Primero fue la acusación sobre la campaña de Óscar Iván Zuluaga. La información se conoció a través de la revista Veja de Brasil, en la que aseguraba el estratega Duda Mendonςa que había recibido pagos por parte de Odebrecht para la asesoría a ese candidato.
La delación cayó duro sobre el Centro Democrático y fue el propio excandidato quien de inmediato solicitó al Consejo Nacional Electoral que investigara los movimientos financieros de su campaña. Lo triste es que salga lo que salga de esa investigación, el manto de duda (¿Mendonςa?) cubrió de escarnio a Óscar Iván.
El fantasma Odebrecht había aparecido ya sobre los gobiernos de Uribe y de Santos con el soborno de un viceministro y un senador para garantizar contratos de vías en triangulaciones para los pagos de coimas llamadas eufemísticamente “comisiones de éxito”. Pensábamos, más con el deseo que con un principio de realidad, que hasta allí llegarían los escándalos. Sin embargo, una multinacional podrida, que ha recorrido el continente entero comprando gobiernos, no iba a pasar por Colombia con dos sobornos nada más.
De manera que lo de OIZ confirmó las sospechas y nos dejó a la expectativa de cualquier otra cosa podría venir y así fue. El martes cayó la bomba de la Fiscalía General de la Nación. Néstor Humberto Martínez en rueda de prensa afirmó que Odebrecht habría entregado un millón de dólares (menos comisiones) a la campaña ganadora, la de Juan Manuel Santos. El miércoles nuevamente el fiscal amplió y precisó la información que se tiene sobre esos dineros. Desde entonces el escándalo sigue creciendo y no parece que vaya a terminar.
Así el propio Martínez haya dicho que este caso no puede compararse con el proceso 8 000, las cosas se parecen bastante; corrupción es corrupción y todas se parecen, mucho más cuando involucra al más alto personaje de un gobierno.
No se trata de culpabilizar al presidente Santos. Él como todo el mundo tiene derecho a la presunción de inocencia y a que no se lo declare culpable hasta que no se le pruebe el delito o la falta administrativa, en procesos trasparentes y justos. Pero que resulte salpicado es algo que deteriora su capacidad política y le resta respetabilidad a su gobierno. Una lástima ese elefante que irrumpe en el universo feliz de cristal que había generado su merecido premio Nobel de Paz.
Da risa el cinismo de la declaración de Ernesto Samper
sobre esta acusación a la campaña Santos Presidente 2014
Da risa el cinismo de la declaración de Ernesto Samper sobre esta acusación a la campaña Santos Presidente 2014. El expresidente, acusado de haber recibido dinero del cartel de Cali, clama porque no haya impunidad, cuando eso fue precisamente lo que ocurrió con su gobierno. Pero dejemos esto a un lado y miremos las similitudes de estos casos.
Nadie que entregue ese tipo de sobornos lo hace directamente al candidato, como no lo hicieron con Samper. Ningún corrupto deja recibo o prueba escrita del soborno, lo recibe preferiblemente en efectivo y no lo declara, como también ocurrió con el 8 000. Los dineros no fueron utilizados en comprarle nada al presidente Samper, ni casa, ni carro, ni empresa; fueron utilizados para garantizar la llegada a la presidencia a través de alimentar los caciques regionales en la recta final de la campaña. Para llegar a la campaña no se utilizaron “personas de bien” precisamente porque si son “de bien” no se prestan para un delito, por eso se recurre a bandidos.
En fin, esperemos que las investigaciones desmientan los señalamientos contra la campaña de Juan Manuel Santos. Sería fatal otro elefante en las espaldas de un presidente cuando pensábamos que esos tiempos nefastos habían quedado atrás.
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