Vuelve y juega el famoso día del castellano puro y llano regentado por el reinucho de Chapetolandia a través de la RAE, Reyal Academia Española.
Escribo “reyal” para diferenciarlo de real, distinción que es regla de tres para cuatro gatos antirreyalistas. Cabe agregar que en esto también mete la cuchara la ASALE, Asociación de Academias de la Lengua Española, que a veces tiene sus piques con la RAE.
El diccionario de la ASALE recoge más palabras y acepciones que el de los de la península, puesto que son veintidós países ―Colombia, Méjico, Argentina, Venezuela, Perú, etc.―, contra el veintiúnico europeo de los gilipollas que ya sabemos.
Se recuerda el día por el fallecimiento de Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, escritor que partió al otro barrio el 22 de abril de 1616, en Madrid. Por una extraña costumbre en esos lejanos lares y remotos tiempos feudales, la reyaleza oficializó el 23 de abril como fecha RIP, o sea la de la respectiva inhumación a siete pies.
En nuestro país se estableció por Decreto 707 del 23 de abril de 1938, en la presidencia de Alfonso López Pumarejo.
Ya de manera internacional, lo está desde 2010, cuando la paquidérmica ONU lo estableció como Día del Idioma Español. También, según esta organización, es el Día Internacional del Libro, por determinación de la UNESCO en 1995, en conmemoración a los decesos de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y del Inca Garcilaso de la Vega. La fecha discordante también la encontramos en “Shespir”, quien murió diez días después, tres de mayo, según el calendario gregoriano de los españoles. Para los ingleses era 23 de abril, puesto que en la tierra de los piratas regía otro calendario, que era el juliano.
La ONU ―que poco o nada ha servido en los recientes graves casos de invasiones o ataques a embajadas y consulados―, aprovechó y estableció otras fechas oficiales idiomáticas en ese 2010, así: el francés, el 20 de marzo; el chino-mandarín, 20 de abril; ruso, 6 de junio; y árabe, 18 de diciembre.
Vamos a lo que vamos, así que entremos en materia y controversia.
Todo idioma evoluciona. Eso depende de coyunturas, propuestas, modas, líderes, medios alternativos, corrientes contraculturales, etc.
Desde la época de la Independencia de las colonias españolas en Aviayala, ha habido intentos de corregir eso de la muda, las siete repetisónicas y el dimorfismo de la C y la G. Te explico. La muda es la H. Las siete repetisónicas son b, k, ll, q, w, x y z. La dualidad de la C se refiere a que suena fuerte ante las vocales A, O y U, y aterciopelada ante I y E. La duplicidad de la G es porque suena de una forma ante A, O y U ―remedando el caso de la C― y de otra manera ante I y E, en la que castañea como J.
Andrés Bello, tutor de Simón Bolívar, propuso una reforma con algo de lo anterior, que rigió en Chile durante un tiempo del siglo antepasado.
Más hacia acá, García Márquez planteó la necesidad de hacer cambios en esto que estamos tratando. Eso lo dijo en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, realizado en Zacatecas, Méjico, año 1997, en su discurso Botella del mar para el dios de las palabras: *
Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota… ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Un lingüista del país del chichichí lelelé expresa lo siguiente: **
¿Cómo es posible que estemos construyendo un nuevo Chile y a la vez todavía estemos celebrando la centralidad de Castilla en nuestra identidad lingüística, sin ningún cuestionamiento de las consecuencias del colonialismo español?
Bien. Podría hacerse algo al respecto aboliendo las ochochimborrias de forma paulatina. Me refiero a las letruchas del bloque “bhkllqwxz”. Se empezaría con las dos menos usadas.
Propongo que sean abolidas la K y la W. Una es de predominio docho ―alemán― y la otra proviene del inglis. O sea que son letruchas inglosajonas. Te aclaro en seguida. El término es “anglosajón”, pero como no encuentro ninguna excusa válida y lógica para el prefijo “anglo” con su chocante y contradictoria inicial A, prefiero escribir inglosajona, que es más directa e incluso más vibrante, puesto que tiene tres vocales y no simplonamente dos.
Alguien dirá que esto le disuena. Bueno, a lo mejor tiene razón. Reconozco que oigo otro tambor.
Y por decir algo, ¿puede un presidente abolir, de manera general, la K y la W? Yo lo haría en clara defensa de autonomía antirreyalista.
Dijo el gran poeta Fernando Pessoa, en el Libro del desasosiego, que un rey de nombre Segismundo una vez se equivocó al decir una palabra. De inmediato, un consejero le corrigió, y fue ahí que el mandamás exclamó:
―Vean, mis queridos súbditos, no solo soy emperador del reino, sino también del idioma. De ahora en adelante será como dije y se prohíbe el término anterior, so pena de escribir la nueva mil veces de tarea a quien ose contradecirme. ¡Y comenzaré contigo, sapovisor de pacotilla!
En estas y como es costumbre, entra un primo a mi frío búnker de intelectualoide. Me invita a festejar con unas frías la compra de unas entradas a la FilBo 2024, la feria anual del libro a llevarse a cabo en Corferias, aquí en nuestra Bacatápolis. Lo dejo leer estas líneas y dice:
―¡Aa, sí! ¿Y por qué no comienzas tú quitando las susodichas letruchas en este escrito?
De uan le contesto:
―Bueno, tú sabes, hay que ir con suavena y su pitillo.
(*) https://www.youtube.com/watch?v=TLkheKuKjD8
(**) https://interferencia.cl/articulos/por-que-celebramos-el-dia-del-idioma