Un vigilante en un almacén le pide a una persona que saque a su perro del establecimiento, no porque el perro esté más sucio que la persona sino porque es una regla que ha puesto el dueño de ese lugar: no se admiten animales. La razón de eso solo la tiene el dueño, pero pueden ser muchas, como que un perro puede asustar a los clientes, no a todos les gustan. También porque si el perro sale corriendo causaría daños o, en el peor de los casos, el perro podría morder a alguien, nadie garantiza que eso no pase.
El vigilante utiliza los recursos con los que cuenta para decirle al dueño del perro que lo saque del lugar. Seguramente usa un protocolo, por lo general deben hacerlo para no tener problemas con nadie. Es posible que en el lugar en el que aprendió el oficio de vigilante o en la empresa en la que trabaja le hayan dicho que llame canino al perro y que use el término colaborar en lugar de sacar, porque resulta más amable con los clientes.
En ocasiones los dueños de los animales se sienten ofendidos porque alguien les dice que los saque. Eso pasa. En este caso fue Carolina Sanín, pero seguramente Paris Hilton o Kim Kardashian también habrían reaccionado igual ante una petición como la que le hizo el vigilante a Sanín. Habrían cuestionado al vigilante porque hace su trabajo y luego habrían elevado esa anécdota a las redes sociales. Aunque ha de reconocerse que ni a Hilton ni a Kardashian se les habría ocurrido comparar el oficio del vigilante con una forma de corrupción. No, en eso habrían sido ellas más honestas y simplemente habrían dicho que se sintieron atacadas por la actitud del vigilante, antes de establecer ese extraño paralelo entre la situación con su perro y uno de los peores problemas que tiene Colombia, la corrupción.
Sí, en ese universo paralelo que tiene la profesora en la cabeza, la corrupción —que es la causa de que tengamos las peores vías de Sudamérica, de que se roben los dineros de la salud y la educación, etc.— resulta comparable con la trivial situación de su perro. Lo más patético de todo esto es que ella argumente que es por no usar palabras directas, como perro en lugar de canino y sacar en lugar de colaborar que se puede hablar de corrupción. Tal vez la profesora no recuerde Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, ese corto escrito de Nietzsche en donde el filólogo alemán nos recuerda que todo nuestro lenguaje es metáfora, que las palabras nunca dicen directamente la realidad. "La cosa en sí (esto sería justamente la verdad pura y sin consecuencias) es también totalmente inaprehensible y en absoluto deseable para el creador del lenguaje. Este se limita a designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas recurre a las metáforas más atrevidas. ¡En primer lugar, un estímulo nervioso extrapolado en una imagen!, primera metáfora. ¡La imagen, transformada de nuevo, en un sonido articulado!, segunda metáfora. Y, en cada caso, un salto total desde una esfera a otra completamente distinta y nueva".
