Zuluaga nació muy lejos del poder, por allá en un pueblo del oriente de Caldas llamado Pensilvania cuando este era, junto con Samaná, uno de los dos municipios más pobres del departamento. A los seis años emigró a Bogotá junto con sus tres hermanos y sus papás Ovidio Zuluaga y Carina Escobar, de quienes heredaría, como buen hijo que es, su fervor católico y, sobre todo, su devoción al patriarca conservador Laureano Gómez.
Sus primeras lecturas, además de las novenas al Divino niño, fueron las aventuras de Tintín. Gracias a la curiosidad de este niño detective, el joven Zuluaga voló, con la nave de la imaginación, por exóticos lugares resolviendo intrincados y fabulosos casos. Fue un alumno obediente y responsable, que si bien nunca descolló por su inteligencia, si se destacó por el talento desplegado en la cancha de fútbol del Liceo Cervantes, en donde se graduaría como bachiller. Allí, mientras era estudiante, tuvo el primer contacto con la política. Su mamá era una entregada militante del Partido conservador y gracias a ella Óscar Iván pudo vivir en carne propia, a los 15 años, el fragor de una campaña presidencial.
Álvaro Gómez luchaba codo a codo contra Alfonso López en las elecciones de 1974. Días antes de que la contienda electoral llegara su fin, Doña Carina le encomendó a su hijo la misión de repartir volantes que invitaran a llenar la plaza de Bolívar, para demostrar a la opinión pública que el Partido conservador no iba a tener ningún problema para seguir dirigiendo el país. La convocatoria fue un éxito, la plaza de Bolívar se había convertido en un inmenso corazón azul que palpitaba y escupía emocionantes arengas. Creían que la victoria era segura, pero el domingo siguiente se chocaron de frente con la realidad: la derrota había sido aplastante. Ese primer revés le enseñó al futuro Alcalde de Pensilvania, que en política nada es real, ni siquiera una concentración de 15 mil personas en una plaza pública.
Una rotura de ligamentos, similar a la que marginará a Falcao del Mundial, le arrebató la ilusión de ser el rendidor volante de contención que prometía ser. Pero no sería esto el golpe más duro que vivió al finalizar sus estudios secundarios. El joven Óscar Iván tenía claro que quería prestar el servicio militar. Mientras otros jóvenes alegan la objeción de conciencia o directamente compran su libreta militar con tal de no vivir la inhumana disciplina que puede respirarse en un cuartel, el anhelaba el día en que pudiera rendirle honores a su país disparando un fusil. Lamentablemente el severo astigmatismo hipermetrópico que padecía hizo que lo consideraran inútil para el oficio de las armas. De ahí y durante muchos años, llevaría unos lentes gruesos de inusitado aumento.
Sin amilanarse y siguiendo los consejos de sus padres, ingresó a la Universidad Javeriana en donde estudió economía. Era un alumno silencioso que a veces solía destacarse por sus imitaciones a Leonardo Favio y a Rafael, que según testigos, podrían darle la posibilidad de participar en uno de esos realities en donde buscan el doble de un artista. Allí en la Javeriana, un hecho le haría caer en cuenta de que a pesar de su introspección no carecía de don de mando. Un día al salir de clase, encontró que al carro que le prestaba su papá para ir a estudiar le habían robado las farolas. Organizó, con un grupo de compañeros, un plan para desactivar una banda de reducidores que rondaban la universidad. A las pocas semanas las labores de inteligencia de estos improvisados detectives dieron sus frutos y lograron darle caza al cabecilla. Desde ese momento Óscar Iván es un convencido de que los civiles pueden hacer parte activa en la lucha contra la delincuencia y el terrorismo, precepto que comparte a cabalidad con Álvaro Uribe, su futuro mentor.
Se gradúa con honores, le otorgan una beca y se va a estudiar a Inglaterra. Regresa, se casa, tiene hijos, se hace cargo de Acesco, el exitoso negocio familiar de metalmecánica de sus primos Escobar, por el lado materno, y en 1990, azuzado por los cientos de cartas de sus paisanos que le rogaban lanzarse como candidato a la alcaldía de Pensilvania, decide hacerles caso y gana con facilidad. Quien más lo entusiasma en este empeño es su amigo de siempre Luis Alfonso Hoyos quien desde entonces se convertiría en su gran aliado y asesor político hasta acompañarlo en su aspiración presidencial en donde se colocó en el conspicuo rol de asesor espiritual. Su exitosa gestión como alcalde fue reconocida en un premio entregado por el Banco Mundial en donde se le destacaba la capacidad que tuvo para unir a la sociedad civil, la empresa privada y el gobierno local en la lucha contra la pobreza.
