Allá me veía yo, catando whisky con mis amigos los congresistas. Era la oportunidad perfecta para agradecerles su esfuerzo diario por mejorar este país de desagradecidos. ¿Cómo es posible que nos hayan cancelado la ‘fiestica’?
El elegante evento iba a ser digno de nuestros prohombres. ¿600, 800 millones? ¡No importa! Es un premio muy merecido para estos personajes que se la sudan toda por nosotros. ¿O es que ya se nos olvidó lo enfermos que han mantenido este último año? La reciente investigación de La FM sobre el ausentismo en el Congreso nos recordó lo duro que es ese trabajo en este país. Digamos las cosas como son, recibir un salario de 24 millones no les alcanza a algunos ni para tanquear sus camionetas 4x4.
Recordemos algunos casos difíciles, duros, dolorosos de nuestros honorables legisladores. Mi senadora, Karime Motta, quien sufre de dolores de muela y migrañas no ha podido ir a trabajar varios días este año, por estas molestias. El senador Fuad Char, frecuentemente aquejado de dolores de garganta, el senador Héctor Alfonso López, hijo de la Gata, con dolores en su mandíbula, el senador Roberto Gerlein —la sangre renovadora del Partido Conservador para las próximas elecciones– también ha presentado sus quebrantos de salud. ¡Es urgente que les demos un descanso a todos ellos!
Como si esto fuera poco, sus frecuentes viajes al exterior los dejan exhaustos. Mi senador, Roy Barreras, quien tuvo que desplazarse hasta Cuba desde el 13 al 17 de julio. El senador Carlos Alberto Baena que se vio obligado a asistir al Congreso Mundial de Filosofía en Grecia, el senador Carlos Roberto Ferro que tuvo que ausentarse del Senado para permanecer ocho días hábiles en Taiwán. Obvio que estaban trabajando fuertemente por un mejor país, y hay quienes se atreven a pedir que no se les pague su salario completico, sus pasajes, sus viáticos; ¡hay ciudadanos descarados!
Esta parranda de fin de año los iba a refrescar un poco. Venía el Grupo Niche, cantaba Martín Elías, ya se habían adelantado contactos con el intérprete sudafricano Thamsanqa Jantije para que ayudara a comunicar mejor el trabajo de esa, la institución en la que menos confían los colombianos. Además, se iba a dar un buen ejemplo del significado de las celebraciones de fin de año modernas: el inconfundible fenómeno del derroche.
Un derroche importante –dicen algunos– porque mueve la economía; genera trabajito. ¿Se imaginan llegar sin regalos a donde los primos? ¿No comprarle otro pedazo de plástico en forma de juguete al hijo del vecino? ¿No gastarse todos los ahorros del año para cambiarle el ipad a la esposa? Imposible, porque ese ipad ya cumplió el año. A muchos nos tiene sin cuidado que todos estos chécheres sean manufacturados por niños y niñas en las fábricas de China, con insumos elaborados por humanos en cualquier país dependiente de las orgías consumistas. “Más siempre es mejor”, dirían los microeconomistas.
Para dejar de criticar tanto, les ofrezco ideas. Primero, si quiere agradecerle a alguien, si quiere celebrar la vida, cualquier día es válido. Segundo, del derroche no queda nada bueno para el balance final de la sociedad; eso aplica tanto para los “viernes negros” de Estados Unidos, como para las fiestas del honorable Congreso, como para las listas de aguinaldos en su centro comercial favorito. Tercero, hace mucho tiempo existen herramientas poderosas para cambiar vidas, que pueden tomar la forma de un regalo, y que no tienen nada que ver con “echarle la culpa” de todos nuestros problemas, a los políticos. Un par de clics en Kiva o Adiuvo serían suficientes.