Todos caben, se abrazan y sonríen en la foto. El jefe es el mismo. Para algunos coalición, para otros una exótica unidad nacional. Tantas penas juntas no pensé verlas cogidas de mano. Esto es, una orgía por la paz.
Solo ellos se entienden y entre ellos celebran desde el pasado domingo. Roy, Samper, Gaviria, Clara, Kiko Gómez, Gerlein, Peñalosa, Petro entre otros del grupo que abandonaron sus banderas que proclamaban llevar hasta el final. Decir que este país anda mal, es una redundancia.
Esperaban con ansias que a sus terrenos llegara la pacífica paloma, quienes han gobernado a Colombia como gobiernan una torta en una fiesta. En una fiesta de pocos. La indignante orgía política de aquella dirigencia, empezando por el presidente, que confunde el poder con una licencia para repartir el ponqué de la burocracia. O en su defecto, depende del cargo, para pedir una porción proporcional a la capacidad de chantaje del solicitante.
Con justa razón se dispararon desde el domingo las plegarias contra esta orgía. Preocupa que por cuatro años más se escuchen los inris “Dr. Camprecom” “Sr. Sisbén” entre dirigentes de tal o cual partido. Deplorable que la designación de funcionarios no la defina el ser más preparado, ni su honorabilidad, sino que su mayor pergamino sea la recomendación de un político local. Aferrados a María y José están los centros médicos de Ansermanuevo (Valle) Ovejas (Sucre) Quibdó (Chocó), Soledad (Atlántico) Meissen en Bogota y la lista sigue, buscando que no se acuerden de ellos en cada reunión de tan generosa orgía nacional.
Yo esperé que los abanderados de las ilusiones de muchas fracciones de colombianos, rechazaran la oferta de entrar a la orgía, actuaran frente al descontento del pueblo con la usanza del poder, de un gobierno cuya visión fue distinta al del país caminante, que fueran el paso disonante del baile. Pero no, todo lo contrario. Delirante resultó mi expectativa. Tanto a Santos como a la izquierda y a los mismos debajo del mantel, solo les desveló la reelección, que los partidos políticos estén unidos a su favor; por ello renunciaron a reclamar honradez, rectitud, ética pública, aun en su última etapa de gobierno con nuevos coequiperos y jefes de debate: estamos unidos y se acabó.
Hay testimonios que involucran a expresidentes con dineros ilícitos, pero por la paz, estamos unidos. Los congresistas legislan para su propio bienestar –y no para el del país–, pero estamos unidos. El jefe único del liberalismo dice que las fronteras hoy en Colombia están mejor que nunca, cuando no es cierto, pero estamos unidos. Y lo más diciente de los últimos apegos burocráticos de quienes se proclamaban independientes, es que Santos está dispuesto a convivir con la política mediocre, a mantener esta orgía política amangualado con los “padres de la patria”, aún después de que estos “honorables” expresidentes han manifestado hasta la saciedad que sus intereses están por encima del interés nacional.
María Fernanda Campo, Rubén Darío Lizarralde, Alfonso Gómez Méndez, ministros de Educación, Agricultura y Justicia por solo mencionar tres, salientes decepcionantes y errantes ministros, recordados por la ley 30, el silencio de la compra de grandes hectáreas de tierras en los Llanos orientales, no llegaron a sus cargos por ser los más preparados para afrontar los desafíos educativos, agrarios o jurídicos. Llegaron por godos, por liberales, como cuotas de sus partidos, hoy reencauchados cuatro años más en nombre de la paz. Son unos más de la matemática del ponqué burocrático. Así como también lo fueron la directora de Colciencias, y el ministro para el Diálogo Social Lucho Garzón, recipientes de la torta para el Partido Verde.
No importa si el Congreso, los partidos políticos y el presidente rompen su cordial “orgía”. Si eso estimula la democracia, el debate, los argumentos, bienvenida sea la discrepancia. ¡Y a la basura la orgía!, esa que desde el pasado 15 de junio, se cocina en los despachos, entre expresidentes, exalcaldes y se traduce como esta pena nacional.
Si la Unidad Nacional fue vergonzante, la Orgía Política de hoy es aberrante. ¿Culpable? Una paloma, blanca y codiciada por quienes hoy se sienten amos de cada parte de ella. Un apetito burocrático de la clase dirigente que demuestra que seguimos siendo un fallido proyecto de Nación.
@josiasfiesco