¡Orgullosamente mamerto!

¡Orgullosamente mamerto!

Una reflexión sobre el origen e intencionalidad del término Mamerto que suele ser utilizado de forma adjetiva desde los debates políticos mas profundos de Colombia

Por: Harold Hernán Marín Fernández
abril 18, 2020
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¡Orgullosamente mamerto!
Foto: Vía Twitter

El periodista Santiago Molina Roldán en el año 2015 hace una reflexión interesante sobre el significado de la palabra Mamerto en el medio digital Las2Orillas: “Hoy día se utiliza la palabra en cuestión con la intención de ofender a alguien que asegure que “el neoliberalismo va a acabar con la sociedad”, o que “el capitalismo es el opresor del pueblo”, y cosas así, aunque esa persona tenga argumentos para asegurar eso que dice. […] También están los otros que le dicen mamerto a cualquiera que milite en la izquierda o comulgue con ideas marxistas, leninistas, maoístas o trotskistas. También quien tenga en su librería a autores de izquierda, puede correr el riesgo de ser catalogado como marxista. Pero no solo el cómo se piensa y se lee puede llevar a que uno sea mamerto, sino que también la forma de vestir puede influir; si alguien viste como Jaime Garzón, por ejemplo, puede entonces entrar en esa categoría”.

Santiago Molina en el texto citado que titula: ¿Qué significa ser Mamerto?, adjunta a sus opiniones un rastreo interesante que nos pasea por la historia de la palabra Mamerto, de la cual, en una de sus versiones afirma, deviene de la designación a niños, jóvenes o adultos que se “chupan el dedo”, por allá en los años treinta del siglo pasado; Mamerto es igual por simpática analogía, aquel que se mama de cumplir con sus compromisos, y en el horizonte político se trata de camaradas que una vez lucharon por una causa y luego se pasaron a otra opuesta o distinta a la que perseguían en un inicio. Una precisión importante aclarada por el autor, es que el remoquete Mamerto, como un adjetivo descalificador no resulta exclusivo solo para los simpatizantes de la izquierda, igual aplica a la variopinta ralea de los supuestos Centro, Social demócratas, derecha y por supuesto a los que se invierten de los sacrosantos principios de la ultraderecha.

Subraya el autor remarcando el énfasis en lo que afirma: “Quien dice mamerto pretende entonces insultar y faltar al respeto con ese adjetivo. Aunque de hecho sí lo hace, quizá desconozca algo de historia de esa palabra. Desconoce también que ella puede ser utilizada perfectamente para calificar a alguien de la otra corriente política: la derecha. […] Por otro lado, algún columnista en Eje21, cuyo nombre no estaba a la vista, apuntaba que esa palabra es un regionalismo de varios países latinoamericanos, entre ellos Colombia, que equivale a ‘persona miedosa, incapaz de decidirse por sí misma, por temor a las consecuencias. Pusilánime’”

Nada bueno, noble o positivo parece desprenderse del adjetivo Mamerto, solo que debemos tener en cuenta que la palabra, cualquier palabra, no puede desligarse de su contexto o el devenir en donde se causan sus acciones, apartarla de todo lo que precipita ella, la palabra, y desde dónde, cómo surge y se expresa, de hacerlo negaría su condición de mutabilidad en el tiempo, esa capacidad de asombrosa metamorfosis que la lleva a las más indecibles nuevas significaciones. Desde el lenguaje recordemos nuestras queridas azafatas, esas pacientes núbiles que reciben también el sugestivo nombre aeromozas, vocablo que mutó de ser la ilustre jefe de matronas que atendían a la Reina de Inglaterra hace más de doscientos años, a la de sobrecargo adosada de accesorios y afeites, hermoseada a propósito, que daba la atención en los aviones de pasajeros; parece ser que en algunas latitudes ya esta palabra azafata, empieza a entrar en desuso y se imponen otros términos como auxiliar de vuelo o la mencionada aeromoza, depende del lugar, de las empresas, de los usos … de los contextos lingüísticos, como decíamos más arriba. Como nos cambian las palabras de acuerdo a la dinámica de las circunstancias del devenir histórico.

En el contexto colombiano podríamos hacer divisiones de la población que para muchos podrían llegar a ser amañadas y apresuradas, podríamos definirnos entre la clásica opresores y oprimidos, la flagrante víctimas y victimarios, la fatal como cierta desplazadores y desplazados, la para los primeros a mencionar, Mamerta, privilegiados y los sin privilegio o desarraigados, etc.; en medio de todo este bestiario que podríamos seguir multiplicando en válidas divisiones, perfectamente aplicadas a nuestra compleja realidad, presentes desde la guerra ininterrumpida de la colonia infringida a nuestros ancestros por el invasor, pasando por las gestas de la  independencia, la consumación sátrapa de la patria boba que aún nos delimita, y las guerras republicanas que plagaron desde el siglo XIX nuestro siglo veinte sectorizando la población en bandidajes políticos, hemos existido supervivientes que siendo actores con algún protagonismo chiquito o grande de las condiciones históricas a las que nos han empujado nuestras castas, catapultados por el criterio y carácter de estos actores, y sobre todo los intereses que se conformaron por los cuales se luchó, todo mutó, se hizo otra cosa con esos principios o simplemente se quedó en definiciones o preceptos que  no evolucionaron. Como parte, me he sentido de la izquierda en Colombia, militante, debo decir desde esta orilla comprometida que, si contra algo ha luchado encarnecidamente la izquierda de este país, es contra la evolución de sus ideas. Para algunos que no son pocos, el quedarse en la inmutabilidad de principios del siglo XIX, del más ortodoxo marxismo-leninismo, de las corrientes que se devinieron de este, el esfuerzo por conservar estas líneas fuertes y parámetros convertidos en cánones dogmáticos en los partidos, pareciere que el mantenerlos inmutables, inamovibles, los hace en garantía de legitimidad y de prestigio.

