La reanudación de los diálogos entre el gobierno nacional y el ELN, conjura la eventual crisis del congelamiento del proceso y reaviva la esperanza para el corredor del Pacífico en torno a dar un paso más hacia la paz.
Chocó, Valle, Cauca y Nariño han sido duramente golpeados por la guerra en cincuenta décadas. Una ruptura, resultaba demoledora y señal de alerta para que decenas de familias emprendieran un éxodo interminable en procura de salvarse.
La imagen más dramática de estas migraciones abruptas, la tengo difusa y con degradaciones color sepia como en las viejas fotografías. Corresponde al mes de agosto de 1999. Por aquella época, integré una comisión humanitaria que ingresó a la zona alta de Buga, adonde había llegado un contingente del Bloque Calima de las Autodefensas.
Las razones por las que la paz con el ELN esta vez sí puede ser una realidad
Me atormentó la desolación de las fincas, en una de las cuales había un perro de aspecto triste. Al parecer sus dueños lo olvidaron durante la huida. La mascota permanecía fiel, esperando su regreso. En las paredes, grafitis de las AUC.
Sin embargo, en un caserío desolado encontramos a una pareja y dos niños. No habían podido transportarse. “Acá nos tocó morirnos”, me dijo el campesino, curtido por el paso de los años y el sol incandescente que iluminaba la montaña.
Al animarlos para que se fueran con nosotros en la camioneta, echó unas cuantas mudas ropa, amarradas en un costal. La esposa, en cambio, insistió en llevarse cuatro gallinas. “Es lo único que nos queda”, dijo y argumentó que, al venderlas, tendrían al menos para sobrevivir unos días. Las gumarras las vendió en un retén del extinto grupo Jaime Báteman Cayón.
Reanudar las conversaciones con los elenos evitará que esas escenas dolorosas vuelvan a repetirse. No hay nada más doloroso que ver a campesinos yéndose de sus tierras porque los grupos armados están enfrentados. Definitivamente, el diálogo es el único camino para que nuestros campos vuelvan a florecer.