Me preocupa sinceramente la salud mental de mi amigo Iván Gallo. Basta con leer el título de su nota de opinión sobre Timochenko en Las2Orillas. Parece ignorar que en noviembre de 2016 las FARC firmaron un Acuerdo Final de Paz, como consecuencia del cual sus integrantes, comenzando por su comandante en jefe, dejamos las armas. Dejamos de ser guerrilleros, ningún reincorporado de las FARC lo es, Timochenko tampoco.
Quien además se llama Rodrigo Londoño Echeverry, sin el nombre de guerra que algunos, como yo, por razones literarias, conservamos y registramos legalmente. Hasta donde conozco, burgués se denomina en el lenguaje marxista, al propietario de medios de producción, por oposición al proletario que se ve obligado a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Reto a Iván Gallo a que muestre una sola empresa o negocio propiedad de Rodrigo.
Le choca a Iván que éste tenga una mascota que lo acompaña a veces. Si eso hace burgués a alguno, los barrios marginados de cualquier ciudad del país están atiborrados de burgueses. Quizás quiénes le hayan hablado al oído para inspirar su publicación, lo imagino.
Desde que dice que con razón varios comandantes se desilusionaron. No sé si esté refiriendo a Gentil Duarte y sus bandas, que siembran el terror desde el Meta hasta Cauca y Nariño. O a los de la Segunda Marquetalia, que orientan su accionar revolucionario con sesiones de superchería. Tal vez lo afirme inspirado en la atlética figura de un tal París, chismoso y embaucador de profesión.
Iván Gallo se refiere a Manuel Marulanda Vélez, el fundador de las FARC y su comandante durante 44 años, como Tirofijo, el apodo que le endilgaron los servicios de inteligencia militar para equipararlo a un bandolero. Y lo hace para supuestamente engrandecerlo, con base en una versión dudosa de otro exguerrillero en sus memorias. Cualquiera que haya militado en las FARC y las haya conocido bien, en especial a Marulanda, sabe que la anécdota que cuenta sobre él León Valencia, se corresponde más a una invención fantasiosa que a la realidad de la vida del conflicto.
Manuel Marulanda no necesita de leyendas, su propia vida guerrera de 60 años supera cualquiera de ellas. Valerse de su prestigio, al igual que el del comandante Alfonso Cano, para despotricar de Rodrigo Londoño, sólo revela cuánto desconoce de las FARC Iván Gallo. Fueron precisamente Manuel y Jacobo, los que tras la salida de Jaime Guaracas del Secretariado Nacional de las FARC, eligieron a Timoleón Jiménez para sucederlo en su puesto en la dirección.
Cuando apenas contaba con 27 años de edad. Fueron 25 años continuos en la dirección del movimiento, siempre al lado de los viejos, de Alfonso Cano y Raúl Reyes, los que se reconocieron por unanimidad en el Secretariado de las FARC, para elevar a Timo a la comandancia general tras la muerte de Alfonso. Ni aparecido ni incauto, como le dijeron y creyó Iván Gallo.
Iván Gallo repite una venenosa versión que carece de total fundamento. Ni Marulanda ni Cano hubieran aceptado como Timo los ofrecimientos de Santos. Desconoce, porque no lee sino que recoge habladurías, las ofertas de Santos cuando se iniciaron los acercamientos con las FARC en 2010. Desde la mesa de conversaciones al Acuerdo Final de Paz, todas fueron conquistas ganadas en un pulso embravecido con la oligarquía colombiana.
Debiera saber Iván Gallo que Timo jamás hizo parte de la Mesa de Conversaciones, que el flamante jefe de ella fue nadie menos que Iván Márquez, asesorado todo el tiempo por su alter ego Jesús Santrich. Y que todo lo que se discutió y acordó en ella fue objeto de amplia discusión en el Secretariado Nacional de las FARC, que se encargaba por conducto de Timo, de informar cada paso a todas las unidades de la organización en Colombia. El Acuerdo, finalmente, fue aprobado por la X Conferencia Nacional de las FARC, sin un solo voto en contra.
Fue toda la organización la que pactó la paz, en los términos acordados en la Mesa de La Habana. La Reforma Rural Integral del punto 1 habría satisfecho profundamente a Manuel Marulanda, pues era una de sus aspiraciones más profundas como campesino y colono. La ampliación de la democracia firmada en el punto 2, no sólo hubiera hecho feliz a Alfonso Cano, sino al propio Jacobo Arenas, quien en el año 1990 ofreció públicamente la desmovilización de las FARC, a cambio de su participación en la Asamblea Nacional Constituyente. Para hablar de política, hay que saber de ella.
Lo que en el fondo amarga y duele a los amigos de pensar como Iván Gallo, es que las FARC hubiéramos dejado las armas y hecho una apuesta definida por la paz. Nunca lo dirán de modo directo, pues tienen pavor a ser judicializados. Cualquier que conozca de entornos revolucionarios sabe que existen tipos así, incapaces de asumir un compromiso real por su pueblo, pero que en sus tertulias etílicas echan los más fogosos discursos a favor de la insurrección armada.
Jamás sabrán del sufrimiento de un pueblo que hace la guerra contra un enemigo muy superior en armamento y recursos. Rodrigo Londoño estaba hace un par de días reunido con la Bachelet, alta comisionada de ONU para los derechos humanos, tratando precisamente de los crímenes contra los exguerrilleros y los incumplimientos del gobierno al Acuerdo. Un par de días antes se hallaba ante la JEP, en una audiencia especial solicitada por el partido FARC sobre el mismo tema. Y otros días atrás, haciendo lo mismo ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
No parecen cosas de quien se desentiende de la suerte de los exguerrilleros. Todos los días, la dirección del partido FARC da la pelea ante la Ministra del Interior, el Comisionado Ceballos o el Consejero Archila, por la perfidia que quieren imprimir a los Acuerdos de La Habana. Si Iván Gallo consultara las redes con criterio sano, para informarse y no hechizarse con infundios, se enteraría del mar de comunicados, denuncias y gestiones que los miembros del partido FARC, realizan a diario a escala nacional e internacional en defensa de los Acuerdos y su cumplimiento.
La bancada de FARC, de conformidad con lo aprobado en las reuniones de la dirección partidaria, desempeña un papel más que destacado en el legislativo, siempre en defensa de los intereses populares y de la paz. Sufriendo los más encarnizados ataques por parte de la ultraderecha uribista empeñada en hacer trizas los Acuerdos. Sobre Rodrigo Londoño y buena parte de nuestros dirigentes pesan amenazas de muerte por parte de sus más agudos contradictores.
De nada de eso se percata mi amigo Iván Gallo, preocupado como está visto por escribir loas a Salud Hernández, mientras despotrica feliz contra Timochenko.