes de la zona rural de uno de los municipios de Montes de María empiezan a conversar sobre la intención expresa que tiene FECODE de motivar a los maestros de Colombia a un nuevo paro este mes de junio. Todo iba bien hasta que uno de ellos se levantó y le manifestó a su interlocutor que eso se trataba de un simple capricho de pocos; que aunque él tenía que reconocer algunas gestiones de parte del sindicato, éste últimamente se ha quedado haciendo reclamos que en nada se parecen a las verdaderas manifestaciones de antaño, donde se sabía por qué se protestaba con el convencimiento pleno de la causa defendida; que eso no era más que un tiempo muerto donde muchos aprovechaban para descansar; y que era en las grandes ciudades donde sí funcionaba la cosa porque en el campo “se para, se pierde clase, se retoman labores y nada cambia”. Quien escuchó aquellas afirmaciones trató de calmar a su colega, quien sin reparo alguno se despidió del otro diciendo “vete a tu parito, a mi déjame quieto en mi escuela que hago más acá que yéndome a caminar detrás de nada”.
El diálogo se puede asumir como un momento de calentura en donde un maestro se enfureció, y el otro, simplemente por no agregar más leña al fuego, prefirió escuchar sin sentirse ofendido por aquellas palabras. Sin embargo, tratando de ser justos, es necesario volver sobre algunos aspectos que ayudan a entender y sobre todo comprender la reacción aquella.
1. “Docentes de Montes de María”
No son de cualquier lugar de Colombia; viven donde en algún momento tuvieron que sobrevivir; donde aún el oxígeno que respiran se confunde con el olor a pólvora hecho recuerdo. Ellos mismos son quienes por años asumieron el reto de educar en medio del conflicto, y por años igualmente experimentaron de manera directa la presencia de un Estado ausente en el mejor de los casos, y en el peor de ellos Cómplice por omisión o acción. Las situaciones vividas y las circunstancias que los acompañaron (todavía) han hecho que dos de las notas características de su “modo de obrar y de pensar” sean precisamente la desconfianza y la falta de credibilidad a ciertos procesos que para ellos están viciados por no responder a intereses comunes; por el contrario son pensados, diseñados y desarrollados con objetivos demasiado particulares. En ellos, muchos víctimas del conflicto, se percibe una amplia nube de sospecha no solo frente a las acciones gubernamentales, sino también hacia el mismo sindicato que ante el panorama de problemas bastante estructurales, ha brillado por su silencio y poca contundencia a la hora de exigir derechos en el marco de una educación de calidad y sus implicaciones. No es exagerado escucharlos decir que FECODE no sirve para nada y es muy poco lo que hace en especial por los docentes rurales.
2. “Capricho de pocos”
Son palabras textuales de los profes cuando al ser preguntados por el sentir colectivo de estas manifestaciones públicas, sin reparo expresan no sentirse representados en un sindicato que por años no ha sido más que un fenómeno en el cual se reproducen “chupasangre” con el argumento de luchar por unos derechos que aún siguen siendo la gran deuda estatal. No es exagerado escucharlos hablar de manera despectiva de un sindicato vendido, que se entrega por cualquier cosa o se rinde ante alguna dadiva. En este sentido, lo que el maestro de nuestro relato piensa y afirma es más bien el reflejo del sentir generalizado de muchos docentes que ven en el sindicato una representación no válida de ellos, quienes finalmente se han visto en la penosa realidad de acostumbrarse a ser tildados de reaccionarios, flojos y facilistas.
3. “Causa perdida”
Sería interesante indagar sobre el número de paros, huelgas y otra serie de expresiones con las cuales FECODE por años ha tenido la intención de posicionar la condición magisterial como una de las dignidades de mayor prestigio y reconocimiento; sin embargo, lo que seguimos experimentando es que los maestros, especialmente “los olvidados – los del monte”, aún no logran ver con suficiente claridad los logros de una lucha que proporcionalmente con los resultados parece una causa perdida. Nada más recordar el último paro nacional de maestros cuando el presidente de la Federación expresó enérgicamente “no dialogar con la ministra por ninguna razón”, creo que no pasaron dos días cuando ya estaba sentado tragándose las palabras que había manifestado.
4. “Educación urbana Vs. Educación rural”
Llegamos a un punto para nada fácil de abordar, requiriendo lógicamente un espacio de mayor profundidad. Para nadie es un secreto que uno de los grandes retos de la educación en nuestro país lo constituye precisamente la desarticulación entre lo urbano y lo rural; nada más ver los resultados entre instituciones de un sector y otro, la infraestructura de los planteles educativos, los medios y recursos con los que cuentan, las condiciones de acceso, la calidad de los maestros, entre otros aspectos relevantes. Es triste ver por ejemplo cómo el sindicato ha asumido el problema del Programa de Alimentación Escolar en la zona rural; no podemos decir que ha sido del todo indiferente, pero su acción al respecto no ha pasado de ser más allá de una recomendación; y qué decir por ejemplo del “rifi-rafe” de traslados de maestros de un lugar a otro por parte de algunas secretarías de educación, donde algunos funcionarios se lucran de este tipo de ejercicios para nada legales, y FECODE calladito.
5. “Nada Cambia”
Al final parece que todo sigue igual. No niegan los maestros que han existido conquistas significativas, pero lo que hace falta; más bien, lo que se hubiera podido hacer con una verdadera lucha sindical hubiese sido mayor. “Acá en el monte seguiremos luchando, trabajando y esforzándonos por sacar adelante a estos niños que tanto necesitan” expresa uno de los maestros de Montes de María con el convencimiento profundo que cuando se quiere, se lucha; y cuando se lucha, se consiguen las cosas que en un principio se veían imposibles. Los verdaderos cambios quizás no dependen de cuánta lucha haga un sindicato, de esto se están convencidos muchos maestros que anónimamente han procurado hacer de la docencia no solo su forma de vida, sino también su manera de comprender que en el mundo las cosas se transforman a fuerza de voluntad propia.
6. “Un –parito- más”
“Será así” asintió nuestro maestro, dándose la vuelta y señalando con su índice derecho a su compañero. “Verás que habrá paro, dejaremos de ir a clases unos días, los niños estarán felices y como suele suceder, nosotros medio recuperaremos el tiempo perdido por el famoso parito”.