Orientación sexual nro. 17: de Calígula a Flavia

Orientación sexual nro. 17: de Calígula a Flavia

Las prepagos y los mozos existen desde la Edad Media

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agosto 14, 2013
Orientación sexual nro. 17: de Calígula a Flavia

Ardorosos esclavos para pudientes matronas; organizadores de harenes; derecho de pernada; préstamo de esposa; horror al matrimonio, adulterio organizado… Y mucho más en Orientación sexual nro. 17, un pequeño libro que no es mío, que no sé de dónde llegó, pero que apareció mientras organizaba mi biblioteca este fin de semana. Estaba solito y con un texto interior que decía: Temas útiles para usted, para su familia y para sus hijos. Bueno, me dije, aunque ahora hay más apertura y las cosas han cambiado, no me imagino qué tan útil puede resultar para Alejandro, mi hijo de nueve años, hablarle del derecho a la pernada o de los ardorosos esclavos del comienzo de esta columna, y menos a un niño de hace 43 años, pues la publicación es de 1970.

Orientación sexual es el nombre de la serie, y el fascículo nro. 17 se refiere a las raras costumbres medievales. La colección pasa del nro. 1 al 16 hablando de los conocimientos sexuales básicos (¿Qué sería básico en ese entonces?), lo que todo hombre debe saber (¿Qué debía saber todo hombre?), lo que toda mujer debe saber (¿Qué debía saber toda mujer?), la excitación sexual (¿Cómo se hablaría del orgasmo?), técnica de la unión sexual (A falta dela popularización del Kama sutra, ¿cómo sería la técnica que recomendaban?), y la boda y su primera noche, entre otros. Sí, definitivamente la boda y su primera noche solo se pensaba por esos días; me muero de curiosidad por conocer esos fascículos; son parte de nuestra “evolución” sexual. Y si la serie era así de conservadora, ¿para qué publicar el nro. 17? Me atrevo a decir que el desconocido autor (porque el nombre no aparece por ningún lado), tenía su morbo reprimido, como lo tenían los de la época, porque ¿para qué hacer un impreso para hablarles a los hijos de las costumbres romanas bajo el paganismo, por ejemplo, si se sabía que en 1970 jamás se las dejarían ver?

De Calígula a hoy, ¿cuánto han cambiado las cosas?

Pegunto cuánto han cambiado las cosas porque francamente la práctica del sexo no creo que mucho. Claro que surge también la duda de  ¿cuáles serían los juguetes sexuales de la época? Siempre hay seres discretos, ardientes, pervertidos y perdidos, pero la humanidad es la misma con sus derechos y sus reveses.

En la presentación del fascículo nro. 17, “el autor” se refiere a cómo los emperadores, los aristócratas y los gobernantes daban al pueblo los ejemplos más escandalosos de libertinaje. Pues aquí no estamos muy lejos, solo que sí se guarda cierta prudencia, por lo menos ante los colombianos. La situación va desde “Rosita”, nuestro Calígula, hasta los que se la pasan en tanga narizona, mejor dicho “piscineando” a tarifas propias de universitarias costosas y generosas; traviesas.

Préstamo de esposas

¿Le suena si le digo que son una especie de swingers pero medievales? Claro que ahora es más abierto porque se prestan esposos y esposas. En ese entonces los nobles feudales en prueba de una especial amistad, prestaban la esposa a los huéspedes de calidad. La cedían por las noches que el visitante iba a permanecer en el castillo. Ahora el asunto no es servil para las mujeres, ni se hace en castillos, ni es un cumplido para un visitante; es la mera voluntad de ver cómo cada miembro de pareja goza de frente con otro que no es el propio, el oficial.

Eunucos y Spadonis

Este es un capítulo doloroso para quienes representan hoy a los eunucos. Conozco mujeres casadas con importantísimos ejecutivos quienes en su frenesí por conquistar poder y fortuna se han castrado ellos mismos, no física sino mentalmente; el sexo solo existe en la solitaria intimidad de su oficina, dicen los expertos, en los brazos de “Manuelita”. Surgen entonces los spadonis de sus mujeres, sí amantes pero no castrados a voluntad como los medievales, sino precavidos, discretos y “cumplidores”. Y es que en ese entonces a los hombres poderosos, ocupados en la política y la economía de la época, no les importaba que su esposa tuviera su spadonis o el popularmente conocido “mozo”; de hecho lo aceptaban. No les parecía importante porque eran hombres estériles. ¿Será que a nuestros eunucos de hoy tampoco?

El derecho a la pernada

O a la entrepiernada, en términos más coloquiales. Este “derecho” hace parte del capítulo “La mujer en la Edad Media como objeto de múltiples usos”. Fuerte ¿no?. Para el varón de la edad media lo más importante era demostrar su valor militar, por lo que sentía cierto desprecio por las mujeres. Podían pegarles solo por el hecho de llevarles la contraria. Pero eso no ha cambiado. Basta con mirar las noticias y las cifras de violencia intrafamiliar para ver que sigue siendo lo mismo. La única diferencia está en el atuendo romano que tiene laureles, y el del macho colombiano que tiene fuete. Sin embargo, los dos tienen puños, patadas, insultos… Eso sí, en Colombia nos diferenciamos en grande; tenemos la exclusividad de nuestro “Bolillo”.

Solo para recordar, el derecho a la pernada lo tenía el patrón del trabajador contrayente para desflorar a su esposa la noche de bodas. Aquí, hoy en día, se lo toman por derecha con el poder que les otorga ser jefes y sin necesidad de boda ni nada que se le parezca. Eso va desde el más pinchado ejecutivo con una que otra subalterna, hasta el señor de la casa que gatea por las noches para conquistar a la fámula; ¡perros canequeros! diría una amiga mía.

En conclusión

Es claro que el sexo ha sido siempre un tema tabú y de interés, pero según la época y la sociedad en la que nacíamos se trataba de una u otra forma. La evolución de hablar abiertamente sobre sexo en Colombia parte de hace unos veinticinco años cuando ya escuchábamos a la sicóloga Lucía Náder dar los primeros pasos en conferencias y programas radiales, hablando sobre el misionero y el Kama sutra con gran tacto.

Si al paganismo medieval lo amainó el cristianismo, a nosotros nos llegó Flavia Dos Santos hablando con acento brasilero y mucha tranquilidad del clítoris, los vibradores y el sexo oral en radio y televisión, como cualquier receta de cocina a la hora del desayuno o el almuerzo. Y eso está bien. Hablar con claridad facilita vivir con mejor información para evitar los cuentos absurdos que tuvieron que descubrir por sus propios medios nuestras pobres abuelas. Pero yo, en lo particular y entrada en gastos con el fascículo nro. 17, me lanzaría por el fascículo “Orientación sexual nro. 18” escrito a cuatro manos por Flavia y Calígula. Pago por ver.

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