Un titulo tan difícil de creer como la palabras del alcalde de Bogotá, pero así es. Siento un profundo respeto, orgullo y admiración por este municipio, por su gente, su aguante, su estigma de violencia y la falta de oportunidades, porque muchos de los que hoy son abuelos y padres redoblan esfuerzos para sacar adelante a una generación de smartphone caros y respeto pobre. Soacha no es tan diferente a los demás municipios del resto de nuestro país.
Aquí salen y llegan desplazados, se dejan los hijos solos por horas para buscar la comida del otro día, se caminan horas para ahorrarse lo del bus y dejarlo para las “onces” del chino. Aquí duelen los pies por estar parados al sol y el agua esperando el transporte insignia del futuro “Transmilenio” y todo con el único objetivo de llegar la otro lado de la ciudad capital a consentir y levantar los hijos del “patrón”, que no tiene tiempo para ellos.
Llevo mas de 30 años viviendo en este municipio, he sorteado el terrible e interminable trancón, las marchas y revueltas, los intentos de atraco y en efecto el ser atracado. También, el madrugar y pese a eso llegar tarde, como día a día la que fuere la solución al transporte público se vuelve el escampadero de la mendicidad, el manoseo, el insulto y miradas desafiantes, en fin..
Y después de tantas citas negativas, se preguntaran ¿por qué estoy orgulloso?
Simple, como los que vivimos aquí aprendimos a guerrearla y a ser recursivos, a reconocer al maloso y evitarlo o simplemente a respetar la profesión delincuencial que le tocó o quiso ser. A llevar el agüita o el dulce porque sabemos que nos toca esperar la ruta y a dormir parados y con un ojo abierto por si nos tocan el bolsillo o la maleta. A sonreír con picardía del citadino porque si queremos calentarnos nos queda mas cerquita Fusa o Melgar y reírnos porque al volver mamados y quemados no tenemos que chuparnos todo el trancón.
Orgulloso de lo malo y lo bueno porque aquí en Soacha sabemos que esperar ayuda del rico (lo dijo Peñalosa, no yo) es deberle favores. Aquí entendemos que para ser sociedad no debemos discriminarnos porque al final todos somos iguales, lo que nos hace diferentes es el lugar donde quedó registrada la cédula, porque duélale o no todos seguimos siendo colombianos.