Quien escribe estas líneas, a lo mejor tildado de Mamerto por la misma izquierda y el progresismo, no se diga otras facciones políticas, me considero ante todo un superviviente, de las desapariciones, de las torturas, de las persecuciones propiciadas por un estado sátrapa y limosnero de la moneda extranjera, un estado antropófago que ha sido capaz de devorarse a sus propios hijos con tal de no dejar prosperar nueva cimiente distinta a la vertiente de sus intereses. Pero al igual soy un superviviente de ideas trasnochadas que no me definieron más, que me empezaron a encasillar; si soy Mamerto por no matricularme por que sí a una idea, por ser deliberante y proponer la autocrítica y abrirme a otras ideas que permiten mayor fluidez de la propuesta política, si es por todo esto entonces digo que sí, soy Mamerto, lo soy y me siento orgulloso por serlo, porque la vida como la política no se estancan sino por raticos y si es necesario, la vida y la política son fluidas y hay que entenderlas desde el contexto y resignificarlas desde esos contextos específicos desde donde surgen las necesidades de sus gentes, las personas, los individuos, es desde las necesidades vitales propias de las comunidades desde donde se deben interpretar las ideas políticas,… no al revés, desde las ideas políticas intentar leer e interpretar las necesidades reales de los individuos. En esto creo.

Me mamé de esos empalagosos discursos abstractos al interior de los partidos dícese de izquierda, que no dialogan para nada con el prójimo, con el sujeto de la política que es el individuo de la masa amorfa. Lo que si considero mamerto es ese recital de dogmas y explicaciones que cual arcanos desde los textos de más de cien años se sientan en salmodias hartísimas los cuadros de los partidos, a denostar de una realidad que no explican, en la que no actúan, por simplemente el placer de solo vituperar, en especie de masturbación intelectual. Pensé que esos dogmas había que conversarlos y ser traducidos a gentes a las cuales no les llegaba esta abstracción, pero al parecer esto es un mortal pecado para las izquierdas radicales, para quienes interpretar es sinónimo del más peligroso sacrilegio Mamerto.

Me mamé de todo esto y sin embargo no dejé el ejercicio del ser político, y sin embargo me inscribo y soy militante de siempre en las corrientes progresistas de este país, huido de los centros tibios y las extremas izquierdas o derechas que confluyen estas últimas a lo mismo, que se reconocen en lo mismo: la violencia. Por eso considero que a muchos de los que nos llaman Mamertos, somos más sobrevivientes críticos expulsados de un sistema dogmático y extremo que se encasilló en polos opuestos de lo mismo, que nos quiso vender el blanco y negro, izquierda-derecha, liberal-conservador u otros, mientras una paleta de matices de corrientes políticas se han ido creciendo en nuestra realidad y un crisol de nuevas oportunidades han florecido a través de ellas para interpretarse desde la individualidad, desde los colectivos.

Curioso que lo hubiese entendido tan bien la derecha y la izquierda no, y una de sus primeras reivindicaciones fue borrarse el estigma del término derecha, desvanecerlo porque en sus discursos de boca, nominales, se aproximan cada vez más a las ideas base de la izquierda, … pero hace mucho borran este cartelón de la entrada para que por sus boquetes de pulcras vaguedades apuntaladas con medias verdades y pensamientos de mercadeo político, plagados de consignas que nos queremos oír ciertas, florezca el proselitismo de una derecha de la que se puede decir de todo, pero a la  que  hay que reconocerle se esmera por interpretar la realidad de los individuos: ¿Para qué? ¿Cómo lo usa? ¿Es falsa y lo usa en su beneficio sectario? Ese es otro tema, pero que lo hace y lo logra con éxito, es una realidad de la que no debemos apartarnos, y de esta otra orilla del camino debemos pensárnoslo, por qué no, hasta copiarlo y re - interpretarlo a nuestro favor, despojándola seguro de cierta maldad hipócrita de los “manejos y la conveniencia” de políticas acomodadas, purgándola de la velada intensión fascista manipulada por los espurios centros de nada.

Este libro es una invitación a hacer la necesaria reflexión de lo que fue y aconteció al final del siglo veinte y principios del siglo XXI, sobre todo cuando hay tantas intenciones de distinta fuerza y tipo por intentar borrarnos de un sopapo la historia que vivimos y estamos sobreviviendo aún y quién sabe hasta cuando… por eso este libro es una apuesta a la memoria y a no olvidarnos de nosotros mismos; Memorias de un Mamerto, relatos para conversar, discutir, disentir, es un compendio que teje la anécdota con la opinión, la poesía, y su mayor deseo es que suscite la conversación por cosas que al encontrarlas en él, a lo mejor nos definan o con las que quizás no podamos estar de acuerdo…

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