A partir de allí Zuluaga se consagraría a la política. Conoce al Gobernador de Antioquia Álvaro Uribe en una reunión que éste tiene con la asociación de ex alcaldes de Pensilvania y le escucha de primera voz su estrategia de seguridad construida sobre las Convivir. En el oriente de Caldas las Farc hacían presencia en la zona causando el pánico de los hacendados locales, un escenario apto para que una propuesta como la que empezaba a enarbolar Uribe calara como había ocurrido en Urabá y entre los ganaderos antioqueños y cordobeses. Cuentan que el liderazgo de Zuluaga fue clave para repeler al temible frente 47 comandado alias Karina que se paseaba olímpicamente por la frontera de los dos departamentos. En el 2001 su amigo el joven senador Luis Alfonso Hoyos, proveniente de una estirpe política conservadora de gran arraigo regional sufre le duro traspiés al perder su investidura por un cuestionado caso alimentado por los Yepes Alzate, sus rivales en Caldas. Zuluaga resuelve entonces aspirar al senado en las listas del naciente movimiento Primero Colombia que lleva a su líder Álvaro Uribe a la Presidencia de Colombia en 2002
Acá aparece el primer lunar del que es considerado el más decente de los alfiles del ex presidente Uribe. En declaraciones dadas en octubre del año pasado, Pablo Sierra, jefe del bloque Cacique Pipintá hizo esta temeraria declaración “En la época en que Óscar Iván Zuluaga fue Alcalde de Pensilvania tenía que tener el aval y el visto bueno de nosotros para poder mandar, él que hizo parte de la asociación de ex alcaldes de ese municipio, que fue concejal allá, es imposible que hubiera podido ejercer el cargo si no tenía el aval y la cooperación de las AUC para poder mandar… si no hubiera sido así nosotros no lo hubiéramos dejado, lo hubiéramos matado”. El ex paramilitar también dijo que el ahora candidato presidencial mantenía comunicación con Ramón Isaza, el temible Mcguiver, quien operaba en esa zona del Magdalena Medio.
Pero las acusaciones de que Zuluaga tenía vínculos con el paramilitarismo no terminaron allí. En una foto tomada en el 2003, el entonces Senador aparecía en una tribuna, tomado de la mano en señal de victoria con Maribel Galvis, quien aspiraba al Consejo de la Dorada y que un año después de la fotografía renunciaría a su cargo en el cabildo luego de que aparecía una orden de captura contra ella, al haberse comprobado que había extorsionado a la multinacional Coca-Cola, pidiendo 10 millones de pesos a nombre de los Paramilitares. El escándalo le salpicó justo cuando era Ministro de Hacienda del Gobierno Uribe y cómo suele suceder en estos casos el implicado se mantuvo firme en su versión de que él no sabía nada del pasado de la cabildante, a pesar de que hacía dos décadas era conocido en todo Caldas la simpatía que le tenía Galvis a las AUC y la estrecha colaboración que le había brindado a “Ovidio” uno de los jefes de la zona. La investigación fue archivada.
Como Ministro de Hacienda fue un firme defensor del TLC con Estados Unidos, cosa que alegraría a los grandes industriales de este país, quienes hablan maravillas de Zuluaga y alimentó de argumentos al vocero de los campesinos el senador Jorge Enrique Robledo quien dijo del premiado ministro: “El doctor Óscar Iván fue un mal ministro porque fue uno de los del libre comercio y en eso no puede haber buenos ministros. Cuando la doctrina económica que se sigue no es buena, las cosas no salen bien y ahí están los resultados, este es un país lleno de problemas muy graves, fruto de ese modelo económico que lo aprobó y lo aplicó Óscar Iván en todo el tiempo de su ministerio”.
Los trabajadores tienen muchas cosas que reprocharle al ex ministro de hacienda. Ellos no olvidan que los 28 billones de pesos que aprobó para pensiones, es menos de la mitad de lo que aprobó para infraestructura y una tercera parte de lo que se gastó en guerra. Es bueno recordar que Zuluaga como congresista aprobó el desmonte del pago de las horas extras de los trabajadores a partir de las 6 de la tarde y redujo el pago de los dominicales, afectando a millones de trabajadores.
A pesar de que su gestión vivió terribles escándalos como el haber declarado Zona Franca unos terrenos baldíos que compraron a muy bajo precio Tomás y Gerónimo Uribe, que en Santander vendió la Empresa Electrificadora a una filial de las Empresas Públicas de Medellín, provocando la indignación de los santandereanos, sobre todo cuando se supo que fue vendida por 350 mil millones de pesos, cuando se suponía que la empresa costaba un billón, y que fue justamente a Zuluaga a quien le estalló la pirámide de DMG que quebró a miles de ahorradores que terminaron timados por un malabar financiero que la superintendencia financiera no reguló y muchos menos controló para evitar el descalabro, fue declarado por el Fondo Monetario Internacional como el mejor ministro de hacienda de América, una distinción que deja bastante claro a quien benefició su desempeño.
Terminada su gestión y la de su jefe Álvaro Uribe, Zuluaga da un paso al costado de la vida pública y no se vincula al gobierno de Juan Manuel Santos con quien compartió lides en la construcción del Partido de la U y luego como miembro del gabinete ministerial, hasta que se convierte en el ungido para aspirar a la Presidencia por el Puro Centro Democrático que se transforma en el Partido Centro Democrático.
Y ahora, este hombre que disfruta con el sueño plácido, que se desvive por el Once Caldas y el Deportivo Cali en una extraña dicotomía, un tipo sencillo al que de vez en cuando le gusta escaparse con su esposa a alguna discoteca y bailar un rato esas canciones de los Hispanos que tanto recuerda, le ha tocado estar al frente de una convulsionada campaña presidencial que lo ha puesto en el ojo del huracán. A veces, cuando las cámaras lo acosan, se puede notar que con el rabillo del ojo busca a la poderosa figura que lo ha puesto allí, en la tarima más alta que puede tener un político, es un segundo de duda, de vacilación, un segundo que se vuelve eterno al comprobar que no está y es allí cuando quisiera estar en otra parte, de pronto encerrado viendo un partido de fútbol, disfrutando, como un colombiano más, del orgullo de ver a una selección nacional disputando un mundial.