Otra vez Juan Rulfo y 'El llano en llamas'

Otra vez Juan Rulfo y 'El llano en llamas'

Si tan solo Trump y López Obrador leyeran a este autor: además de saber que es un escritor sorprendente, encontrarían que cada página de su obra es una amenaza

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
junio 19, 2019
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Otra vez Juan Rulfo y 'El llano en llamas'
Foto: Pixabay

Ya mataron a la perra, pero quedan los perritos... (Corrido popular)

Es como si dijera: espérense tantito que hay historias por contar; eso mientras ya se agolpa la retahíla de recuerdos amontonándose por salir al descampado. O, mucho más claro, ahí les va esta a ver si la saben no más, chingados. En el centro está el conocimiento seguro y preciso, anecdótico y pertinaz, de que nada se sabe pues nada se sabe de ellos, precisamente de ellos. Y mientras ellos no cuenten, todo será un enredo que nada dirá sobre lo vivido, es decir, lo visceralmente vivido detrás de las armas, el miedo y los torrentes de vida ocultos con sus barbaridades y monstruosidades.

Es algo socarrón y letalmente risueño de que las maldades, las más perversas maldades se han estado quedando en el tintero.

Y mira la frialdad de la perra cuando le dice a los cuatro y que todos oyeron pues los eliminaba de acompañarlo: vamos a ver qué toritos nos toreamos. ¿Y por qué los cuatro y nadie más se sumó sino luego el Chihuila. Seguramente porque habían estado peleando juntos y ya les conocía su obediencia tanto como su voluntad de jugársela a su mando. Y por qué el Chihuila se fue solo sin mandarlo nadie. ¿Cómo era el mando de Zamora que los demás intuían que quizás quería saber qué era el ruido que venía subiendo por el barranco?

Nada, la perra y los cuatro eran cucarachas del mismo calabazo.

Y aquella historia de la perra queda en suspenso. El tiempo la deja al margen hasta que en algún olvido de esos regresa y ordenan a Pichón ir hasta donde haya podido estar la perra. Pero la perra no aparece porque seguramente se la tomaron con él para hacerse una venganza con todos los juguetes. Y la perra se pierde en el horror de no saberse qué le hicieron. Su martirio se esfuma. Su dolor no es emancipado por ninguna arena, ni tierra ni polvo siquiera.

Parece que torearon toritos con él; tantito no más se habrán divertido.

Pero el olvido es lo aciago de la perra. Ni siquiera se conoció el color de su pellejo. Su olvido existe desde antes de irse pues no es descrito más que por flaco y por no esconderse como los cuatro. Y esa manera de perderse fue lo último que se supo. Lo dejan ir mientras regresa la historia a los que se quedan viéndolo perderse.

¿Acaso el Chihuila supo algo? ¿Cuando el Chihuila regresó nadie le preguntó sobre la perra?

Y luego Zamora manda a Pichón a saber sobre la perra. Y encuentra al resto de los cuatro muertos de la peor manera. Fueron toreados como toritos, quizás; y la perra también. Y eso fue todo lo que se supo de esos cinco.

Y entonces el corrido tiene razón al no dar cuenta de ellos más que como anónimos perritos pues sus vidas no pasaron a ninguna historia, se perdieron.

Pero, ¿acaso no se perdieron todas esas vidas? La tierra por la que lucharon sigue allí, siendo luchada como siempre. Y tan campante, chupándose no más la sangre derramada que regresa, luego luego, no más tantito gota a gota.

El llano en llamas es la historia de los perdidos: son jirones, ripios, olvidos que se quedaron enganchados en algún árbol. Viento, llano en llamas que se esparcen más rápido que las cenizas. Por eso la historia de México nunca se sabrá.

Y ahora está México haciéndole el mandado a Trump. Entonces las historias de quienes han muerto sin saberse dónde, ya en el territorio de Estados Unidos de América que han sido su responsabilidad y por los que deben pagar tarde o temprano desde que han asumido la responsabilidad de hacerse ricos y engordar a costilla del resto de América sin pagar más que con la imposición de gobiernos miserables y rodillones.

Ya mataron a la perra, pero quedan los perritos, señor Trump, no se preocupe. Nosotros nos ocuparemos de la indiamenta centroamericana de aquí para abajo. Aquella mara salvatrucha que ha sido creada por la misma miseria que Estados Unidos ha venido dejando se encargará de matarlos en su propio país si ya esa gente decide no cruzar México, porque ya no vale la pena, porque ya la llaga no será vista en Estados Unidos.

¿Será que México se asumió por siempre como un estado bandido, la vanguardia del resto de estados bandidos de América que solo son algo, pobre miseria de supuestos ricos, en virtud del narcotráfico?

Parece muy extraño que Trump haya pensado que es mejor aplicar la administración de tal fuerza militar contra los otros centroamericanos para que lo dejen tranquilo mientras prepara otra elección.

Es demasiado extraño que se haga el de la vista gorda. Es decir, si México sigue teniendo una economía en Estados Unidos a quién es que sirve ese negocio.

Sobre quién recaería el colapso de México. ¿Será cierto que México colapsa si le suben las pinches tarifas? ¿No será que Trump todavía le reserva a AMLO otras tareas si resulta reelegido?

Ya mataron a la perra, pero quedan los perritos.

Muy a pesar de las pseudohistorias que recoge Rulfo que no aparecen en las páginas salvo en el no lenguaje de la literatura, está la advertencia soterrada y latente de que hay unos perritos sueltos por ahí.

Así, la guardia de AMLO matará varias perras. Nunca se sabrá dónde fueron descuartizadas las perras, pero siempre quedarán los chingados perritos pues.

Señor AMLO, no se constituya en una vergüenza. No azuce su guardia sobre las perras, mire que estarían quedando muchos perritos que pudieran aullarle, morderlo, lamerle, mearle, moverle la cola, tironearlo.

Ay, percátese AMLO: México no es los Estados Unidos. No, no lo es.

Piense e irrítese. Una de las cosas que más molesta de esto es que Trump escurra el bulto tan campante, cagado de la risa. ¡Es un martirio!

Lo único que nos queda es seguir cuidando los perritos que abundan. Ah, y las perras que no dejan de aparecer, así los maten y dejen huérfanos a diestra y siniestra.

Qué tal que esos perritos se unan a las maras salvatruchas  de este y de aquel lado de la frontera pues no les quede más remedio. ¡Ah dolor de cabeza de esa perrera aullando por ahí!

No fue algo parecido lo que sucedió en Afganistán y la insurgencia luego lueguito de Osama Bin Laden.

AMLO, señor Trump, ojalá se les dé algún día por leer a Rulfo. Es un escritor sorprendente. Cada página de Rulfo es una amenaza.

Rulfo podría ser uno de esos perritos aulladores que quedan de la perra.

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