A raíz de la explosión social que se vive actualmente en Colombia como producto del descontento acumulado durante 30 años de neoliberalismo, nuevamente los comentaristas y analistas están tocando el tema del empleo en razón al importante papel que juega esta variable económica en la situación social, hoy agudizada por la pandemia.
El empleo, principalmente del factor trabajo, porque también existe el empleo de los recursos naturales y del factor capital, es una variable económica, pero justamente la que conecta el sistema económico con el sistema social porque, por un lado, es un factor de la producción y por el otro es la fuente de ingresos familiares que sirve para la satisfacción de las necesidades humanas, motivo por el cual es un fenómeno tan importante, que durante los últimos 30 años del modelo neoliberal, ha sido el dolor de cabeza de intelectuales y políticos porque, precisamente, en el alma del modelo neoliberal, el desempleo constituye principio y fin de las estructuras del modelo.
Ya se sabe, y a pesar del cuento del desempleo friccional que se expresa en la Curva de Beveridge, de las ideas de Friedman sobre la tasa natural de desempleo y de todos los esfuerzos que han hecho los neoliberales para desconocer a William Philips, los hechos reales y las evidencias históricas han demostrado que, en un país subdesarrollado, que posee bajo capital y muy poca tecnología, existe una relación inversa entre inflación y desempleo, relación esta que se expresa en la agredida Curva de Philips. La mayor vergüenza de los neoliberales es que se les atribuya a sus posturas la generalización de la pobreza como producto del aumento del desempleo, como resultado de su empeño por frenar la inflación y por eso atacan a Philips. Pero los hechos no dejan mentir.
Los analistas sobre el fenómeno del empleo se han separado en dos corrientes: quienes hacen su mirada desde el punto de vista de la oferta y quienes lo miran desde la demanda. Los primeros, que son de corte neoliberal, proponen generar empleo mediante incentivos y estímulos a la oferta de trabajo, bajo el supuesto que los empresarios crean puestos de trabajo cuando disponen de mecanismos para reducir sus costos. Creen que, al reducir los costos, el empresario corre hacia el aumento de la producción, aunque se encañengue con la mercancía producida porque no hay compradores. Por eso proponen desmejorar las condiciones laborales de los trabajadores para bajar costos, y disminuirles los impuestos, entre otras medidas.
Por su parte, la otra corriente, que es de corte keynesiano, mira el fenómeno desde el punto de vista de la demanda y asegura que los empresarios enganchan personal cuando tienen pedidos de sus compradores y que deben cumplir para satisfacer al cliente, por lo cual para disminuir el desempleo es necesario incrementar la demanda agregada mediante mecanismos de aumento del ingreso o de incremento del dinero en manos de la gente para que acuda a comprar en el mercado y así, dinamizar la producción, reactivar la economía y fortalecer el aparato productivo, lo cual se logra con una fuerte intervención del Estado ya sea para el gasto público o para implementar políticas orientadas al pleno empleo.
Pero a pesar de que la realidad histórica demuestra que los de la corriente de demanda tienen la razón, los neoliberales son tercos e insisten en aplicar medidas de oferta, que deterioran las condiciones de vida del grueso de la población, pero no propician el aumento del empleo, como lo hemos visto en Colombia desde el año 2002. Son obstinados en la exoneración de impuestos y en el recorte de los beneficios a los trabajadores, con lo cual le incrementan la carga tributaria al factor trabajo, disminuyendo la capacidad adquisitiva del salario y deterioran las condiciones de trabajo acelerando los factores de pobreza.
Antes de 1980, cuando imperaba el capitalismo clásico con privilegio del sector industrial, la inflación era elevada, pero había empleo y las condiciones de vida de las clases populares eran más satisfactorias porque lo que los pobres necesitan no es que los precios no suban aceleradamente, cuando no poseen dinero para comprar, aunque las mercancías estén baratas; lo que al pueblo le conviene es que haya empleo para generar los ingresos familiares. La inflación baja solo beneficia a los capitalistas rentistas que invierten su dinero en papeles de renta fija, de manera que basta con observar los hechos en la realidad, para resolver el debate que hoy incluye otra vez el tema del desempleo.