¿Qué vamos a hacer los que lavamos platos escuchando los podscast del Pulso del fútbol? Iván se nos va inexorablemente. Nos quedan solo un puñado de programas con su rejo implacable, su criticismo, su sabiduría. Iván Mejía es tan entretenido que uno se aguanta hasta al eternamente joven César Augusto Londoño. Son tan diferentes que son compatibles. Londoño sabe cómo sacarle la piedra al ogro. Iván Mejía logró algo imposible: a sus casi 70 años, como un Rolling Stone, se mantiene vigente. Tiene una conexión única con veinteañeros. Conozco cientos de universitarios que no se pierden el programa. Iván es políticamente incorrecto, es salsero y a veces deja entrever su pasado mamerto. Es un rebelde, un contestatario. Técnicos tan duros como Jorge Luis Pinto le temen. Lo respetan.
Lástima que Iván ejerza el derecho de hacer lo que se le dé la gana. No quiere vivir pendiente de horarios ni ver partidos por obligación así ame el fútbol. Quiere estar con sus nietas. Pegarle todo el día a la pelotíca hasta que el sol de Cartagena lo insole. Quiere viajar y leer todos los libros que no ha podido leer. Es que Iván es un tipo culto, un escritor que publicó en el Gráfico innumerables veces cuando la revista argentina solo estaba reservada a monstruos como Dante Panzeri, Eduardo Sacheri o Fontanarrosa. Lo reemplaza Óscar Rentería. A Óscar los cuarentones lo escuchamos desde La Polémica de Caracol. Es un tipo querido, un bacán. Lamentablemente es una pésima decisión de José Ignacio Reglero, el español que también le cerró la puerta en la cara a Diana Uribe.
Con César Augusto condenarán El Pulso
a peleas insulsas, artificiales,
programadas, obvias
Rentería es un tipo que no tiene conecte con los jóvenes. Con César Augusto condenarán El Pulso a peleas insulsas, artificiales, programadas, obvias. Los pelados que le creen a Iván lo hacen no porque siempre parezca estar bravo o porque no le guste nada sino porque sabe. Nadie puede decir lo contrario. Rentería está desactualizado y centrado solo en su terruño, Cali. No es un hombre universal. César Augusto no es ningún idiota. Recurrirá a alguno de sus trucos para captar pelados. De pronto se le escapará algún reguetón, hablará de los raros peinados nuevos. Pero los globos se desinflan rápido.
El pulso, gracias a las anchas espaldas de Iván Mejía, soportó la ida de Hernán Peláez. Sin embargo, se desmoronará con su partida. Si bien es irremplazable deberían haber hecho más, apostar por un Nicolás Samper, por el mismo Diego Rueda. Sangre joven y no recaer en lo que parece un fracaso seguro. Le daremos el margen de espera porque no podemos vivir sin El Pulso pero, siendo realistas, sabemos que el programa más escuchado de Caracol, tiene sus días contados.